domingo, 29 de noviembre de 2015

Misiones arqueológicas en el Próximo Oriente (una historia italiana)

En una apasionante ponencia ayer al mediodía en la Escuela Practica de Altos Estudios (EPHE) de París, la profesora y arqueóloga italiana de la universidad de Pavia, Paola Poli, contó el resultado de su investigación en bibliotecas sobre la primera misión occidental en el yacimiento de Qasr Shemamok, cerca de Mosul (norte de Iraq), hoy ocupado por el ISIL -así como los pueblos vecinos-, en el que una misión francesa en la que participamos ha excavado entre 2011 y 2014, interrumpida hoy por razones de seguridad.

El yacimiento fue explorado o explotado  por una misión italiana, dirigida por el historiador Giuseppe Furlani en 1933, por orden de Mussolini. Italia estaba perdiendo la comba. Francia, Inglaterra y Alemania excavaban en el Próximo Oriente, convertido en una colonia franco- inglesa, debido a la riqueza petrolífera que Inglaterra intuyó y descubrió a finales del siglo XIX. Italia tenía que poseer una colonia, un imperio colonial. El Próximo Oriente parecía un lugar adecuado. Y una misión arqueológica una buena razón para la ocupación.
Sin embargo, el descubrimiento de Eritrea, que permitía completar el dominio italiano en África del Norte (Libia ya había sido conquistada) llevó al abandono de la misión un año más tarde, cuyos hallazgos (grandes sarcófagos con relieves partos, por ejemplo) se repartieron entre los museos de Bagdad y de Florencia donde lo que ha quedado yace en la reservan.

Cuando la Segunda Guerra Mundial, después de que Mussolini, que no era antisemita, decidiera, para satisfacer a Hitler, arrestar a decenas de miles de judios y enviarlos a campos de exterminio alemanes, y ante la amenaza de los primeros bombardeos aliados, los archivos de la misión, almacenados en el museo arqueológico que peligraba ya que se hallaba (y aun se halla) en el centro de Florencia, fueron trasladados a una lujosa Villa en las cercanías deFlorencia, cuyo propietario, ante el nombre del fotógrafo de la misión, apellidado Levi, se apresuró a destruir los documentos por miedo a ser acusado de connivencia con los judios.
Las graves inundaciones del río Arno de Florencia en 1966, afectaron los museos de la ciudad. Celebres son las imágenes de cuadros, esculturas y piezas arqueológicas flotando en las aguas que los anegaban. Pese a los esfuerzos de los conservadores, el resto de la documentación y una parte de las piezas se perdieron para siempre, por lo que es imposible, hoy, saber de dónde proceden las piezas rescatadas. 
Mientras, cuando la primera y la segunda guerras del golfo en Iraq, las tablillas con textos en escritura cuneiforme halladas en el yacimiento y depositadas en el museo de Bagdad fueron preservadas en cajas metálicas a toda prisa sin las debidas precauciones debido a la premura en su protección. La humedad (el río Tigris se halla cerca) las ha afectado de tal modo que hoy son prácticamente ilegibles.

Durante debates posteriores, se expuso una noticia reciente. Italia posee una gran fábrica de armas en Cerdeña que comercia regularmente con Arabia Saudí y con Irán, valedores de los dos frentes en la guerra en Siria.

Mártires

En el congreso dedicado a la arqueologia en el Kurdistán iraquí que tiene lugar en l'École Pratique des Hautes Études en París ("Deux journées d'études qu'autour de Qasr Shelamok, region d'Erbil") se ha comentado un hecho que algunos no conocíamos y que puede echar algo de luz sobre los terroristas-suicidas actuales en el Próximo Oriente, África y Europa principalmente.
Cuando la guerra entre Iraq e Irán en los años ochenta, teólogos iraníes, bajo el patrocinio del presidente Khomeini, defendieron las virtudes del suicidio con bomba para la vida en el más allá del difunto afín de proporcionar cobertura teológica a los mil niños de diez años enviados diariamente al frente para que, al saltar por los aires, permitieran  localizar áreas minadas por Iraq y eliminar las bombas anti-personas. Murieron un millón de personas, muchas niños pre-adolescentes.

Una ponencia ha expuesto  que la polución en Iraq como consecuencia de las dos guerras del golfo (1992, 2003-2004), de la guerra entre Iraq e Irán (1980-1989), y de la actual guerra contra el ISIL, causante de elevadas tasas de cáncer y deformaciones congénitas, equivale hoy a la explosión de cincuenta bombas atómicas.

jueves, 26 de noviembre de 2015

ARISTÓFANES (450-385 aC)): LA EXISTENCIA DE DIOS (LOS CABALLEROS, 424 aC)

"Servidor 1º: Oye ¿de verdad crees tú en los dioses?

