martes, 21 de agosto de 2012

ROMA , ENTRE BABILONIA Y LA JERUSALÉN CELESTIAL: LA ROMA CLÁSICA PAPAL






Nunca como en el siglo XVI, Babilonia se convirtió en una ciudad de la que todo el mundo hablaba. Para bien, o para mal. Basándose en la Biblia, para la que Babilonia era el equivalente de Sodoma y Gomorra, los protestantes comparaban a Roma con Babilonia, simbolizada por la torre de Babel: una urbe corrupta, sometida a los caros caprichos y a los vicios nefandos de la corte papal.  La relación entre Roma y Babilonia no era desconocida. Sin embargo, era juzgada de modo muy distinto en Italia. Papas como Nicolás V (1447-1455) quisieron que Roma volviera a ser, como en tiempos del Imperio Romano, la capital del mundo (urbs caput mundi): para esto, tuvieron que lograr que Roma asumiera un doble papel: ser al mismo tiempo la Ciudad de Dios y la Ciudad de los Césares, la Jerusalén celestial y  Babilonia. Así pues, ser Babilonia, denostada por la Biblia, ya no era un descrédito: indicaba el renacido esplendor romano. ¿Qué había ocurrido para que Roma se hubiera apagado?
 Hace casi mil doscientos años que Roma ya no era lo que fue durante los siglos I y II del Imperio Romano. Ya en el tardo-Imperio, cuando éste aún cubría casi toda Europa, el norte de África y el próximo oriente, Roma perdió la importancia. Las amenazas bárbaras en la frontera con el Rin habían obligado a desplazar el centro de poder de Roma a Milán y a Tréveris, más cercanas a la zona de conflictos. Por otra parte, la fundación de Constantinopla en el siglo IV, y la consiguiente división del Imperio, habían contribuido a la pérdida de centralidad de Roma. Ésta fue asediada o saqueada varias veces por godos y hunos antes de que el último emperador romano de Occidente fuera depuesto en 476.
Roma apenas contó en Europa hasta las primeras cruzadas a principios del siglo XII. Se hallaba inmersa en las guerras entre bárbaros (ostrogodos, normandos) y bizantinos, por la recuperación del imperio romano, y árabes, por el dominio del Mediterráneo. Los árabes la devastaron.  En el momento  álgido del Imperio Romano, en el siglo II, Roma llegó a tener un millón de habitantes. A principios del siglo XV ya solo albergaba treinta mil almas.
La ciudad era un campo de ruinas. Los rebaños pastaban en los Foros.  La orilla oriental dependía del emperador del Sacro Imperio Germánico, mientras que la oriental (el barrio del Borgo, al pie del monte Vaticano, donde se hallaban las ruinas del circo de Nerón) pertenecía al papado. Viajeros, hasta bien entrado el siglo XVI, se lamentaban sobre la suerte y condición de la antigua capital Imperial. Así el poeta francés du Bellay escribía en 1556: “Recién llegado, que buscas Roma en Roma, y nada de Roma en Roma percibes, esos viejos palacios, esos viejos arcos que ves, y esos viejos muros, esto es lo que se nombra Roma.” (J. du Bellay, Las Antigüedades de Roma, III, 1-4)

sábado, 18 de agosto de 2012

EL TEMPLO SUMERIO, 2 (Templos ovales)


Reconstrucción en 3-D: Luis Amorós & Miguel Orellana (404Arquitectos, Barcelona y Vancouver) (2011)
Copyright: Fundación "la Caixa"


Contrariamente a lo que acontecería en Grecia, Roma y, por ejemplo, India, Mesopotamia y, en concreto, Sumer, no poseyó ningún tratado de arquitectura o construcción que dictaminara qué formas o tipologías eran las más adecuadas para determinados edificios o funciones. Al menos, hasta ahora, no se ha encontrado texto alguno (sí Himnos a Templos, que nada dicen sobre la forma del templo, y algunas descripciones de santuarios, que no dictaminan sobre las formas que se tenían que respetar) -tampoco se han hallado tratados griegos, pero se sabe que existieron-.

