“Lo real debe ser convertido en ficción para ser pensado (…)
Escribir la Historia y escribir historias pertenecen a un mismo régimen de verdad”
(Jacques Rancière)
El mito da la razón a los hechos; les descubre, o les
proporciona una razón. El mito escoge y ordena los hechos históricos según la
lógica de la ficción, liberando o postulando un sentido, transformando así el
relato histórico, necesariamente sin argumento, finalidad o hilazón, en una
narración lógica (un mito, una fábula) que puede ser, así, juzgada o apreciada.
El espacio en el que viven los humanos y
se desenvuelven las acciones de éstos, las hombres y los hechos, aislados,
sin relación los unos con los otros, incomprensibles a menudo, adquieren,
cuando son traducidos por la ficción (el mito, la tragedia, la epopeya),
sentido, y se vuelven así necesarios y legibles o comprensibles, sin perder, no
obstante, la parte de misterio o de penumbra, de gratuidad, de toda historia humana real. El mito es la
clave que permite que la Historia tenga o adquiera un “argumento”.
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