En griego antiguo, letra (entendido como soporte escrito, en este caso, como tablilla -sin duda, un recuerdo de los soportes micénicos que se utilizaban para escribir, ecos, a su vez, de las tablillas de arcilla mesopotámicas-) se decía deltos.
La puerta abierta cede el paso. Quien la cruza se dirige hacia otro espacio. Daleth, entonces, también significa camino, vía de acceso, comunicación, flujo -el flujo, símbolo de la vida, de las relaciones fluidas-.
Apolo era el dios griego de la arquitectura: abría caminos, ordenaba el espacio y fundada asentamientos (ciudades, casas y templos donde reogerse y acoger al viandante). Fue amamantado por la divina Temis, la ley o norma personificada.
Por esto, los themistes, las leyes que regían la vida en común dependían de Apolo. Comunidades que las trazas de Apolo delimitaba: las leyes, que Apolo edictaba, también se decían, además de themistes, nomoi; las cuales derivaron en las rectas normae latinas, perfectamente escuadradas.
Pero norma, en latín, no significaba ley sino escuadra, el instrumento con el que el arquitecto ordena y compone el espacio, deimitando espacios de acogida y permanencia (la escuadra es también el atributo tradicional del arquitecto; lo representa).
Las themistes, gracias a los instrumentos de dibujo y de construcción, dejaban una huella en el territorio; se inscribían profunda y nítidamente en éste, gracias a los themeilia, que eran los cimientos de los edificios o los fundamentos de las comunidades, enraizados en la tierra -fundaciones con los que Apolo asentaba las colectividades que inspiraba.
Escritura y arquitectura: dos maneras de marcar y ordenar espacios comunitarios, concebidos para que los humanos puedan convivir; marcas o trazas que son líneas que pautan la vida en común.
La arquitectura es una escritura inscrita en un plano y transladada sobre un llano, convertida en themelia (signos o marcas en el suelo) sobre las que se asientan las construcciones. Tengamos presente que graphein, en griego, significaba tanto escribir cuanto dibujar o proyectar.
La finalidad de la arquitectura es escribir la normas de convivencia e inscribirlas o plasmarlas en espacios ordenados. La arquitectura sin ley no tiene sentido. Pero la ley en un territorio sin límites no se puede aplicar. La arquitectura es lo que permite que la ley sea efectiva, lo que la encuadra. Abrir puertas de acogida y edictar leyes que faciliten el encuentro. O, al menos, éste fue un día el objetivo de la arquitectura: traer la civilización, que la ciudad y las leyes cívicas encarnan -o encarnaban.
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