Es incluso difícil distinguir templos de otro tipo de edificios. Se duda, en ocasiones, en interpretar restos como de un palacio, un santuario o un... puente (como ocurre en Lagash). Todo parece indicar que los templos no poseían una tipología específica. Ni siquiera el tamaño era necesariamente significativo. Sí se sabe que los templos urbanos, contrariamente a los santuarios extra-urbanos,solían estar rodeados de un muro y estaban dotados de dependencias y almacenes. El templo propiamente dicho, la casa de la divinidad, solía estar estructurado alrededor de espacio central, de planta rectangular, cubierto o no, al que daban estancias o capillas, pero no es seguro que esta tipología fuera siempre, ni siquiera mayoritariamente, empleada. Un templo era una casa, una casa grande, ocupada por una divinidad.

Sin embargo, se han encontrado tres o cuatro ejemplos de templos sumerios que se diferencian de la tipología antes citada. Poseen una estructura única en el mundo. El santuario, al menos durante ciertas épocas, poseyó una morada divina, colocada sobre un alto podio, y dependemcias, y estaba rodeado por un muro, o un doble anillo de muros de planta oval. así se presentaba el llamado Templo Oval de Khafaje, así como de un templo de Inanna en Lagash y del conocido templo de Ninhursag en Obeid. Estos templos se distinguían de la trama urbana, estuviera ésta planificada o no. Formaban una unidad, un conjunto ensimismado, mal o nada relacionado con la ciudad. La ciudad creció alrededor del templo, pero los espacios intersticiales nunca pudieron ser colmados. El santuario no casaba con la ciudad. Era un cuerpo extraño. O viceversa: la ciudad no "cuadraba" con el templo, como si dos órdenes, o dos concepciones, se confrontaran o se enfrentaran.

Tres templos constituyen, sin duda, muestras escasas de tipos de edificios. Además, no se sabe a qué divinidad estuvo dedicado el Templo Oval. Sí se sabe, sin embargo, que los dos otros santuarios fueron la morada de divinidades femeninas.
El Templo Oval se construyó sobre un terreno anteriormente ocupado por viviendas. Éstas fueron arrasadas, la tierra limpiada, los restos, los cimientos de las viviendas barridos, y el suelo cubierto con una gruesa capa de arena, de tierra "nueva" o virgen, a fin que el templo descansara sobre un suelo puro o purificado. Los cimientos del Templo reproducían la planta y el volumen del edificio. Éste, por tanto, descansaba sobre una especie de construcción enterrada. Este hecho no es único. También se produjo en el Giparu o Templo de piedra de Uruk. Éste estaba dedicado a una divinidad femenina, madre de las aguas y la fecundidad. Es posible, pues, que el Templo Oval de Khafaje se hubiera construido para albergar la efigie o el cuerpo material de una diosa.

Cabría preguntarse, así, como ya se ha hecho, si los templos de planta oval, no estarían dedicados a divinidades femeninas. Recordarían quizá, los primeros santuarios de la historia, siempre semi-enterrados, tradicionalmente interpretados, debido a las estatuillas halladas, como moradas de diosas-madre. Quizá los templos ovales evocaran las aguas primordiales, cuyo perímetro era semejante al de una gran matriz. Los templos ovales podrían haber evocado el espacio, o la arquitectura de los inicios, concebidos como un espacio del que el resto del mundo, quizá incluso las ciudades, salieron. Las ciudades, pues,  existirían gracias a la presencia generativa de los templos "maternales".
Es muy posible que nunca se llegue a saber a qué respondían estos -y otros- templos. Los restos arqueológicos, están hoy demasiado arrasados (por las inclemencias o simplemente el paso del tiempo). Pero, al menos en dos casos, parece descubrirse una posible lógica que ligue el tipo de santuario con el tipo de divinidad: divinidades femeninas primordiales como Inanna, diosa de la creación y la destrucción, y Ninhursag, diosa de las montañas, una diosa-madre, y templos que debían aparecer, envueltos en un muro continuo curvo, como cuerpos imponentes, quizá benéficos, aunque misteriosos.

