domingo, 25 de mayo de 2014

Maqueta arquitectónica mesopotámica (naves y templos)






Foto: Tocho, Museo de las Civilizaciones Anatólicas, Ankara (Turquía), mayo de 2014


Los esponsales del dios del cielo mesopotámico An y su divina consorte, llamada Antu o Antum en Babilonia, se celebraban anualmente, desde al menos el cuatro milenio, en la gran ciudad de Uruk (en las marismas del delta del Tigris y el Éufrates, hoy en el sur de Iraq).

La ceremonia culminaba con el encuentro de las divinidades en el templo Akitu de Anu. Éstas eran transportadas física o simbólicamente. Anu era representado por su sandalia ( šēnu,en acadio o asirio; e-sir2, en sumerio), que se depositaba sobre un altar, en el dormitorio del lecho dorado del dios, sobre el que los sacerdotes vertían libaciones. La sandalia era la que portaban los soldados: con ella, golpeaban rítmicamente el suelo, marcando el paso, produciendo un ruido regular semejante al del trueno. La sandalia anunciaba la llegada de un acontecimiento singular, destructivo o regenerador. El ruido de la sandalia precedía la llegada efectiva del portador. Era un presagio sonoro, que advertía sobre un hecho pronosticado ineludible. La sandalia, al mismo tiempo, simbolizaba la capacidad del portador de desplazarse por todas partes, sorteando cualquier obstáculo.
Los dioses se representaban a menudo por las huellas de los pies o las sandalias. Huellas desmesuradas que se marcaban profundamente en el zaguán del templo. La sandalia conecta lo alto con lo bajo; señala como lo alto conecta con lo bajo y lo "santifica". Recuerda la venida de la divinidad, su "paso" por la tierra. Es la prueba o huella visible de su venida.

La procesión que transportaba la sandalia divina acontecía por el río Tigris o Éufrates. Una gran barca sagrada, guiada por sacerdotes, desplazaba el símbolo del dios de un templo a otro. El agua revelaba la verdad. Llevaba a ella. Los enjuiciados, los criminales. tenían que someterse a una ordalía: la prueba el agua. Se les hundía en el río. Si no se ahogaban, el agua señalaba su inocencia. Los dioses se expresaban a través de las aguas, mansas o violentas, de los ríos.

Una "maqueta" de terracota asiria (expuesta en el renovado Museo de las Civilizaciones Anatólicas de la capital de Turquía Ankara, reabierto hace dos semanas  tras haber permanecido cuatro años cerrado), es un "poema visual": una concentración de imágenes o metáforas en una única pieza. Representa la sandalia de una divinidad, convertida en una barca, que desplaza a un alto templo (de varios pisos, como un zigurat), atendido por sacerdotes. Un pájaro corona el templo. Posiblemente simbolizara a la diosa Ishtar con quien Antum -en principio, su madre- se confundía, representación que los cuernos que ciñen el templo confirmarían, toda vez que un bóvido era el atributo de Ishtar -los cuernos evocaban el poder destructor de la diosa del deseo violento y de la guerra, causada siempre por el deseo del otro, el deseo de apoderarse de él, o de hacerle mal, si el deseo no es colmado-, unida al dios-toro celestial. El objeto es transportable. Se trata, seguramente, de una ofrenda. ilustra sobre la procesión que conduce a la divinidad.
Objeto único. No recuerdo ninguno parecido en ningún museo ni en almacenes. Una hermosa joya que ilustra sobre cultos y creencias mesopotámicos.

2 comentarios:

  1. Tiene que ser una maravilla ese museo
    Desde luego,yo no había visto ninguna pieza como esta .Es preciosa.

    Sandalias y zapatos se colocaban también en las tumbas,para que el difunto pudiera realizar el camino hasta el otro mundo.
    Gracias por un texto tan bueno

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    1. La renovación del Museo de Ankara no ha trastocado nada pero ha modernizado las instalaciones, ha incorporado bastantes explicaciones en inglés, y ha añadido piezas a la colección permanente, casi excesiva.

      Esta maqueta era, para mí, desconocida, contrariamente a la que muestro hoy. Es una pieza preciosa, en efecto.
      El simbolismo del pie, del zapato, la sandalia, es muy rico: es lo que nos conecta a la tierra, lo que nos permite dejar una huella, pero al mismo tiempo, lo que nos faculta para no anclarnos en ningún sitio.
      Muchas gracias por la observación.

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