viernes, 10 de agosto de 2012

Arqueología en Siria en peligro (Terqa)










Fotos: Tocho, octubre-noviembre 2009

El yacimiento arqueológico de Terqa (Siria) corresponde al de una ciudad fluvial mesopotámica, capital de un pequeño reino vecino del de Mari, influenciado por la cultura sumeria en el tercer milenio, que controlaba el tráfico de mercancías por el río Éufrates. La ciudad existía en el tercer milenio aC y duró hasta el primer milenio (hoy hasta hoy en día, pues un pueblo, llamado precisamente Tell Ashara, corona el tell). En 2009, se halló una tumba con tres cámaras abovedadas, sin duda de un notable -un gigante, de origen asiático, enterrado con su esposa-, junto a un ajuar funerario que incluía una lanza -un testimonio de su rango-, datada quizá del cuatro milenio aC, lo que indicaría la importancia de Terqa en los inicios mismos de la cultura sumeria que estaba situada mucho más al sur (en el delta del Tigris y el Éufrates, en Iraq). Al perder su independencia, en el segundo milenio, Terqa se convirtió en una ciudad babilónica. En el primer milenio jugaba aún un papel importante en el imperio neo-asirio (se ha hallado un relieve importante). El dios principal era Dagan, un dios cananeo-babilónico de la fertilidad, dios de las cereales, quizá en forma de pez, lo que acentuaría su importancia como divinidad que traía la abundancia (propia de las aguas). Esta divinidad protegía ciudades relevantes.
Destacan las murallas, alguna casa (en la que se han hallado tablillas escritas) y varios templos aun bien conservados.

Terqa se halla sobre un tell que vierte sobre el río. Los distintos niveles de ocupación, desde la Edad de Bronce hasta la Edad de Hierro, se disponen formando un montículo de unos veinte metros de altura. En la parte alta su ubica el moderno pueblo de Ashara, por lo que la excavación principal ocupa una gran área del centro del pueblo, formando un pozo de unos veinte metros de alto por unos cincuenta de diámetro. Las casas actuales dan a este pozo, con gran disgusto de una parte de la población 8que no recibe nada a cambio ni puede crecer), que vierte toda clase de basura mientras se excava y hace sonar la radio de coches a todo volumen para dificultar o impedir la comunicación de los arqueólogos. El yacimiento, empero, ocupa un espacio público que pertenece al gobierno sirio, que lo cede -o lo cedía- primeramente a una misión norteamericana, expulsada por la "indecencia" de sus miembros -Ashara es un pueblo dominado por el integrismo suní, del que, desde 2007, partían un buen número de suicidas-bomba hacia la vecina Iraq,. cuya frontera se halla a unos setenta quilómetros- y, posteriormente, a una misión francesa dirigida por Olivier Rouault.
La misión se interrumpió en 2010. Ya desde hacía dos años, el gobierno sirio empezó a controlar los trabajadores sirios eventuales, temiendo una población cada vez más reacia a los extranjeros y al propio gobierno.
El yacimiento ha sido saqueado por el ejército sirio a finales del año pasado. Otros yacimientos cercanos, incluso alguno en el que los restos habían sido reconstruidos, han sufrido igual suerte.
Sin embargo, los acontecimientos no eran totalmente imprevisibles. El gobierno sirio, asentado en Damasco, controlaba mal esta región fronteriza. Las ingentes ayudas se perdían. El pueblo estaba en manos de clanes. El director del Museo de la cercana Deir-Es Zor, en el que se depositaban los hallazgos, se halla -o se hallaba- en la cárcel por corrupción. Piezas del museo desaparecían.
La vida en Ashara era, en ocasiones, difícil para los extranjeros. Una de las responsables de la misión sufrió un intento de violación. Se recomendaba no salir de noche por el pueblo, no acudir nunca al yacimiento por la tarde, solo. La tensión hacia los extranjeros era patente a veces. Una vez al menos, puñales fueron mostrados de manera amenazadora simulando una degollación. Los habituales disparos al aire en bodas ponían a los arqueólogos en alerta. Los bombardeos norteamericanos en el vecino pueblo fronterizo de Abu Kemal, en 2007, que ocasionó numerosos muertos, contribuyó al creciente aire enrarecido.
Si Damasco, Alepo y, en general, ciudades sureñas como Bosra (al parecer, devastada o destruida hoy) florecían, los pueblos del valle del Éufrates -salvo la próspera Deir es-Zor, convertida en una ciudad cada vez mejor urbanizada- vivían en otra época, parcialmente fuera del control del gobierno, cuyas ayudas desaparecían.
La pérdida de Terqa significa la desaparición de una de las primeras ciudades de la historia, la historia de todos.


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