domingo, 29 de enero de 2012

Gobekli Tepe (un año y medio más tarde)






















Fotos: Tocho, enero 2012

Bajo una espesa niebla, en lo alto de una colina yerma, parcheada por placas de nieve endurecida, barrida por un viento húmedo y helado, se intuyen los altos monolitos esculpidos en forma de T, que evocan a seres antropomorfos descomunales.
El entorno evoca bien las leyendas sobre este paraje desértico habitado por gigantes fantasmales. Quizá por este motivo, siempre fue un lugar desolado, del que las vecinas poblaciones huían. De la tierra pedregosa emergían apenas extrañas piedras pulidas: se contaba que eran los huesos de gigantes mal enterrados. Incluso los arqueólogos pensaban que nada bueno, de interés, podía librar esta tierra. Una misión norteamericana, en los años sesenta, determinó que los fragmentos de piedras talladas pertenecían a un triste cementerio bizantina que no merecía ser explorado. Treinta años más tarde, el arqueólogo alemán Klaus Schmidt logró dar rienda a una intuición y empezar unos sondeos. Pensaba descubrir un yacimiento asirio. Lo que halló y sigue desenterrando sin embargo, cambió la historia de la humanidad.

 Rodeados por piedras de menores dimensiones, geométricamente talladas, cubiertas con relieves de animales, los monolitos, hincados en medio y a lo largo del perímetro circular de una decena de espacios semi-enterrados de grandes dimensiones que quizá estuvieron cubiertos en su día, constituyen formas perfectamente geométricas en medio de piedras sueltas y espacio cuyas formas curvas aún recuerdan las cavernas. Las muros de las construcciones de planta circular son de piedra, montadas en seco, y los suelos estaban cubiertos con una capa de cal. 
Estas construcciones circulares ocupan todo lo alto de la colina. Se han excavado una decena de espacios; se sabe que más de un decena más siguen enterrados. Todos están datados entre el 11000 y el 9000 aC, antes de que fueran intencionadamente enterrados y abandonados. Desde entonces, quizá debido a mal presagios, a la desolación del lugar o a su condición excesivanente expuesta a los vientos y los enemigos, nunca fue reocupado. Nadie habitó en este lugar desde que los hombres de los inicios del neolítico, hace once mil años, partieron.

Gobekli Tepe ha dado lugar a nuevas lecturas de la historia. Los espacios podrían ser santuarios dedicados al culto de los antepasados -los gigantes de los inicios-, salas comunales, o espacios domésticos clánicos. La aparición de asentamientos permanentes, pueblos o agrupaciones de viviendas se ha asociado al nacimiento de la ganadería y de la agricultura. La domesticación de los animales, el cultivo de la tierra y el almacenamiento de cereales habría llevado al ser humano a asentarse definitivamente en un mismo lugar.
Sin embargo, no parece que los habitantes de o cerca de Gobekli Tepe fueran agricultores o pastores. Debían de seguir siendo cazadores y recolectores. Y, sin embargo, construyeron espacios de piedra de gran tamaño, ya sea para vivir ya sea para recogerse o debatir.

Algunos estudiosos han emitido la hipótesis de un cambio en la mente humana. El hombre, de pronto, dio más importancia a los sueños, y quiso plasmarlos. Admiró la fuerza y la fecundidad del toro -con el que se comparaba- y el poder generador de la mujer asociada a la tierra nutricia. Estas imágenes le llevaron al dominio efectivo de los animales y de la tierra. La sedentarización, la domesticación de los animales y el cultivo de las tierras no se produjeron por necesidades materiales, sino como una demostración de poder. El hombre quiso emular, y superar, a las fuerzas más poderosas de la tierra.

Los espacios y las formas geométricos, de las estatuas y las viviendas o los santuarios (inicialmente de planta circular, mas luego, de planta cuadrada o rectangular, coincidiendo con el "invento" del ladrillo -una forma geométrica, modular y repetitiva, fácil de producir en serie-, hace unos nueve mil quinientos años, fueron, no una demostración de temor ante el poder y el peligroso atractivo de las formas naturales, casi sensuales, como se postuló hace unos cien años, sino una muestra de la voluntad y la capacidad humana de controlar, reducir y modelar a la naturaleza y a cualquier manifestación vital. El ser humano se imponía, no solo imitando a las formas naturales (dando a entender que había descifrado las leyes de la naturaleza), sino apartándose de aquéllas, encerrándolas en formas geométricas, lo que demostraba que la naturaleza era imperfecta, que merecía ser mejorada o completada, y que dicha tarea incumbía al ser humano.

Que estos sueños y estos logros aconteciesen en un paraje librado a los vientos y los gigantes, demuestra ya el poder y la ambición humanos, a finales del Paleolítico, así como su intuición y comprensión del poder de los símbolos. A través de un trabajo formal -en que se vertía su concepción del mundo- el ser humano dominó al entorno y a sus fuerzas. Entendió que la imagen v(mental y plástica) era más poderosa que la naturaleza, que el mundo terrenal, corporal, que los sueños eran capaces de derrotar a la realidad.

Gobekli Tepe, que crece de año en año, marca el inicio de la asunción, por parte del ser humano, de su poder, es decir, de su poder creador, transfigurador del mundo.

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