 

The Three Stooges (1922-1970): The Carpenters (Los carpinteros) (1936)




 No se pierdan tampoco Disorder in the Court (Desorden en el juzgado) (1936):

 

jueves, 16 de agosto de 2012

Benoit Felici (1984): L´incompiuto italiano (Italia incompleta) (2011)



Agradezco a Jorge Nudelman (Catedrático de Teoría, Facultad de Arquitectura de Montevideo, Uruguay) la información sobre este documental -que podría referirse a cualquier país mediterráneo, sobre todo a España, también.
Véase la página web de este documental (de 32 minutos de duración, del que el presente fragmento solo muestra unos catorce): http://www.unfinished-italy.com/

Casas voladores: la casa de María en Loreto




Saturnino Gatti: El traslado de la Casa de María, s. XV

(Redactado el 15 de agoto, día de la Asunción)

Las obras de arquitectura son materiales. Pesan, están ancladas, al menos depositadas y atadas, a la tierra, y perduran en el tiempo, aunque el tiempo dure un día o una noche. Delimitan un espacio, pensado para la vida del ser humano,, en el que éste puede refugiarse, asentarse.

Los prototipos de las obras de arquitectura, las obras arquitectónicas ideales, inciden en uno de los dos rasgos fundamentales: el movimiento descendente hacia las entrañas de la tierra, o el ascendente, hacia las nubes. Así, las arquitectura se constituye a imagen de la cueva (unida a la tierra, invisible desde el exterior), o de los edificios aéreos, suspendidos sobe las nubes. La arquitectura "real" media entre estos dos polos: conjuga el enraizamiento y la elevación. Las cuevas aparecieron en los orígenes del mundo. Son obra de las dioses de la tierra, de las diosas-madre: las cuevas son su vientre. Las arquitecturas aéreas, por su parte, señalan el dominio de los dioses superiores, que no se dignan a mezclarse con los mortales.

Los edificios aéreos existen en muchas culturas. Son conocidos el templos aéreo de Delfos -Delfos era la Gran Matriz del Mundo-, construidos con plumas a instigación de Apolo; el palacio levantado -literalmente levantado, depositado en lo alto- por el patrón de los arquitectos, el apóstol Tomás, o tantas construcciones en el cielo descritas en leyendas y fábulas, a menudo orientales. Desde luego, en todas las culturas, los dioses moran en las cumbres o en palacios apoyados en la bóveda celestial.

Como Laputa, la ciudad aérea descrita por Swift, las construcciones en el cielo representan un ideal, o una utopía: un modelo de espacio habitable deseable, pero quizá inalcanzable; por tanto, siempre anhelado.

Uno de los edificios aéreos más recientes se halla en Loreto, en Italia. Se trata de la Casa de la Virgen María. Fue trasladada desde Nazareth por los ángeles (o por el ángel de la Anunciación), y depositada primero en Tarseto (en Dalmacia), y luego en lo alto de un risco, cuya ladera estaba cubierto de laureles: Loreto. Allí la casa renació; y renació el mundo.

María sufrió la ascención (o asunción). La separación de la tierra no le era extraña. Su casa no podía ser la de na humana. Tenía, pues, que poder volar.Esta condición acentuaba el carácter sobrenatural -pero próximo a los hombres- de María y de su espacio.

La casa fue depositada en un paraje parecido a Delfos. El laurel era una planta apolínea. Laurel era lo que la Pitia, la sacerdotisa de Apolo, mascaba para elevarse. Antes de convertirse en el hogar de Apolo, Delfos fue la morada de la diosa-madre Gea. Posteriormente, ya con Apolo, el templo era guardado por Hestia, la diosa griega del hogar.
Cristo, hijo de María, fue representado -o concebido- como un nuevo Apolo. El traslado de la casa de María de Narareth a Loreto, el lugar donde su hijo, Apolo-Cristo, renació, significaba la renovación, la reactualización del espacio habitable. La casa de Maria se constituía como un nuevo centro que organizaba, que centraba el espacio -un espacio lejos del islam, pues los ángeles trasladaron la casa de María por los aires cuando Nazareth cayó en manos de los Mamelucos, en el siglo XII. El nuevo Nazareth era Loreto. Jesús renacía en Loreto. La casa común, el espacio de los humanos, se reformaba alrededor de la casa de María, que alumbraba de nuevo a la humanidad, simbolizada por su hijo que asumía la condición y los pesares de los humanos.
Pocas veces la arquitectura ha sido capaz de simbolizar el destino humano.    
 