Servidor 2º:  Sí

Servidor 1º:  ¿Con qué fundamento?

Servidor 2º:  Porque soy aborrecido por los dioses"

Otras traducciones indican: "Porque me han maldecido".

(Aristófanes: Los Caballeros)

La prueba de que los dioses existen es el daño que causan. Existen porque el mal existe.
Aristófanes -y pocos autores, antiguos y modernos- han llegado tan lejos (o han sido tan lúcidos).

miércoles, 25 de noviembre de 2015

Genios protectores (del hogar neo-asirios)




 Lahmu



Lamassu


La reciente destrucción de la estatua de gran un toro alado neo-asirio en el umbral de una de los accesos del palacio de Nimrud, cerca de la ciudad de Mósul, en el norte de Iraq, por parte del ISIL, pero también la próxima exposición sobre la ciudad neo-asiria de Nínive, ocasionada por las sistemáticas destrucciones de yacimientos neo-asirios, que el Museo de Leiden (Países Bajos) prepara para 2016 (con importantes préstamos internacionales, quizá incluso del Museo de Bagdad), han vuelto a poner el acento sobre estas grandes esculturas características de los palacios neo-asirios, junto con los relieves de piedra que ornaban los muros de las estancias principales y la sala de trono, y que hoy se hallan en museos como el Louvre de París, el Museo Británico de Londres, el Museo Metropolitano de Nueva York, el Instituto oriental de Chicago y el Museo Nacional de Bagdad, principalmente. Las pocas estatuas que permanecieron in-situ están siendo destruidas.

¿Qué representan estas figuras descomunales de piedra pulida?

Dos son los modelos más comunes: figuras antropomórficas aladas, de pie y de perfil, a cada lado del árbol de la vida -en ocasiones estas figuras presentan una cabeza de ave rapaz-, o de frente, estrangulando un león, patéticamente entregado entre los brazos del coloso, ubicadas a lo largo de las paredes, formando a veces frisos, y figuras híbridas de hombres toro o de hombre león -cabeza humana y cuerpo animal-, dotadas de cinco patas a fin de permitir que la totalidad de los miembros sea siempre vista completa tanto de frente como de perfil, sin esconder nada, situadas en los accesos al palacio o a las estancias principales.
Los primeros suelen recibir el nombre de Lahmu; los segundos, Lamassu.
Son figuras semejantes.

Los Lahmu eran divinidades primordiales. Precedieron a los grandes dioses celestes. Eran hijos de las aguas de los orígenes, el Abzu. Formaban parte del cortejo de Tiamat, el dragón de las aguas salobres  que, al mezclar sus aguas con las dulces del Abzu, dio origen al universo. El dios Enki fue uno de los hijos principales de la mezcla de las aguas. era el dios de las aguas que corren por la tierra, hermano del dios de las aguas del cielo, Enlil, y de An, el propio cielo. Como las aguas de los ríos hallan siempre su camino hacia el mar, y saben sortear toda clase de obstáculos, Enki fue considerado un dios ingenioso, que hallaba soluciones a toda clase de problemas, soluciones a veces inconfesables. Por eso, Enki era el dios de la magia. Las aguas que controlaba, aguas dulces y corrientes, eran benéficas para la vida -no así siempre las tempestuosas aguas del cielo-, por lo que Enki se convirtió pronto en un dios favorable a los humanos, a los que ayudaba en sus tareas: el cultivo de los campos, bien regados por las aguas canalizadas, y la edificación de ciudades en las que los hombres se guarecían cuando las compuertas del cielo se abrían. De ahí que Enki fuera también el dios de la arquitectura, trabajando siempre en favor de los humanos a los que, por cierto, había moldeado con el fértil limo que sus aguas acarreaban.
Los alados y barbudos (sabios) Lahmu trabajaban para Enki, es decir, para los humanos. Eran espíritus protectores, genios protectores o ángeles guardianes (la noción y la imagen del ángel cristiano y musulmán deriva de los Lahmu). En ocasiones se revestían con una forma de pez que evocaba bien su origen acuático. Es difícil, en ocasiones, distinguirlos de los apkallu, dioses primordiales acuáticos, también al servicio de Enki, que transmitieron los saberes y las técnicas a los hombres, lo que no hicieron los Lahmu: éstos más bien protegían los conocimientos humanos que los apkallu les habían comunicado. Los bienes más frágiles que los hombres poseían eran sus propios techos protectores. pese al grosor de los muros, se construían con adobe. Las aguas venidas del cielo, pero también las crecidas de los ríos y las aguas freáticas, que provenían del Abzu -las aguas de los orígenes que ascendían de las profundidades-, socavaban las estructuras de las construcciones que acababan por derrumbarse si no eran restauradas y reconstruidas regularmente. Las efigies de los Lahmu, que regaban y cuidaban el árbol de la vida, frenaban la degradación de los hogares. Su ocasional aspecto demoníaco -con testa de ave rapaz- les permitía conocer bien a las criaturas del infra-mundo, a las que sabían poner coto, protegiendo así los hogares.
No todos podían pagarse efigies descomunales de Lahmu. Pero todos tenían su genio protector. De ahí que todos los edificios, por modestos que fueran, se construían sobre unos cimientos en los que se insertaban, así como en los muros, y en todas las partes del edificio por las que se podían colar los demonios (puertas, ventanas y canalizaciones, como los desagües de los baños) estatuillas de adobe, pequeños fetiches mágicos moldeados que representaban a Lahmu  y aseguraban la protección que éstos ofrecían.

