domingo, 11 de enero de 2015

MARIO SIRONI (1885-1961): EL ARQUITECTO, LA CASA Y LA CIUDAD













































Un arquitecto, de pie, con una blusa blanca de cuello redondo, sostiene un compás entreabierto; la mirada, ensimismada. Un capitel corintio sobre una base rectangular, a la altura de la cabeza, un jarrón sobre una peana de menor altura, y una pilastra, lo encuadran: quizá sean proyecciones mentales. Una puerta, en el fondo, abre una raja de luz. Una sombra negra le parte el rostro y acentúa la mirada rasgada y los labios finos.
La obra maestra del pintor italiano Mario Sironi, entre metafísico -marcado por Carrà- y casi matérico en los años cincuenta -se le ha asociado a Fautrier-, abre, hasta febrero, una excelente exposición antológica en el interior del monumento a Vittorio Emmanuele en Roma, que no obvia el pasado fascista del artista, pero se centra en sus vistas urbanas, entre los años treinta y cincuenta: calles desiertas, y empinadas, o vistas con perspectivas forzadas, viviendas entre fábricas, cielos sucios, tranvías o camiones que circulan entre fachadas con ventanas idénticas, alguna sombra, un maniquí, bajo una luz de gris atardecer que no crea sombras sino que funde cielo y edificios, o un caballo que se ha equivocado de siglo como si las barreras que la modernidad interpuso entre ella y el pasado, hubieran saltado de pronto.
Imágenes poderosas sobre la vida de cementerio en la ciudad moderna

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