viernes, 17 de noviembre de 2017

El fin de los imperios mesopotámicos

Los gobiernos caen cuando los países son invadidos. La guerra acaba con el poder y la economía del perdedor. Todos los beneficios políticos y económicos recaen en el bando contrario.
¿Es cierto? 
¿Gana el vencedor?

El hallazgo de unos corales muertos en medio del desierto del sur de Iraq ha puesto en jaque este evidencia. El coral requiere agua. No vive en tierra firme. El desierto se hallaba, pues, bajo las aguas. En efecto, los aluviones acarreados por los ríos Tigris y Eúfrates desplazaron la costa un centenar de quilómetros en los últimos cinco mil años.
Puertos marinos mesopotámicos se convirtieron en puertos fluviales antes de quedar rodeados de tierras desérticas cubiertas de sal, cuando incluso el curso de los ríos se desplazaron.

Los puertos comprendían infraestructuras de contención: diques y muelles, particularmente aptos para la vida de los corales que crecen en la base de los muros submergidos.
Si los corales murieron fue debido a la retirada del mar ante el avance de la costa.

Análisis han demostrado que el fin de las barreras de coral mesopotámicas aconteció en el siglo III dC.
Un repaso de la historia de Mesopotamia revela que fue por aquellos años cuando emperadores sasánidas -sucesores de los Persas y posteriormente de los Partos- emprendieron grandes campañas militares para conquistar la India y Arabia. Obtuvieron la victoria. Ningún imperio mesopotámico llegó a ser tan extenso: de la India hasta lo que hoy es Rusia, y hasta casi el centro de África.

El tamaño de los ejércitos era descomunal. La cantidad de alimentos necesarios sobrepasaba toda la producción que Mesopotamia podía dar.
Fue necesaria la irrigación forzada para obtener más cultivos. Se abrieron un sinfín de canales artificiales. Todo el sur de Iraq quedó marcado, apresado por una densa trama de canales que llevaban el agua de los ríos y los afluentes por todo el sur. Los aluviones dejaron de concentrarse en la desembocadura de los ríos Tigris y Eúfrates y se extendieron por todo el territorio acabando por toda la costa que fue avanzando. 
Los puertos -centros productivos y comerciales- quedaron aislados en medio de tierras. Éstas se volvieron salobres. La agricultura fue perdiendo rápidamente importancia. La riqueza que los puertos traen y exportan se perdió.
El imperio sasánida fue incapaz de mantener a los ejércitos por mucho tiempo. La victoria que habían obtenido dejó de ser relevante. Se convirtió en una carga.
Pronto las invasiones árabes acabarían con el último imperio mesopotámico.
Tras seis mil años ininterrumpidos de dominio del Próximo Oriente antiguo, el mundo mesopotámico desapareció para siempre.

Las ponencias de la arqueóloga y militar norteamericana Jennifer Pournelle (Universidad de South Carolina, EEUU) suelen ser explosivas. La de hoy, que abría el congreso anual de la American School of Oriental Research, en Boston, ha hecho saltar por los aires toda una concepción asumida de la historia.
Una visión polémica y brillante que no da nada por sentado.

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