La ciudad fundada por Asdrúbal, de la que queda un fragmento de muralla, aunque traza alguna de su palacio, se ubicaba en una colina, en el extremo de la península, rodeada por el mar y por lagunas desecadas en el siglo XVIII.
Fue poblada por habitantes de la isla griega de Delos -centro de cultos orientales cuando la pérdida de influencia del santuario de Apolo, hacia el siglo III aC-, en una fuerte emigración hacia el Mediterráneo occidental, provenientes del Oriente.
Poseía no solo un santuario dedicado a los dioses egipcios helenísticos (ptolemaicos) Serapis e Isis, sino un santuario, de composición helenística aterrazada, muy escenográfica, abierta al paisaje, como en Pérgamo -que marcaría el santuario itálico de Palestina y, de allí, de Cartago Nova-, dedicado a la gran diosa de las aguas siria Atargatis (semejante a Ishtar y a Afrodita).
El Molinete, que acoge el yacimiento arqueológico romano, protegido por la gran intervención de Cánovas-Amman-Maruri, bajo el cual se encuentran unas termas, casas, una parte de la trama urbana y el gran colegio religioso que atendía al cercano santuario de Isis, no lejos del foro, fue un centro de cabarets y prostíbulos, llamado la pequeña Marsella (Cartagena era un gran puerto militar), hasta los años 50. Arrasado entonces, y rehabilitado desde los años 90, presenta el yacimiento arqueológico, que conectaba a través del cardo, el santuario helenístico de Atargatis con el teatro romano.
Hoy, las excavaciones bajo cubierta han terminado. Han revelado únicas ventanas de mica perfectamente observadas, pinturas y frescos de un Museo -a imitación del de Alejandría, lo que acentúa el carácter oriental de Cartagena.
No lejos se rehabilita el foro, se reconstruye el basamento de un templo dedicado al culto imperial, precedido por un gran altar de tipo helenístico, de época Flavia, y se construye un museo.
La insólita relación entre el templo imperial y el gran altar también se halla en Sabratha y en Leptis Magna, ambas ciudades Romano-imperiales en el norte de África.
La importancia de Carthago Nova, en época imperial, el gran puerto de distribución de mercancías por todo el Mediterráneo, era tal que la entronización del emperador Galba aconteció en esta ciudad, aún viva en el siglo V, cuando el Imperio se descomponía.
Agradezco la detallada visita y comentarios (los errores son solo míos) de los arquitectos y profesores Andrés Canovas y de José Miguel Noguera.
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