viernes, 3 de junio de 2011
A la conquista del pasado
R. Campbell Thompson, que pertenecía al servicio de inteligencia del ejército británico, recibió la orden de explorar la región sureña y del sudeste de Nasiriyah, en la ribera del Eúfrates, donde se sitúan los yacimientos de Ur y de Shahrein (el nombre árabe de la ciudad sumeria de Eridu), en beneficio del Museo Británico. El por el aquel entonces director del Museo Británico, Sir F.G. Kenyon, logró que las autoridades militares transfirieran el trabajo arqueológico de la sección de Inteligencia del ejército inglés del Capitán R.C. Thompson. La orden llegó a la Oficina de la Guerra en Bagdad, y el brigadista-general W.H. Beach, instruyó a Campbell sobre la necesidad de iniciar la exploración. El colonel Howell le entregó la documentación y convenció al sometido jefe Hamud, de Dhafir, de facilitar el avance. Campbell se dirigió al sur donde le recibió el Mayor Dickson, un oficial que le ofreció la hospitalidad y allanó los problemas a fin de que los trabajos arqueológicos se iniciaran.
Toda la región, aún insegura -las tribus árabes no estaban totalmente sometidas-, estaba controlada por tropas hindús. El General R. Lock mandaba en la provincia e hizo todo lo que pudo para que los primeros planos de los yacimientos pudieran ser trazados. Fotografías aéreas suministradas por la RAF ayudaban a tener una primera visión del área a explorar. Los mapas que los arqueólogos iban a trazar eran imprescindibles para que el ejército británico pudiera ejercer un control efectivo sobre una región aún insegura, por donde pasaba la vía férrea que unía Bagdad - y, antes, con Istambul y, de allí, Venecia y Londres- con el golfo Pérsico, de dónde partían los barcos hacia la colonia de la India. La (mítica) "Ur Junction" (el cruce de Ur) era una parada en el trayecto por tren por donde circulaban las tropas, y permitía un mejor control y avituallamiento del ejército. Se hallaba en medio del desierto. Un barracón hacía las veces de estación.
El soldado Thomas Higgins, de los Rangers Connaught, Hamud y cincuenta árabes partieron hacia Shahrain (Eridu) el 9 de abril de 1919. Mandaba a setenta prisioneros hindús que se encargarían de los primeros golpes de pala para desenterrar los decaidos restos de Ur y de Eridu.
La Primera Guerra Mundial ha concluido, y el Reino Unido ha ocupado las provincias árabes del desmembrado Imperio Otomano -que, al haber estado aliado al Imperio Germánico, ha perdido la guerra y sus posesiones-. Como escribió el director del Departamento Asirio del Museo Británico, de Londres, H.R. Hall, a quien se le encomendó la prosecución de la exploración de Ur y de Eridu en 1923, "en 1918, los patronos del Museo Británico deseaban aprovechar la ventaja que significaba la ocupación militar británica de Irak para concluir su largamente interrumpido trabajo en Muqayyar (Ur)".
En efecto, Hall también fue transferido de la sección de Inteligencia del ejército inglés ("Intelligence branch of the army in England") a Mesopotamia a fin de continuar las excavaciones; al llegar a Irak, fue adscrito por Sir (entonces Teniento Colonel) A.T. Wilson al Servicio Político para deberes arqueológicos.
El origen de las colecciones mesopotámicas del Museo Británico, empero, eran debidas, como bien comentaba Hall, a la Guerra de Crimea: "es curioso -observó objetivamente Hall en 1927 en su resumen de la misión conjunta de los Museos Británico y de la Universidad de Pensilvania- que las primeras excavaciones del Museo Británico en su (sic) yacimiento (Ur) tuvieron lugar durante la Guerra de Crimea, y posteriormente durante la Gran Guerra de 1914-18. En cada caso la guerra dio una oportunidad a la arqueología".
La Guerra de Crimea se inició entre los imperios ruso y otomano, a mitad del siglo XIX, por la protección de los "Santos Lugares" de Jerusalén, confiada tanto a la iglesia católica (liderada por el reino de Francia y apoyada por la Sublime Puerta) como a la ortodoxa. La guerra estalló. Francia y el Imperio Británico se pusieron del lado del Imperio Otomano, a fin de evitar que cayera, lo que hubiera llevado a un dominio ruso del Mediterráneo Oriental, y del Próximo Oriente. El avance británico facilitó la temporal ocupación de Turquía con el fin de defenderla.
