Memory Of The Land (Samira Badran) - Trailer from Marvin&Wayne on Vimeo.
...o cómo cruzar la frontera, a través de un control enjaulado, entre Israel y Palestina.
Un cortometraje de animación por la cineasta libia, de origen palestino, afincada en Barcelona -donde ha producido la película-, Samira Badran
martes, 20 de febrero de 2018
AMMAR KHAMMASH (¿1964?)): DESERT SOUNDSCAPES (2017-2018)
Los anacoretas se retiraban en el desierto por la soledad y el silencio circundantes.
El desierto jordano es especialmente árido, cubierto por un sinnúmero de lascas de piedra. Hasta hace unos pocos meses, se pensaba que nunca habría podido ser habitado. Determinadas formaciones de rocas (muros, amontonamientos), levantadas seguramente en el Neolítico, que se habían confundido en el mar de piedras, descubiertas recientemente, son signos ue el desierto fue habitado.
Tampoco es y era un mundo silencioso.
El arquitecto jordano Khammash así lo ha evocado en una reciente exposición en el centro de arte Darat al-Funnun, en Amann (Jordania) -ubicado en un conjunto de casas coloniales de los años 20, que restauró-, una de las mejores fundaciones de arte contemporáneo del mundo.
No solo el viento, también las piedras son teclas que emiten sonidos al unísono.
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Modern Art,
música y arquitectura
lunes, 19 de febrero de 2018
FEDERICO BABINA (1969): ARQUICOSAS (O EL ARQUITECTO Y EL BIBELOT)
Véase la página web de este arquitecto italiano que proyecta casas para toda clase de profesiones y personajes -adaptadas al estilo del usuario - y a arquitectos en figuritas de lladró.
"Ídolos" placa ibéricos (IV-III milenios aC) (A la búsqueda del tiempo pasado -en la prehistoria)
Fotos: Tocho, Museo Arqueológico, Sevilla, febrero de 2018
Mientras objetos parecidos caben en la palma de la mano, el "ídolo" del Cerro de la Cabeza -cuyas dos imágenes encabezan esta lista- no se dejaría coger tan fácilmente. Sus "ojos" desorbitados y radiantes (idénticos a motivos inscritos en delgadas láminas de oro funerarias), semejantes a los de una lechuza -el color negro de la placa de esquisto evoca bien la noche cuando el pájaro levanta el vuelo, y la franja vertical entre los "ojos" pudiera verse con un acerado pico-, imponen. Se trata de uno de los "ídolos" placa mejores y de mayor tamaño de la península Ibérica.
Esos entes -o esos seres-, hallados en yacimientos sureños de la Península, tanto en España como, sobre todo, en Portugal, tienen pocos referentes en otras culturas Mediterráneas. Los posibles parecidos con placas de las primeras dinastías egipcias han sido desechados hace tiempo.
¡Son efigies divinas? Durante muchos años, tal ha sido la interpretación más habitual. Se consideraba que eran manifestaciones de una supuesta diosa madre común en todo el Mediterráneo durante el Neolítico. Otros estudiosos, en cambio, pensaron que, dado que las placas han sido halladas en tumbas, podrían haber representado a ancestros a los que se rendía culto.
Toda vez que la gran mayoría de placas presentan motivos geométricos regulares incisos, que se repiten en todas las placas, y que combinan triángulos, con tramas o dameros cuadrados, en blanco y negro, y franjas horizontales, verticales y, ocasionalmente curvas, que recubren la casi totalidad de la superficie de la placa, por una o por ambas caras -pese a que la forma trapezoidal de las placas casa mal con las tramas ortogonales-, dejando libre la franja más estrecha -con uno o dos agujeros, quizá para portar la placa como un pesado colgante, por un ser vivo o un difunto-, donde se inscriben dos "ojos" o "soles", la interpretación de las placas como figuraciones antropomórficas -dioses o diosas, ancestros, "notables", etc.- parece lógica, pero no es la única, ni parece atender a todo lo que pueden evocar esas incisiones tan reiterativas -aunque cada una presenta matices.
Los motivos podrían provenir de tejidos. Los tejidos antiguos no servían solo para cubrir. Eran portadores de mensajes que debían ser fácilmente descodificados. Los motivos, tanto en los tejidos, como en las placas, bien pudieran ser casi una escritura, portadora de una información necesaria tanto para la supervivencia del difunto, como mantener unidos a los vivos y a los muertos. Esos datos debían ser reconocibles y descifrables, los miembros de una misma comunidad, relacionados con quieres eran o habían sido depositado en tumbas -junto con las placas-, debían reconocerse en esos motivos cuando, por ejemplo, practicaban rituales e honor de los antepasados en el interior de las tumbas. Algunos especialistas sostienen que dichas placas, sin dejar de ser figuraciones sobrenaturales, son también escudos heráldicos que comunican lo que une a los miembros de un grupo, y lo que les diferencia de otros. Son signos de identidad, una identidad que perduraría tras la muerte, mostrando que los lazos aquí y allí, en la tierra y bajo tierra, no se perdían tras la muerte.
