miércoles, 5 de junio de 2013
Vida y milagros de Platón (o Platón, fundador de una ciudad celestial)
Platón
Roma, Museos Capitolinos. Central Montemartini
Foto: Tocho, marzo de2013
Platón es, posiblemente, el filósofo o escritor de la antigüedad de quien se han conservado todos los textos -más incluso de los que posiblemente redactara, pues ya los romanos sospechaban de la autenticidad de algunos diálogos, considerados hoy, en efecto, dudosos o claramente falsos.
Sin embargo, poco se sabe de su vida. Las biografías se redactaron tardíamente, como la que el romano Diógenes Larcio redactó casi cinco siglos tras la muerte de Platón,.
Cuenta hechos ciertos, hechos verosímiles (un posible viaje a Egipto) pero también aporta datos imaginados o fantasiosos. La realidad se mezcla con el mito.
Pero estos datos fantásticos o míticos no tienen que ser desechados, puesto que si no revelan nada cierto sobre Platón, sí denotan la imagen que se tenía de él en la antigüedad.
El mismo Platón mezcló la baraja; los diálogos están protagonizados por personajes reales, algunos de su misma época. Entre éstos, destacan varios miembros de su familia, no se sabe si convertidos en personajes de ficción, o retratados de manera cierta, atribuyéndoles palabras que habrían pronunciado y hechos cometidos. El mismo Sócrates que su discípulo Platón describe, posiblemente sea una figura más literaria que real. Se trataría, al menos en parte, de una creación del mismo Platón (un hecho, por otra parte, que no era inhabitual: varios de los personajes de las comedias de Aristófanes, Sócrates, por ejemplo, existieron en la realidad).
Platón nació en una familia o clan de "rancio abolengo"; eso, sin duda, es cierto. Tan arraigada a Atenas estaban sus antepasados, que, tanto por parte de padre, cuanto de madre, Platón, cuenta Diógenes Laercio, descendía, directa e indirectamente, del dios de los mares Poseidón, a través -por parte de madre- de Solón. Éste no solo fue uno de los fundadores de la democracia ateniense (que Clístenes asentó), sino que, debido al poder que tuvo de trastocar el mundo ateniense, fue considerado uno de los míticos Siete Sabios. Se conservan varios poemas de Solón, que revelan, en efecto, su don creador (poético).
Poseidón fue una de las dos divinidades que mandaron sobre el Ática: Atenea controlaba la tierra y Poseidón, el ponto, esencial para un imperio marítimo como el de Atenas. La imagen que Platón ofrece de Poseidón es compleja: reconoce la importancia del dios, y el culto debido, pero, por otra parte, el desmesurado y ostentoso templo, de gusto oriental -impropio de la mesura griega-, de la Atlántida, estaba dedicado a aquella divinidad. Se ha supuesto que, a través de la descripción negativa de la fantástica Atlántida, Platón quiso denunciar los excesos de la Atenas del siglo IV aC, alejada del ideal de control y de justicia que se suponía tenía que regir una ciudad y que habría imperado un siglo antes.
Perictione, la madre de Platón, le dio nacimiento siendo virgen. Ariston, su padre -putativo- trató de violarla, mas Apolo se le apareció liberando a Perictione. Platón nació un siete de mayo, fecha en la que se celebraba el nacimiento del Apolo de Delfos, en la isla de Egina, donde su padre había sido enviado como un colono. Nació en una isla; como Apolo.
El nacimiento milagroso, y la aparición de Apolo libertador, eran signos anunciadores del nacimiento de un héroe civilizador. El tono profético de los últimos diálogos de Platón, su capacidad por vislumbrar el mundo de los muertos y de ascender al empíreo, estaba dado. Es improbable -la casualidad es excesiva- que Platón naciera este día. Pero lo revelador es que se pensara que Platón estaba bajo la protección de Apolo. De algún modo, iba a ser un "profeta" del dios délfico.
Su epitafio indicada que Apolo Febo fue su padre, y Esculapio (el dios de la medicina), su hermano: ambos fueron concebidos por Apolo para sanar uno el cuerpo, el otro -Platón-, el alma.
