jueves, 25 de febrero de 2010

Maná


"Gracias a las subvenciones existen la Capilla Sixtina y Las Meninas (...).


La vida cultural sufre la embestida de la crisis por su dependencia de lo público - Las subvenciones son necesarias, pero demasiadas veces derivan en clientelismo - El gremio defiende la rentabilidad inmaterial. ¿Acaso dan dividendos los colegios?"

(Tereixa Constenla: "Salvad al creador, no al amigo", El País, 25/02/2010)


La Capilla Sixtina o las Meninas no fueron "subvencionadas". Miguel Ángel y Velázquez no acudieron al Papa o al Rey para solicitarle (o exigirle) una ayuda para alimentar sus afanes, sus necesidades creativas. Miguel Ángel y Velázquez dependían, respectivamente, de la corte papal, y del rey Felipe IV, al igual que los hacendadores, los cocineros y las planchadoras. Y tuvieron, so pena de cárcel, que ejecutar lo que el Papa o el Rey les mandaban, sin que pudieran decidir el tema ni el contenido de la obra, y menos negarse a llevar a cabo un encargo, habitualmente no artístico (Velázquez era "limpiador de las estancias palaciegas", supervisado diariamente, o desplazarse donde se le mandaba, según los deseos o caprichos de sus "superiores".


Este control se ejercía pese a que, como todos los grandes artistas, Miguel Ángel y Velázquez habían estado forzados a formarse en talleres gremiales, desde muy jóvenes, donde hubiera sido impensable que se expresaran libremente. Cuando hubieron adquirido, tras duros y misérrimos años de prácticas, los conocimientos necesarios, es decir, los saberes artesanos imprescindibles para llevar a cabo una obra, pudieron, tras un examen ante un exigente jurado compuesto por miembros del gremio, acceder a una condición que les permitió fundar su propio taller. Éste solo trabajaba por encargo. Y los encargos debían ser cumplidos al pie de la letra.

Nada de lo que Miguel Ángel pintó en la Capilla Sixtina escapó al escrutinio papal. Igualmente, hubiera sido inconcebible que Velázquez pintara por su cuenta, sobre todo temas en los que la corta estaba representada.


Los artistas hoy, al parecer, exigen "ayudas" como en los tiempos de Miguel Ángel o Velázquez (ayudas que no eran tales, sino órdenes que no se cuestionaban). ¿Exigen también regresar a la era de los talleres gremiales? Exigencias de subvenciones por un lado, y libertad "creativa" o "expresiva", por otro. Todos somos artistas; es decir, creativos. Ya se ve...

Ante los logros artísticos de los siglos XX y XXI, quizá sí que habría que volver a esclavizar a los artistas y mandarles que, sobre todo, no se "expresaran" (ni opinaran sobre nada), sino que se contentaran con pintar lo que se les ordena. Entonces, sí podrían acceder a "ayudas".


¿Cual fue la mejor época del cine? ¿No fue en Hollywood en los años 30 y 40, cuando los productores tenían el control absoluto de las películas, y a los directores se les tenía vetado ser "creativos"? Con que fueran capaces de cumplir dignamente ya era suficiente.

Desde entonces, el artista se cree dios. Y así va.

Dioses solo son y pueden ser los arquitectos (los dioses eran arquitectos, no pintores, poetas, escultores y, menos, cocineros) -a cuyas obras tendría que subordinarse el resto de la creación.


PS: ¿Qué tiene que ver la formación que las escuelas y universidades proporcionan (considerada como una "inversión"), con las subvenciones otorgadas a cualquiera para que sea libre de "expresarse" -dado que, a falta de gremios artísticos o artesanales de obligado seguimiento (y, en eso, de nuevo, la arquitectura, que mantiene una estructura medieval de colegios profesionales que controlan lo que se proyecto -es cierto, sin embargo, que dicho control es insuficiente dada la arquitectura que se suele edificar- y la previa exigencia, al menos en países como los Estados Unidos, de que el aprendiz de arquitecto se forme en estudios profesionales durante unas tres mil horas -algo que, sin que se le pida, la mayoría de los estudiantes tratan de llevar a cabo- está muy por delante -habiendo querido no innovar con respecto a modelos arcáicos- del resto de las artes plásticas), cualquiera puede ser un artista, y exigir que se le reconozca como tal? A ver si no voy yo a poder expresarme.
Y, así, sale el sin par John Cobra, cuya "artisticidad" le sale por los.... ¿Por qué no podría libre y gratuitamente tocarse los huevos -y tocárnolos-?. ¿No existe la libertad creativa? ¿No es ese gesto una "acción"? ¿El arte no es gratuito -aunque subvencionado al cien por cien? Pagado con fondos públicos sin exigir nada a cambio. Al menos, a la gran Belén Esteban la mantiene una cadena privada. Y nos entretiene).
Platón no se anduvo con chiquitas: condenó al destierro perpetuo -es decir, a muerte, a una muerte lenta- a todos los fabricantes de imágenes (los ilusionistas) que "se expresaban" (en la plaza pública, a la vista de todos) en vez de "expresar" lo que los "buenos gobernantes" (los filósofos) les mandaban comunicar.
Por que, cierto es que detrás de una gran obra (clásica, una expresión redundante: toda obra clasíca es grande) se halla, no solo o no tanto una musa cuanto un gobernante ilustrado. El papa Julio II como los reyes Felipe IV o Luis XIV eran letrados. Por eso "sabían" encargar, sabían lo que encargaban. Como ya postuló hace sesenta años el gran historiador André Chastel, el Renacimiento no habría sido posible, pese a Brunelleschi, Masaccio o Botticelli, sin los Médicis.
Hoy también se encargan obras. Pero, para "compensar" lo que el verbo "encargar" transmite (se trata de una peso, un cargo, una responsabilidad que se debe asumir), para excusarse, se apresura el político a añadir que el artista es "libre de hacer lo que quiere". ¡Cómo iba a ordenarle lo que esperaba!
Y, así, salen las esculturas "públicas" que polucionan Barcelona, el monumento a Maciá, la descomunal cabeza femenina a topos de Liechenstein, etc.

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