miércoles, 25 de enero de 2012

Çatal Hüyük
























Nota: La imagen del fresco es una réplica. El original, framentado y en mediocre estado se halla en el Museo de Ankara



El asentamiento de Çatal Hüyük (en el sur de Turquía, cerca de la ciudad de Adana, no lejos de los montes Tauro) existío durante unos mil años, entre el 7000 y el 6000 aC.
Hallado por el arqueólogo británico James Mellaart en 1959, ha sido excavado en dos etapas, en los años sesenta, y desde los años noventa, si bien solo una mínima parte de las 15 hectáreas ha sido desenterrada. Básicamente, tres áreas han sido despejadas, de unos cien por cincuenta metros de planta cada una, separadas entre sí.
La casi totalidad del montículo, formado por un gran número de niveles, correspondientes a distintas fases del pueblo a lo largo del tiempo, espera aún ser explorado.

Se ha escrito que se trata de uno de los primeros asentamientos permanentes de la historia, tan bien planificado, y tan extenso (vivían unas quince mil personas, tantas como en la Atenas clásica), que se ha pensado que ya era una ciudad, cuatro mil años antes que las primeras ciudades de la historia, en el sur de Mesopotamia (Iraq).
Las viviendas tenían una planta cuadrada, organizada alrededor de un pequeño patio, quizá descubierto. Estaban todas dispuestas según un eje norte-sur. Los muros eran de ladrillos de adobe, sin duda moldeados (los primeros ladrillos fueron inventados poco ates de la fundación del poblado. En algunos casos se conservan con una altura de casi un metro. Todas las viviendas, sin duda solo con una planta baja, tenían la misma superficie, por lo que se supone que la sociedad era aún igualitaria. Estaban dispuestas formando un mosaico. Las paredes exteriores estaban unidas, por lo que el poblado carecía de espacios públicos (calles y plazas). El acceso se realizaba por el tejado: una escalera de mano descendía desde una trampilla en la terraza. Es posible que no todas las viviendas tuvieran la misma altura, por lo que todas las terrazas juxtapuestas y escalonaban conformaban un único espacio transitable y público del que se accedía a las distintas viviendas.
Los muros interiores estaban encalados. La cal, en ocasiones era utilizada para formar relieves. Se han encontrado elementos del ajuar doméstico, depósitos de granos y quizá líquidos, y hogares. Las casas carecían de muebles. Sin embargo, el suelo presentaba desniveles que configuraban distintos espacios. Una de las estancias estaba cubierta por una tarima, bajo la cual se depositaban los restos descarnados de los difuntos que seguían, así, en su morada. Unas cuatro o cinco estancias compartimentaban el espacio interior, que comprendía una zona de cocina, despensas, y una pequeña sala para deshechos. La cal que recubría muros y suelos permitía mantener los interiores limpios.
Las casas, pese a tener ocho o nueve mil años, no se distinguen demasiado  de viviendas tradicionales actuales. Los gruesos muros de adobe, y la ausencia de oberturas (el humo del hogar salía al exterior por la trampilla de acceso), permitía mantener una temperatura bastante agradable, pese que al exterior, en invierno, como ahora, con el montículo cubierto de nieve, helaba.

Además de las casas, perfectamente ensambladas, en mejores condiciones que casas de pueblo medievales, ocho mil años más tarde, lo que más ha sorprendido han sido los bienes muebles y las pinturas. Una estatuilla de terracota, representando a una mujer gruesa y desnuda, sentada en un trono flanqueado por dos fieras (o dos tallas con fieras), de unos treinta centímetros de alto, que parece estar dando a luz (aunque este motivo es difícilmente reconocible, y no queda claro que la estatua represente a una mujer dando a luz), junto a efigies pintadas y esculpidas de toros, o a estatuas de cabezas astadas, ha dado pie a suponer un doble culto a una diosa madre y a su esposo o hijo, un toro, como si estos dos seres simbolizaran las dos funciones básicas que mantenían el poblado en pie y, al mismo tiempo, explicaban su fundación: la ganadería y la agricultura. Otros estudiosos, sin embargo, han asociado estas efigies no a divinidades sino a ancestros, y han supuesto que se quería insistir en la importancia de las mujeres y los varones en la organizacíoó y la pervivencia de los clanes familiares, basadas en el intercambio de mujeres y la existencia de hijos que mantenían a las familias asentaban en un mismo lugar.
Al mismo tiempo, se ha supuesto que estas imágenes pintadas o moldeadas se hallaban en espacios funcionalmente distintos: no habrían sido espacios profanos, domésticos, sino sagrados, santuarios. Éstos, sin embargo, presentan la misma disposición que las viviendas.

Estas interpretaciones se basan, en verdad, en una célebre estatuilla femenina (el el Museo de las Civilizaciones Anatólicas de Ankara), y en algunas pinturas y estatuas o relieves de toros o de bucráneos. Cabe plantearse si se puede llegar a descifrar la organización social, o el imaginario de un pueblo, que se mantuvo durante mil años, con unas pocas imágenes. Nada impide pensar que la estatuilla femenina representara a una mujer real, y que los toros mostraban las preciadas posesiones de un clan, que vivía tanto de la ganadería cuanto de la caza, del uro, en especial.

Las imágenes bien pudieran ser el testimonio del orgullo de los habitantes que mostraban sus más preciados bienes.
Este orgullo por estar en este lugar, esta identificación con el poblado, el territorio, un determinado espacio, quizá explique un insólito fresco: una representación única que muestra a Çatal Hüyük, mostrado en planta (constituyendo el primer mapa de la historia), a los pies de un volcán en activo (que efectivamenteguepardo, ya que la interpretación del monte o de la fiera no es fácil. En cualquier caso, el fresco opondría el espacio urbanizado, perfectamente regulado, ante la naturaleza desatada (ya sea en forma de una montaña explosiva, de cuyas entrañas, conectadas al mundo de los muertos, brotaba la obsidiana con la que tallaban afiladas lamas y espejos, ya sea de una fiera, que encarnaba, al mismo tiempo, la vitalidad concedida a los jóvenes cazadores). El "pueblo", así, se habría identificado con su pueblo.

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