Platón no era su nombre, sino su apodo. Platón significa el ancho, ya sea por su cuerpo robusto o su frente ancha -signo de inteligencia-. Su nombre verdadera era Aristocles, el nombre de su abuelo.
Tuvo un hijo, Adimante, a quien legó un solar, tal como cuenta en un emotivo testamento, que revela que poseía joyas de oro, entre éstas, unos pendientes en forma de aro de oro macizo.
Murió en un banquete de bodas; otros dicen que falleció carcomido por los piojos, como si la naturaleza se hubiera tomada cumplida venganza de quien la denigró, o como si el cuerpo no le importara.
El banquete tuvo lugar en una ciudad a la que Platón acudió. Éste estaba especialmente relacionada con Platón. Éste, en efecto, la fundó. La relación era lógica. La ciudad se hallaba en los cielos, cerca de la morada de su padre, Apolo, y de su abuelo, Zeus.
Su máxima obra, una república ideal, se hallaba en lo alto. Solo Platón pudo acceder a ella. Y falleció. O abandonó su condición mortal. Y moró, para siempre, en su ciudad soñada.
martes, 4 de junio de 2013
DADOMANI STUDIO (2007): CIUDADES DE PAPEL (ANUNCIOS URBANOS: LAVAZZA, AUDI, 2012)
Véase la página web de este reciente estudio publicitario milanés: http://www.dadomani.com/
Tocho no publica anuncios; pero las ciudades de éstos merecen que se las considere
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lunes, 3 de junio de 2013
El orden clásico
La arquitectura greco-latina está bien definida por "órdenes": dórico, jónico, corintio, en Grecia, corintio y etrusco en Roma, principalmente.
El orden es al mismo tiempo un tipo de columna o de pilastra, y una relación entre dicha columna y el entablamento; en general, podríamos decir que el orden define un tipo de ornamento, tanto estructural -de las columnas y los arquitrabes-, cuanto parietal. El orden constituye pues, una gramática y un vocabulario formal, que se aplica a toda clase de edificios públicos y privados, religiosos -templos, tesoros- y profanos -edificios representativos que albergaban instituciones cívicas o gubernamentales.
Sin embargo, pese a que ningún edificio clásico se concibe sin un o unos órdenes que lo definen, lo cierto es que se desconoce el nombre con el que los griegos designaban a los órdenes. El término, y su abanico de significados, que designa la característica más común de la arquitectura griega, nos son desconocidos.
En Roma, un orden no se decía ordo -de donde procede el término moderno- sino genus.
Genus proviene del griego genos (aunque no se sabe si genos era la palabra con la que en la Grecia antigua se designaba al orden arquitectónico). Genos significa nacimiento, y el latín genus recoge este significado. Genus es el nacimiento, es decir lo que funda un ente, y lo caracteriza, lo que lo alumbra. De ahí que genus se traduzca también por casa, pues designa el núcleo de donde procede un clan familiar.
Genus es distinto de orden. Las imágenes que evocan tienen un alcance muy distinto. Un orden caracteriza ciertamente a una construcción, pero no la concibe. Le da cohesión y la sustenta, al mismo tiempo que la personaliza, pero es un organismo que se aplica a un conjunto ya existente. El orden ayuda a reconocerlo, no a fundarlo.
Genus, por el contrario, designa bien lo que está en el origen mismo de la arquitectura. Ésta es concebida como un organismo vivo, que gracias al genus, alcanza la existencia. Sin el genus, no habría arquitectura, solo una masa informe. El edificio se extrae -es traído a la luz- por el genus. Literalmente desciende del genus; mantiene con el genus la misma relación que la de un hijo con su padre. Gens significa raíz común; el genus es el progenitor del edificio.
Genus no es ningún ornamento. No es secundario sino esencial: el es origen de la obra. Constituye su matriz, y su espina dorsal. La engendra y la mantiene en vida. De dos maneras: genera un edificio y lo singulariza. De este modo, el edificio cobra una vida propia. Y, por tanto, puede albergar y proteger a todas las vidas que se reunen en su interior.