Unos años antes (1839-40), un conflicto en Oriente, la guerra entre los imperios turco y persa, menos conocido, ya había conllevado una primera mediación inglesa y una ocupación del sur de Mesopotamia, donde se ubican, precisamente, los yacimientos de Ur (de donde procedía Abraham, según la Biblia) y de Eridu. Una Comisión, mandada por Rusia y Gran Bretaña (entonces aliadas), se creó y, en 1949, empezó a viajar por la zona para fijar unas fronteras estables. Entre los comisionados se hallaba Sir William Kennett Loftus, quien redactaría Travels and Researches in Chaldea and Susiana, en los que documentó los yacimientos de Nínive, Babilonia, Nuffar (Nippur), Warka (Erech o Uruk) y Tell-Muqayyar (Ur). Expedición fructífera ya que fue autorizado por el Colonel Williams a excavar en Warka. Hall escribió en 1927: "el resultado de esto, la primera excavación en el sur de Babilonia, fue enviado al Museo Británico, y allí está, el origen de nuestras colecciones de los inicios de Babilonia".
Los términos que se refieren a los trabajos arqueológicos (misión, expedición, campaña) son los mismos que los de las operaciones militares. Pocas veces el vocabulario ha sido tan ilustrativo.
Sin llegar a los extremos de afirmar, como sostienen algunos historiadores y artistas, que la arqueología del Próximo Oriente, encabezada por potencias coloniales, ha tenido como consecuencia o como fin desligar la historia del mundo árabe del pasado mesopotámico, para colocar a éste y a sus logros en la raíz de la tradición occidental, a través de Grecia y de la Biblia, lo cierto es que los orígenes del descubrimiento y de la explotación del pasado mesopotámico no está desligado de operaciones militares inglesas y francesas (más tarde, también germánicas) en territorios árabes bajo jurisdicción otomana, a fin de ejercer el control de Mesopotamia, la vía más directa para conectar París y Londres con las colonias de la India y de Indochina.
jueves, 2 de junio de 2011
Yacimiento sumerio de Kish (Irak), la ciudad descendida del cielo, cuyos reyes gobernaron miles años cada uno antes del diluvio
Una de las primeras misiones arqueológicas en Kish (Irak) emprendidas por el Field Museum de Chicago y el Ashmolean Museum de Oxford (Reino Unido) en 1928, filmadas por un estudio de Bagdad.
Documento: Field Museum of Natural History, Chicago: http://www.archive.org/details/FieldMuseum-oxfordUniversityJointExpeditionToKishMesopotamia
miércoles, 1 de junio de 2011
El constructor, o el arquitecto
El término sumerio sidim suele traducirse por constructor u arquitecto. Se ha discutido si es, en verdad, un vocablo sumerio -una lengua monosilábica sobre todo cuando nombra entidades o figuras comunes, como lo es un artesano, un técnico, un constructor.
Sin embargo, algunos especialistas sostienen que sidim es un término compuesto por dos palabras monosilábicas sumerias: sig4 o seg4, y dim. El segundo, el verbo dim, significa crear, incluso engendrar (crear vida, dar a vida); desde luego, construir. Sig4 o seg4 se traduce por ladrillo.
Un arquitecto sería aquel que construye desde el propio elemento básico de la construcción hasta el edificio entero, cuyas paredes resultan de la suma de unos ladrillos. Pero el ladrillo, al mismo tiempo, es una imagen en miniatura del edificio. Como en un juego de muñecas rusas, el ladrillo no está solo contenido en el edificio, sino que lo anuncia: la relación, de algún modo, es inversa: es el edificio el que ya está todo en un simple ladrillo.