Joao Pedro Rodrigues (1966): My City-Lisbon (2010)

lunes, 13 de agosto de 2012

Cómo se interpretan restos arqueológicos (casas y deshechos)

Los huesos de animales son más preciados que las estructuras arquitectónicas en los yacimientos arqueológicos. En los inicios de las excavaciones se eliminaban. Afeaban el conjunto. Eran considerados basura: no eran los arqueólogos buscaban.
Hoy son una fuente de información básica sobre la vida en las ciudades del pasado. Son buscados afanosamente. Sin éstos, los restos arqueológicos, por espléndidos que parezcan, son letra muerta. En Mesopotamia, por otra parte, los restos de adobe, derruidos, informes, no pueden ni siquiera contar con su encanto para seducir al visitante.
En los yacimientos sumerios (en el sur de Iraq), desde el cuarto milenio aC, los asentamientos están cubiertos de huesos animales. Gracias a éstos, se puede intuir los modos de vida de los habitantes de pueblos y ciudades. Los animales (ovejas y cabras, principalmente) eran atesorados por varios motivos: daban leche, carne y lana. Esto es, alimentaban a la ciudad y, quizá a ciudades vecinas, servían también para pagar impuestos ( a templos, principalmente así como a casas  nobles o principescas), así como para ofrendar a los dioses, y por fin, permitían la elaboración de tejidos para cubrir necesidades básicas y para comerciar. Los animales utilizados para la lana se sacrificaban tardíamente; los que se domesticaban por la carne eran matados relativamente pronto, salvo las hembras; por su parte, los machos eran eliminados muy pronto si lo que interesaba eran tener animales para obtener leche. El estudio de los huesos permite saber la edad y el sexo del animal, aunque a veces es difícil distinguir entre cabras y ovejas: se puede así descubrir a qué edad fue sacrificado el animal y, por tanto, especular sobre las razones del sacrificio.
El esqueleto de un animal, en principio, se mantiene entero. Es el tiempo y el clima los que acaban por hacer desaparecer ciertos huesos, o los desperdigan. Mas, si en ciertos lugares se halla un gran número de un determinado tipo de hueso se puede suponer que su presencia es consecuencia del traslado intencionado de ciertas partes animales. Esto podría ser debido, no al azar, sino que la existencia de un tipo de huesos -y no del esqueleto entero- sería el testimonio de un banquete, o de comidas reiteradas o habituales: estaríamos ante los restos de viandas ingeridas, lo que ofrecería datos de gran valor sobre el tipo de alimentación, el comercio e, incluso la estructura social: se podría averiguar qué se ingería, qué clase social  ingería las viandas -los trozos "más sabrosos" denotarían, posiblemente, la existencia de clases o casas acomodadas- y, por fin, también pueden revelar la existencia de algún tipo de administración que gestionaba sacrificios y distribución de alimentos, cárnicos, en este caso.
Se puede también intuir cuántas personas eran necesarias para la manipulación y el transporte de la carne, obteniendo datos sobre la estructura social de la ciudad. Unos simples huesos revelan cómo se vivía, qué relaciones de poder se establecían y, quizá incluso, qué imagen se tenía de la vida, qué se esperaba de ella. El tipo y el tamaño de las estructuras arquitectónicas pueden, entonces, corroborar las hipótesis sobre la estructura y la vida social en una ciudad. Los huesos, las basuras son el testimonio que la vida se desarrollaba en las estructuras arquitectónicas. La vida se consume y produce, siempre deshechos. Éstos, durante mucho tiempo, no han querido verse.