Fue cuando el Renacimiento cuando el genus perdió su carácter originario y pasó a convertirse en un aditamento. Ya no sustentaba, ya no daba el sustento, al edificio al que había creado. El Renacimieno firmó el fin de genus. El supuesto renacimiento del orden clásico acabó con él; al menos, con lo que implicaba. El orden se convirtió en algo superficial, decorativo, prescindible, entonces. Era un traje que distinguía a unas construcciones, pero éstas no emanaban del orden. El orden no las había ordenado, trayéndolas a la vida.
La concepción moderna de la arquitectura como una obra artificial -o artificiosa- estaba en camino.
El orden es al mismo tiempo un tipo de columna o de pilastra, y una relación entre dicha columna y el entablamento; en general, podríamos decir que el orden define un tipo de ornamento, tanto estructural -de las columnas y los arquitrabes-, cuanto parietal. El orden constituye pues, una gramática y un vocabulario formal, que se aplica a toda clase de edificios públicos y privados, religiosos -templos, tesoros- y profanos -edificios representativos que albergaban instituciones cívicas o gubernamentales.
Sin embargo, pese a que ningún edificio clásico se concibe sin un o unos órdenes que lo definen, lo cierto es que se desconoce el nombre con el que los griegos designaban a los órdenes. El término, y su abanico de significados, que designa la característica más común de la arquitectura griega, nos son desconocidos.
En Roma, un orden no se decía ordo -de donde procede el término moderno- sino genus.
Genus proviene del griego genos (aunque no se sabe si genos era la palabra con la que en la Grecia antigua se designaba al orden arquitectónico). Genos significa nacimiento, y el latín genus recoge este significado. Genus es el nacimiento, es decir lo que funda un ente, y lo caracteriza, lo que lo alumbra. De ahí que genus se traduzca también por casa, pues designa el núcleo de donde procede un clan familiar.
Genus es distinto de orden. Las imágenes que evocan tienen un alcance muy distinto. Un orden caracteriza ciertamente a una construcción, pero no la concibe. Le da cohesión y la sustenta, al mismo tiempo que la personaliza, pero es un organismo que se aplica a un conjunto ya existente. El orden ayuda a reconocerlo, no a fundarlo.
Genus, por el contrario, designa bien lo que está en el origen mismo de la arquitectura. Ésta es concebida como un organismo vivo, que gracias al genus, alcanza la existencia. Sin el genus, no habría arquitectura, solo una masa informe. El edificio se extrae -es traído a la luz- por el genus. Literalmente desciende del genus; mantiene con el genus la misma relación que la de un hijo con su padre. Gens significa raíz común; el genus es el progenitor del edificio.
Genus no es ningún ornamento. No es secundario sino esencial: el es origen de la obra. Constituye su matriz, y su espina dorsal. La engendra y la mantiene en vida. De dos maneras: genera un edificio y lo singulariza. De este modo, el edificio cobra una vida propia. Y, por tanto, puede albergar y proteger a todas las vidas que se reunen en su interior.
Fue cuando el Renacimiento cuando el genus perdió su carácter originario y pasó a convertirse en un aditamento. Ya no sustentaba, ya no daba el sustento, al edificio al que había creado. El Renacimieno firmó el fin de genus. El supuesto renacimiento del orden clásico acabó con él; al menos, con lo que implicaba. El orden se convirtió en algo superficial, decorativo, prescindible, entonces. Era un traje que distinguía a unas construcciones, pero éstas no emanaban del orden. El orden no las había ordenado, trayéndolas a la vida.
La concepción moderna de la arquitectura como una obra artificial -o artificiosa- estaba en camino.
sábado, 1 de junio de 2013
Barbara (1930-1997) / Carla Bruni (1967): Göttingen (1964, 2007) - Barbara: Nantes (1964)
¡Ay! Carla Bruni trae la canción Göttingen a su estilo, y no trata de competir con Barbara -aunque revela la influencia de Barbara en sus composiciones-, pero supongo que su versión empalidece ante la interpretación de Barbara -autora, por otra parte, del tema.
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