De este modo, dichas placas serían signos de esperanza que mantendrían el recuerdos de quienes fallecieron, al mismo tiempo que permitirían "medir" -quizá a través de los motivos grabados- el tiempo pasado desde que el difunto se fue.
Véase: https://iberian.its.uiowa.edu/background.php
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Arqueologia,
El sueño de una sombra
domingo, 18 de febrero de 2018
RANDA MIRZA (1978): ABANDONED ROOMS (ESTANCIAS ABANDONADAS, 2006)
Estancias abandonadas en Beirut durante la(s) guerra(s) civil(es) a finales del siglo XX. La artista fotógrafa Randa Mirza documenta capas de pieles levantadas, heridas hasta el fondo del muro, pieles rotas, muros taladrados, superficies manchadas, soportes de palabras, dibujos, y huellas de daños. Estancias y muros que cuentan, en su vacío, más elocuentemente que los gritos, lo que aconteció, lo que se ha "vivido" en estas estancias maltratadas, y dejadas tal cual, como si no se quisiera o pudiera borrar nada de lo padecido. Imágenes que rastrean y parcelan, que enfocan un detalle nimio, una lámpara que no puede dar luz porque la bombilla ha desaparecido, que levantan acta. Sin aspavientos.
La huella
Una bofetada deja una huella. La marca roja da la mano. La forma de los dedos impresa. Una huella física y psicológica. Temporal o permanente. A veces la piel no se recupera, y la huella perdura como un recordatorio visible de un encuentro o un desencuentro violento. La bofetada deja trazas indelebles. Todo el mundo que la contempla sabe qué ha ocurrido. La marca es un símbolo parlante. No deja lugar a duda alguna. La huella cuenta una historia que acaba abruptamente o prosigue con negros presagios. La presión (violenta) no cesa. El pasado, el presente y el futuro se resumen en esa placa amoratada que cubre un rostro.
Una huella resulta de la aplicación de un ente (un miembro, un objeto) sobre una superficie. Ésta recoge las "huellas" (dactilares) de lo que se ha posado y se ha ejercido una cierta presión. Las huellas son el verdadero rostro de quien las deja voluntaria o involuntariamente. Conducen, remiten a quien ha estado allí.
Las huellas solo cobran sentido cuando lo que -o quien- las ha impreso ha desaparecido. Son la prueba visible de lo que ha ocurrido. Son un texto que cuenta lo acaecido. Pistas que llevan hasta la verdad, hasta quien ha marcado un lugar, un ser o un ente. La huella apunta a un paso. Algo o alguien ha pasado. Pertenece al pasado, mas su paso escuece: las huellas no siempre se borran, no deben borrarse, salvo cuando el pasado se clausura o se quiere cerrar. La huella es una herida abierta que solo podrá cicatrizar y desvanecerse cuando el autor de la impronta vuelve al lugar y cubre, sin violencia, la marca que ha dejado, reconociendo el acto ejecutado. La marca rememora un hecho o un acto e invita a tenerlo presente, a recordarlo o revivirlo -para que no vuelva a ocurrir más.
Entre las huellas ejemplares se hallan las marcas de las manos en las paredes rocosas de las cuevas, las figuras en el espejo, las marcas en el suelo, las imágenes que formamos y plasmamos. Entre éstas, el paradigma de la huella: el rostro ensangrentado del hijo de dios, camino del Calvario. inscrito en un paño tendido por Verónica para aliviar el sufrimiento, y convertido en el prototipo de todo retrato. Una tela que recogió todos los rasgos y la expresión de un condenado. Un testimonio veraz del padecimiento de un hombre-dios, torturado y ejecutado por ser quien era y por lo que sostenía. El único testimonio de la venida de la divinidad entre los mortales, tras su muerte, resurrección y ascensión. Quedaron tan solo los testimonios verbales y escritos de quienes lo vieron o lo soñaron, y gráfico, ejecutado mágicamente: una imagen de un rostro que coincidía punto por punto con éste, y que legitimaba la representación plástica de la divinidad -una imagen realizada por la propia divinidad, convertida en modelo ejemplar de toda imagen, cuya "virtud" principal consistía en mostrar para siempre lo acontecido.
Esta imagen (el llamado velo de la Verónica) conservaba una parte del rostro de la divinidad: la sangre, el sudor y el polvo del camino ascensional. De algún modo, la imagen robó parte del rostro. Éste quedó expuesto. Perdió su condición anónima. La imagen proclamó la dolorida presencia del modelo. El dolor no pudo ser borrado. La imagen testimoniaba, una y otra vez, que la tortura había acontecido. No se podía obviar, olvidar.
Las imágenes nos recuerdan lo que queremos y no queremos recordar. Muestran lo que no siempre querríamos mostrar, lo que no querríamos que hubiera ocurrido. Son una parte del modelo arrancado y proyectado sobre la tela que registra todo lo ocurrido.
