jueves, 14 de noviembre de 2019

El amor al arte



Primera foto: Tocho, noviembre de 2019


Ola, es una escultura de bronce de gran tamaño de Jorge Oteiza. La obra original era diminuta y fue agrandada desmesuradamente, con la autorización del artista, ya muy mayor, y ubicada sobre la plataforma que da acceso al museo, ante la fachada del mismo.
La escultura -que sin duda no es la obra más afortunada del artista- está hoy cubierta de pinturas, grafitis y otras sustancias. El museo no interviene ni la protege.
Cabría pensar, entonces, que estos actos vandálicos, gozan del permiso de los herederos del artista (ya  fallecido) quienes, en último término, tienen la última palabra sobre la manipulación de la obra.

En comparación, el artista Garcia Sevilla, decidió recientemente intervenir en una obra suya expuesta permanentemente en el museo, compuesta por un gran número de imágenes que componen un mural de gran tamaño, titulados Deus (Dioses), insertando pequeñas cartelas de colores con la palabra Libertad entre las obras, aludiendo a hechos políticos de actualidad. Los vigilantes y el museo se lo impidieron, pese a que el artista afirmaba tener  el derecho moral y real de intervenir en su obra como lo considerara. Dicha intervención, seguramente absurda, pero decidida y emprendida por el artista, fue prohibida. Una cartela indica la intervención frustrada del artista, y los papeles de colores que intentó inserten yacen, al menos en parte, en el suelo, suscitando la duda de si el museo no se limpia o si los papeles forman parte de la obra, lo que la cartela desmiente, pues señala que son la consecuencia de una intervención del artista que se entiende no fue autorizada por el museo  -si lo hubiere sido, los papeles insertados se hubieran quedado, y el museo velaría hoy porque se mantuvieran en los lugares en los que el artista los ubicó y tal como los situó.
Es decir, en este último caso, contrariamente, a lo que ocurre con la obra de Oteiza, el museo no autorizó un acto vandálico, la intervención en una obra ya concluida, que afecta la integridad de la misma, pese a que la intervención hubiera sido llevada a cabo por el propio artista.
Es posible que el cuidado de la obra de Oteiza implicara la confrontación con los “grafiteros”, una acción quizá considerada penosa que un museo de arte contemporáneo posiblemente  no puede permitirse (la censura no tiene cabida) so pena de ser considerado como un opositor de muestras artísticas o “artísticas” actuales y vitales.
¿Vandalismo o vitalismo? ¿Censura o cuidado?


4 comentarios:

  1. Por aquí tenemos una obra de Oteiza que a mí me apasiona, aunque hace tiempo que no paso por el lugar y no sé si seguirá estando respetada. Paso enlace y también otra cosa de Chillida en una fundación.

    https://elpaseantevallisoletano.blogspot.com/search?q=oteiza

    Gracias.

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    1. ¡Muchas gracias!

      ¡Me gusta!
      Y creo que es mejor que la de Barcelona
      Aunque prefiero las obras de Oteiza de menores dimensiones. No parecen un tanto hinchadas, y su masa no se impone sobre la sutileza de la forma

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  2. En mi opinión es un caso de vandalismo. Las autoridades no hacen nada para evitarlo, lo he denunciado en diversas ocasiones. Creo que debería protegerse esta obra, quizás, colocándola en el interior del museo.
    Saludos
    Francesc Cornadó

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    1. Creo que, en efecto, es vandalismo (y una falta de respeto por una obra que quizá interese poco -pero, entonces, ¿por qué "exponerla" tanto?-), como la mayoría de los grafitis, por mucho que nos empeñemos en verles la gracia y considerarlos como expresiones genuinas de una voluntad artística.
      Pese a que se afirme desde hace más de cien años que todo el mundo es artista, el resultado salta a la vista.

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