Ocurre que ladrillo, seg4 o sig4, se podía escribir se-eb. Se era morar, habitar; también vivir; eb significa oval. Se-eb evoca una forma primigenia, un espacio matricial; un lugar que acoge, en el que la vida se genera y se recoge; una verdadera protección, que también alumbra. Un ladrillo es una promesa de hogar. Con la fabricación de los primeros ladrillos (fundacionales), el hogar está en ciernes, anunciado. La casa ya se vislumbra. Las bases ya están puestas. El ladrillo, una volumen paralelepipédico perfectamente angulado ordena el espacio. Contiene las tres directrices del espacio. En cuanto se posa en el suelo apunta hacia las principales direcciones; ya organiza, ordena el espacio. El ladrillo es una promesa de morada. Sin él, la casa no se distinguiría del barro. El ladrillo es barro, materia, sometido al imperio de la forma, alumbrado por la inteligencia y el saber hacer. Se trata del fundamento del hogar.
Un arquitecto es un hacedor de ladrillos, entendidos como los elementos básicos, los pilares de la casa: definen, delimitan el espacio, permiten que los muros se alcen, que un primer muro contra el que recostarse se levante. Un arquitecto es quien sabe inspirar confianza en la venida de un hogar.
Sin embargo, algunos especialistas sostienen que sidim es un término compuesto por dos palabras monosilábicas sumerias: sig4 o seg4, y dim. El segundo, el verbo dim, significa crear, incluso engendrar (crear vida, dar a vida); desde luego, construir. Sig4 o seg4 se traduce por ladrillo.
Un arquitecto sería aquel que construye desde el propio elemento básico de la construcción hasta el edificio entero, cuyas paredes resultan de la suma de unos ladrillos. Pero el ladrillo, al mismo tiempo, es una imagen en miniatura del edificio. Como en un juego de muñecas rusas, el ladrillo no está solo contenido en el edificio, sino que lo anuncia: la relación, de algún modo, es inversa: es el edificio el que ya está todo en un simple ladrillo.
Ocurre que ladrillo, seg4 o sig4, se podía escribir se-eb. Se era morar, habitar; también vivir; eb significa oval. Se-eb evoca una forma primigenia, un espacio matricial; un lugar que acoge, en el que la vida se genera y se recoge; una verdadera protección, que también alumbra. Un ladrillo es una promesa de hogar. Con la fabricación de los primeros ladrillos (fundacionales), el hogar está en ciernes, anunciado. La casa ya se vislumbra. Las bases ya están puestas. El ladrillo, una volumen paralelepipédico perfectamente angulado ordena el espacio. Contiene las tres directrices del espacio. En cuanto se posa en el suelo apunta hacia las principales direcciones; ya organiza, ordena el espacio. El ladrillo es una promesa de morada. Sin él, la casa no se distinguiría del barro. El ladrillo es barro, materia, sometido al imperio de la forma, alumbrado por la inteligencia y el saber hacer. Se trata del fundamento del hogar.
Un arquitecto es un hacedor de ladrillos, entendidos como los elementos básicos, los pilares de la casa: definen, delimitan el espacio, permiten que los muros se alcen, que un primer muro contra el que recostarse se levante. Un arquitecto es quien sabe inspirar confianza en la venida de un hogar.
Henry Wadsworth Longfellow (1807-1882): The Builders (los constructores, o los arquitectos) (c. 1850)
The Builders
Henry Wadsworth Longfellow
All are architects of Fate, Working in these walls of Time; Some with massive deeds and great, Some with ornaments of rhyme. Nothing useless is, or low; Each thing in its place is best; And what seems but idle show Strengthens and supports the rest. For the structure that we raise, Time is with materials filled; Our to-days and yesterdays Are the blocks with which we build. Truly shape and fashion these; Leave no yawning gaps between; Think not, because no man sees, Such things will remain unseen. In the elder days of Art, Builders wrought with greatest care Each minute and unseen part; For the Gods see everywhere. Let us do out work as well, Both the unseen and the seen; Make the house, where Gods may dwell, Beautiful, entire, and clean. Else our lives are incomplete, Standing in these walls of Time, Broken stairways, where the feet Stumble as they seek to climb. Build to-day, then, strong and sure, With a firm and ample base; And ascending and secure Shall to-morrow find its place. Thus alone can we attain To those turrets, where the eye Sees the world as one vast plain, And one boundless reach of sky.
The Poetical Works of Henry Wadsworth Longfellow | 1890
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