Los Lamassu eran formalmente muy distintos a los Lahmu pero cumplían una función parecida. Defendían el espacio interior. Inicialmente, se trataba de divinidades femeninas que mediaban entre los hombres y los dioses. Introducían a aquéllos ante el cielo, por lo que conocían los secretos de las zonas fronterizas. En época neo-asiria, en la primera mitad del primer milenio aC, los Lamassu guardaban los accesos, la parte siempre más desprotegida y abierta a toda clase de peligros de un hogar, ya fuera una choza o un palacio. Su aspecto era imponente. El león o el toro que llevaban dentro, y la tiara de cornamenta, signo de divinidad, que portaban, asustaban. La protección que aportaban.  

Su fuerza ha permanecido. Pese a la destrucción y el saqueo de las capitales neo-asirios a manos de Babilonia y Persia  a mitades del primer milenio aC (Asiria ya no levantará cabeza y desaparecerá para siempre como entidad política y cultural independiente), han permanecido, escondidas bajo los escombros que las protegían de las aguas, el viento y la rapiña; hasta hoy. Quizá el fin del mundo asirio halla llegado miles de años tras su desaparición física, aunque su espíritu ha perdurado en la crueldad del ISIL, y la iconografía gótica de ángeles y demonios.

martes, 24 de noviembre de 2015

EPICURO (341-270 aC): La ciudad destruida

"Uno puede asegurarse contra todo tipo de cosas; mas, en lo que a la muerte concierne, permanecemos como los habitantes de una ciudad desmantelada"

(Epicuro, Testimonios, 18)

La ciudad, en Grecia, era la imagen y el lugar del orden, de la vida a la que la barbarie, mientras los límites permanecieran, no le alcanzaba. Ser un humano era ser un ciudadano.

LUCRECIO (94-51 aC): SUPERSTICIÓN (60-51 aC)

"... La superstición religiosa, sometida a (los) pies (del) [ vigoroso poder de la inteligencia (de Epicuro)], queda entonces (...) aplastada, y a nosotros la victoria nos eleva hasta el cielo.

(...) Ha sido la superstición la que ha provocado actos criminales e impíos (...)

¡Tantos horrores (como el vergonzoso sacrificio mortal de Ifigenia por su padre Agamenón para obtener vientos favorables a la expedición hacia Troya) pudo aconsejar la superstición!"

(Lucrecio, Sobre la naturaleza de las cosas, I,  83-84, 102)

El libro de Lucrecio debería presidir las clases de humanidades, educación cívica o religión, y estar en todos los cajones de las mesitas de noche de los hoteles (en los Estados Unidos de América, donde siempre se dispone de un tipo de libros).

LUCRECIO (94-51 aC): LA DESTRUCCIÓN DE CIUDADES (60-51 aC)

"Cuando la tierra entera vacila bajo los pies y ciudades sacudidas se desploman, o, inseguras, amenazan caer, ¿de qué sorprendernos si la estirpe humana se desprecia a sí misma y deja lugar en sus asuntos a los grandes poderes y a la fuerza de los dioses que gobiernan el universo?"

(Lucrecio, Sobre la naturaleza de las cosas, V,  1236-1241)