sábado, 14 de enero de 2012

El descubrimiento "oriental" del Próximo Oriente antiguo


Mapa de Al-Idrisi

Aunque la cultura mesopotámica ya estaba fuertemente erosionada por el cristianismo a partir del s. II ó III dC (algunos estudiosos piensan que la llegada de Alejandro, en el s. IV aC, ya le dio un golpe mortal, que incluso remontan a la invasión persa en el s. VI aC), la invasión árabe, en el s. VII dC, puso fin a cinco mil años de cultura -una o unas culturas que variaron a lo largo de esos milenios-, pero también, al dejar de ser este mundo relevante o vital, lo fijó en el tiempo y lo convirtió en tema de estudio y conocimiento. Empezaba  la exploración de ciudades y monumentos en ruinas, aunque algunas, como Uruk siguieron teniendo templos politeístas abiertos hasta la llegada de los árabes.

Se suele pensar que la cultura mesopotámica cayó en el olvido, y fue despertada, redescubierta por las primeras misiones arqueológicas occidentales (francesas, británicas, alemanas) a partir de la primera mitad del siglo XIX, cuando un debilitado Imperio otomano no tuvo más remedio que autorizar la llegada de ejércitos extranjeros acompañados de exploradores y arqueólogos.
Sin embargo, se sabe que desde el siglo XII, algunos pocos aventureros y estudiosos occidentales se adentraron por Mesopotamia, una tierra descrita (y maldecida en general) por la Biblia (salvo la ciudad de Ur, de la que se decía Abraham era originario), y describieron algunas ruinas, como Babilonia.
Sin embargo, las primeras descripciones acontecieron tres siglos antes. Fueron obra de viajeros y exploradores musulmanes, para los que la Mesopotamia arabizada e islamizada no presentaba problemas de lengua ni de religión. Provenían de Bagdad, así como del califato de Córdoba. El imperio árabe tuvo la fortuna de conservar la Geografía del griego Ptolomeo (s. II dC), y de traducirla al árabe: inspiró a los primeros geógrafos árabes quienes no solo recorrieron Mesopotamia, sino que dibujaron mapas y describieron ruinas como las de Babilonia. El texto de Ptolomeo, por el contrario, se perdió en Occidente.
Mesopotamia presentaba otra ventaja en el imperio árabe (sobre todo para el califato de Bagdad): la ruta de la seda, que mercaderes árabes seguían hacia la India y China, pasaba por los valles del Tigris y el Éufrates.

Autores como Al-Mas´udi (871-957), Al Yaqubi (s. IX dC),Abu Hamid al Garnati (de Granada, como su nombre indica, 1080-1161), Ibn Yubair (1145-1217), de Játiva (como su nombre también señala), el extraordinario Mohammad Al-Idrisi (1099-1165), cuyo Viaje placentero a tierras lejanas (parcialmente editado en árabe en Roma a finales del s. XVI, y posteriormente traducido al latín) describe incluso el mar de los Sargazos, cerca de las Bermudas (el célebre Triángulo de las Bermudas), no muy lejos de la costa americana, y cuyos mapas fueron conocidos por Colón, y el gran Ibn Battutah (1304-1368), viajero que recorrió más tierras que Marco Polo, entre otros, fueron los primeros en recorrer los valles del Tigris y el Éufrates, en interesarse por la cultura mesopotámica y en  documentarla:

"Cerca del altozano (de Mosul) se halla un burgo importante, cercano a una ruina, que se dice es el emplazamiento de una ciudad conocida como Ninaua (Nínive), la ciudad de Jonás. Se descubren los vestigios de la muralla que la rodeaba, así como el emplazamiento de sus puertas": así describe Ibn Battutah las ruinas de la ciudad neo-asiria de Nínive, sin duda una de las primeras descripciones de los restos cercanos a Mosul.

El viaje (hacia Oriente, sobre todo) era una costumbre (casi una imposición moral) en el mundo islámico: todo musulmán tenía que emprender una vez en la vida el camino de La Meca. Por otra parte, el poder cultural y político de Damasco y, sobre todo, Bagdad, constituía un acicate para los musulmanes de Occidente y del norte de África.

La separación entre Oriente y Occidente, el debilitamiento del imperio árabe, conquistado en el s. XVI por los otomanos, los cuáles, a su vez, se encerraron sobre sí mismos a partir del s. XVIII, hicieron que esos textos, que se conocían en la Edad Media en Occidente, cayeran en el olvido en Occidente y quizá en Oriente incluso, si el imperio otomano veló siempre por las ruinas que atesoraba Mesopotamia sobre la que ejercía su poder.

Los planos que trazaron esos geógrafos árabes, marcados por Ptolomeo, fueron muy superiores a los que dibujaron los cristianos. Las exploraciones llegaron más lejos. Algunos textos fueron equiparados con la Historia de Herodoto.
Sin embargo, ya poco sabemos de estos descubrimientos. Traducidos tardíamente al latín, no pudieron ser estudiados en Occidente, y aún hoy, no existen siempre traducciones en lenguas modernas (incluido el árabe no clásico).

Esto no es óbice para que la historia del descubrimiento del próximo oriente antiguo no tenga que ser matizada.

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