miércoles, 24 de febrero de 2010

Babilonia (un sueño palaciego oriental)


La vida de Apolonio de Tiana es la obra maestra del sofista romano en lengua griega Lucio Flavio Filóstrato (160-249 dC). Próximo a la culta emperatriz Julia Domna, esposa de Septimio Severo, el texto cuenta la vida y las andanzas de Apolonio de Tiana, un matemático, místico y mago pitagórico, que vivió en el siglo I dC, de quien se contaban toda clase de prodigios: viajó a la India, entró en contacto con sabios hindús y trajo a Occidente textos sagrados como los Upanishads (lo cual, al parecer, no es una fantasía), y realizaba milagros.

Se ha especulado que el libro hubiera sido escrito para mostrar que los paganos podían tener figuras excepcionales, capaces de toda clase de actos maravillosos, como Cristo. Sin embargo, ni los mismos cristianos opusieron Apolonio y Cristo. En efecto, considerado un modelo de virtud, Apolonio fue aceptado incluso por los cristianos como una personalidad pagana cercana a las enseñanzas de Cristo. Al parecer, Septimio Severo le tenía la misma devoción que a Cristo y a Orfeo.

Entre las múltiples andanzas atribuidas a Apolonio de Tiana se halla un viaje a Babilonia. La descripción de la mítica ciudad que Filóstrato ofrece revela hasta que punto la cultura mesopotámica (cuando Babilonia, en el siglo III dC, ya no era más que un campo de ruinas desertado, aunque en el siglo I dC, la época de Apolonio, el templo principal seguía abierto) fascinaba a Grecia y a Roma:


"Sobre la estancia de este hombre (Apolonio de Tiana) en Babilonia y de cuanto conviene saber acerca de esta ciudad, he encontrado lo siguiente: Babilonia está fortificada en unos cuatrocientos ochenta estadios, con tamaña extensión de circunferencia. Su muralla es de tres medios pletros (unos cuarenta y cinco metros) de altura y menos de un pletro (menos de treinta metros) de anchura. Se halla cortada en dos mitades de forma similar por el río Eúfrates bajo el que hay un paso secreto que une ocultamente los palacios reales de ambas orillas (...)

Los palacios están techados con bronce y de ellos salen resplandores. Las estancias de las mujeres y las de los hombres, así como los pórticos, están adornados, unos con plata, otros con tejidos de oro, otros con oro puro, como formando dibujos (...)


Dicem que encontraron una estancia para hombres cuyo techo se había construido en cúpula, representando el aspecto de un cielo, y que estaba cubierto de lapislázuli (la piedra más azul y como el cielo para la vista). Las estauas de los dioses en los que creen se levantan en lo alto, y se ven como figuras de oro, destacándose sobre el éter. Allí precisamente es donde el rey administra la justicia. Cuatro grifones de oro cuelgan del techo, como recuerdo de la divinidad del destino Adrastea, para que no se eleve sobre los hombres" (Filóstrato, Vida de Apolonio de Tiana, I, 25. Traducción y notas.: Alberto Bernabé).


(Nota: la descripción del palacio recuerda la de la Domus Aurea de Nerón -el descomunal palacio que este emperador, que se sentía a disgusto en el Palatino, mandó construir, y que fue sepultada, para borrar su recuerdo, al morir el odiado Nerón, de gustos (excesivamente) orientales (para los aún austeros romanos)-, quien gustaba de mostrarse en una sala de planta circular, cuya cúpula decorada como un cielo estrellado nocturno, movida por un ingenio hidráulico, giraba, al igual que la plataforma sobre la que Nerón se dignaba posar a la vista de quienes estaban autorizados a contemplarlo como si de un dios magnificente se tratara.)

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