jueves, 20 de octubre de 2016

Capricornio en Roma

La constelación de Capricornio estaba para la advocación de Enki/Ea, dios mesopotámico de las aguas, la magia, y la arquitectura, lógico si pensamos que se ubica cerca de constelaciones ligadas todas ellas a las aguas fecundas (Piscis y Acuario) en el cielo -tal como contamos en un texto anterior.
Su signo, un ser híbrido formado por una cabra y un pez, simbolizaba el control que Enki ejercía sobre los dos dominios de la tierra y de las aguas.

Babilonia no tuvo la última palabra sobre esta constelación. Brilló especialmente en los inicios del Imperio Romano. Augusto dijo haber nacido bajo este signo -lo que posiblemente fuera falso: Octavio, llamado luego Augusto, nació cuando la constelación de Libra dominaba, pero se pensaba que había sido engendrado bajo la influencia de Capricornio- y que la constelación lo protegía. La asociación entre Augusto y Capricornio era significativa, sin embargo.
En Roma, Capricornio ya no estaba bajo el control del dios Enki o Ea, una divinidad antiquísima que se desvanecía. Neptuno y Saturno eran ahora los dioses que se manifestaban bajo Capricornio. La relación entre Neptuno y dicha constelación era lógica. Neptuno era tanto el dios de las entrañas de la tierra cuanto de las aguas marinas, por lo que asumía las funciones que habían incumbido al dios mesopotámico. Cuando Neptuno ascendía a través de la constelación, en diciembre, las aguas que traía empezaban a regar la tierra preparando el adviento del año nuevo. 
La relación entre Capricornio y Saturno quizá fuera sorprendente -pero era lógica. Saturno era el padre de los dioses, el primer dios. Bajo su mandato tuvo lugar la Edad de Oro: una época durante la cual no existieron rivalidades entre hombres, dioses y animales, que compartían un mismo espacio idílico. La ausencia de conflictos implicaba que sistemas defensivos, techos protectores y cerramientos no fueran necesarios. Cuando la Edad de Oro, se contaba, las ciudades carecían de murallas, y las casas estaban abiertas de par en par. El cuerno de la cabra-pez (Capricornio significa cuerno de cabra) era la cornucopia o cuerno de la abundancia de la que brotaba un maná de bienes que cubrían los seres de bienaventuranzas.
La Edad de Oro era el mundo tal como Saturno lo creó: un mundo perfecto. Dada la voluntad de Augusto de retornar a la Edad de Oro, era necesario que hubiera nacido bajo el signo de Capricornio, la única manera que pudiera estar bajo el influjo del dios sabio y meditabundo Saturno. La doble naturaleza, acuosa y terrenal, de Capricornio, simbolizaba bien el poder de Augusto sobre tierras y mares.

El dios mesopotámico Enki fue, sin embargo, un dios constructor: concluyó la obra de su padre An, el dios del Cielo. Suyas eran las técnicas edilicias y las artimañas para delimitar parcelas, levantar paredes y cubrir interiores. Se trataba de un dios activo, muy distinto de Saturno, un dios que reposaba tras la creación del mundo, que no necesitó reparar o completar nada.

A través del imaginario del signo y de la constelación de Capricornio se detecta la tan distinta visión de la arquitectura mesopotámica y romana. Para los mesopotámicos, construir, restaurar y reconstruir eran tareas ineludibles que se tenían que ejercer sin cesar, pues el mundo no fue creado perfecto y se deterioraba en cuando se completaba. La constelación de Capricornio influía en las acciones constructivas y restauradoras.
En Roma, en cambio -como en Israel- el mundo fue creado perfecto, aunque también se degradaba. De ahí que fuera necesario restaurarlo antes de volver a descansar: tal era la tarea de Augusto. Volver a actuar como Saturno, es decir restablecer la paz, lo que conllevaba el derribo de murallas y la apertura de cierres, a fin que el Imperio fuera una imagen renovada de la Edad de Oro. No se construía para defender ni delimitar, sino para eliminar barreras, borrar huellas de la acción humana que degradaba la creación saturnina. También en esta tarea hércúlea, solo la constelación de Capricornio podía iluminar y guiar.  
 
Una exposición excepcional, en el Instituto para el Estudio del Mundo Antiguo (ISAW) de Nueva York, titulada El Tiempo y el Cosmos en la Antigüedad Greco-latina, detalla con precisión la importancia augustea de Capricornio.

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