La imagen, por tanto, tiene la capacidad de dañar al modelo, porque impide que las heridas se cierren, porque cuentan la verdad -que quizá no se quisiera que se supiera-. El olvido, necesario en ciertas condiciones, no puede actuar. tropieza, una y otra vez, con la existencia, con la verdad de lo ocurrido. No querríamos siempre testigos de lo que hacemos o sufrimos. No todos los actos son memorables. quizá la vida no lo sea. Pero la imagen nos pone ante los ojos lo que no queremos ver. Nos fuerza a mirar, y a admitir, lo que pasó. El pasado vuelve a la memoria, se presenta nuevamente. Para que asumamos un pasado al que hemos dado la espalda.
La imagen es un grito.
Por esto, tantas culturas han prohibido las imágenes (naturalistas o no). Hacen demasiado daño. Las heridas, que no han cerrado sino que tan solo fueron cubiertas por el olvido, vuelven a sangrar. Esperando ser sanadas esta vez.
La imagen recuerda la próxima venida. Y el final de los tiempos. Anhelado o temido.
Una huella resulta de la aplicación de un ente (un miembro, un objeto) sobre una superficie. Ésta recoge las "huellas" (dactilares) de lo que se ha posado y se ha ejercido una cierta presión. Las huellas son el verdadero rostro de quien las deja voluntaria o involuntariamente. Conducen, remiten a quien ha estado allí.
Las huellas solo cobran sentido cuando lo que -o quien- las ha impreso ha desaparecido. Son la prueba visible de lo que ha ocurrido. Son un texto que cuenta lo acaecido. Pistas que llevan hasta la verdad, hasta quien ha marcado un lugar, un ser o un ente. La huella apunta a un paso. Algo o alguien ha pasado. Pertenece al pasado, mas su paso escuece: las huellas no siempre se borran, no deben borrarse, salvo cuando el pasado se clausura o se quiere cerrar. La huella es una herida abierta que solo podrá cicatrizar y desvanecerse cuando el autor de la impronta vuelve al lugar y cubre, sin violencia, la marca que ha dejado, reconociendo el acto ejecutado. La marca rememora un hecho o un acto e invita a tenerlo presente, a recordarlo o revivirlo -para que no vuelva a ocurrir más.
Entre las huellas ejemplares se hallan las marcas de las manos en las paredes rocosas de las cuevas, las figuras en el espejo, las marcas en el suelo, las imágenes que formamos y plasmamos. Entre éstas, el paradigma de la huella: el rostro ensangrentado del hijo de dios, camino del Calvario. inscrito en un paño tendido por Verónica para aliviar el sufrimiento, y convertido en el prototipo de todo retrato. Una tela que recogió todos los rasgos y la expresión de un condenado. Un testimonio veraz del padecimiento de un hombre-dios, torturado y ejecutado por ser quien era y por lo que sostenía. El único testimonio de la venida de la divinidad entre los mortales, tras su muerte, resurrección y ascensión. Quedaron tan solo los testimonios verbales y escritos de quienes lo vieron o lo soñaron, y gráfico, ejecutado mágicamente: una imagen de un rostro que coincidía punto por punto con éste, y que legitimaba la representación plástica de la divinidad -una imagen realizada por la propia divinidad, convertida en modelo ejemplar de toda imagen, cuya "virtud" principal consistía en mostrar para siempre lo acontecido.
Esta imagen (el llamado velo de la Verónica) conservaba una parte del rostro de la divinidad: la sangre, el sudor y el polvo del camino ascensional. De algún modo, la imagen robó parte del rostro. Éste quedó expuesto. Perdió su condición anónima. La imagen proclamó la dolorida presencia del modelo. El dolor no pudo ser borrado. La imagen testimoniaba, una y otra vez, que la tortura había acontecido. No se podía obviar, olvidar.
Las imágenes nos recuerdan lo que queremos y no queremos recordar. Muestran lo que no siempre querríamos mostrar, lo que no querríamos que hubiera ocurrido. Son una parte del modelo arrancado y proyectado sobre la tela que registra todo lo ocurrido.
La imagen, por tanto, tiene la capacidad de dañar al modelo, porque impide que las heridas se cierren, porque cuentan la verdad -que quizá no se quisiera que se supiera-. El olvido, necesario en ciertas condiciones, no puede actuar. tropieza, una y otra vez, con la existencia, con la verdad de lo ocurrido. No querríamos siempre testigos de lo que hacemos o sufrimos. No todos los actos son memorables. quizá la vida no lo sea. Pero la imagen nos pone ante los ojos lo que no queremos ver. Nos fuerza a mirar, y a admitir, lo que pasó. El pasado vuelve a la memoria, se presenta nuevamente. Para que asumamos un pasado al que hemos dado la espalda.
La imagen es un grito.
Por esto, tantas culturas han prohibido las imágenes (naturalistas o no). Hacen demasiado daño. Las heridas, que no han cerrado sino que tan solo fueron cubiertas por el olvido, vuelven a sangrar. Esperando ser sanadas esta vez.
La imagen recuerda la próxima venida. Y el final de los tiempos. Anhelado o temido.
sábado, 17 de febrero de 2018
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