domingo, 14 de marzo de 2010

El ilusionista y el fundador, según Platón (o el arquitecto como artista verdadero)

Cy Twombly: Platón (1974), dibujo sobre papel, 100x70 cm


La dura condena (al destierro o a muerte) de los artistas miméticos (poetas, pintores, actores, ilusionistas, titiriteros, etc.), y de todas las imágenes naturalistas (artísticas o naturales, como los reflejos en el agua o unasuperficie bruñida, y los espejismos), por parte de Platón, es conocida y, desde siempre, su posición teórica y vital ante los ilusionistas ha sido difícilmente aceptada.
Esta postura, defendida en diálogos como La República o el Ion, fue matizada en los textos tardíos El sofista, y Las leyes, en los que reconocía el valor de las imágenes geométricas, no naturalistas, por su capacidad de evocar formas ideales y de ayudar, como los muy posteriores iconos bizantinos (justificados por los Padres de la Iglesia a partir de Platón y de autores neoplatónicos como Plotino), a quienes no estaban debidamente instruidos o adiestrados en el "arte" de concebir o intuir ideas sin soporte material o visual.
Sin embargo, el diálogo La República, en el que Platón trata tan duramente a los poetas y los artistas plásticos (pese a reconocer el encanto de los versos de Homero), contiene una hermosa y sorprendente afirmación: frente a los poetas, cuyas obras -que cuentan hechos que no deberían contarse (la vida "disoluta" de los dioses), o que los cuentan mal (describen a los dioses como disolutos, cuando no podían serlo, por ser el origen del bien)- son atacadas (mientras que aquéllos son proscritos), son defendidos por Sócrates quienes se comportan como "oíkistaí póleoos" (Rp., 379a).
¿Quiénes son, y qué hacen?
Los traductores modernas suelen escribir: "fundadores del estado".
Sin embargo, una traducción literal sería más bien: "instaladores, fundadores o constructores de las estructuras físicas y legales de una ciudad". Oikidzoo signica establecer (en) una morada, construir. Oikos era morada (home, en inglés); domos, casa, construcción (en inglés, house). Quienes actuaban como oikistaí poleoos eran quienes habilitan el espacio y lo convertían en un abrigo protector, en un lugar habitable, quienes transformaban el espacio en un lugar, una morada: una ciudad o, mejor dicho, un espacio urbano, urbanizado, una tierra donde se practica la urbanidad, donde se "guardan las formas", se depositan, como si del más preciado tesoro se tratara.
Se trataba de construir con justicia, con fundamentos. La arquitectura era, sí, aceptada, en tanto que consistía en un arte fundado; apoyado en estructuras físicas y legales, dotado de "normas" -de trazos, límites y edictos- que ponían coto -y acotaban- la naturaleza indómita, nocturnal fuente de males.
Solo los legisladores estaban capacitados y tolerados para fundar ciudades: eran filósofos y arquitectos: construían y dictaminaban, formaban y educaban.
La arquitectura, en tanto que arte capaz de poner orden (en el espacio y entre los hombres), de crear comunidades (cívicas y civilizadas), era la única actividad creativa que Platón defendía, precisamente por su poder de fundar un orden armónico en la tierra, de unir el cielo y la tierra, de proyectar el empíreo sobre el barro. La unión entre lo celestial y lo terrenal, que Platón echaba en falta en las artes miméticas -ya que se contentaban con producir ilusiones "sin fundamento"- se lograba solo en la filosofía, la política y la arquitectura, artes o tareas que Platón no distinguía intencionadamente, porque todas eran practicadas por unas mismas personas con el fin de formar espacios acotados ciudadanos, espacios de libertad donde los mortales se convertirían en ciudadanos.
Fue Platón el primero que supo ver la verdadera función de la arquitectura. Y quizá el último.
Sobre la ciudad verdadera, véase un texto fundamental, sobre el que se deberá volver:
Leo Strauss: "Sobre La República de Platón", La ciudad y el hombre, Katz, Buenos Aires, 2006 (1a ed. inglesa, 1964), ps. 79-200

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