sábado, 7 de junio de 2014

Arte sumerio y arte moderno (Moore, Giacometti & de Kooning y el arte sumerio)



Henry Moore: figuras con las manos juntas, años 30









Alberto Giacometti: Gudea (Cabeza sumeria), años 30



Alberto Giacometti: Estatua femenina sumeria, años 30


Willem de Kooning: Woman I, años 50


La influencia formal de las llamadas artes primitivas -que significa tanto artes consideradas como el origen del arte occidental, cuya cumbre es el arte greco-latino clásico, que supera y culmina inicios aun titubeantes, como artes juzgadas torpes porque no han conocido, ni han dado lugar, al arte clásico occidental- en el arte moderno es muy conocida. Desde principios del siglo XX, las "artes" románicas, íbéricas, "africanas" -sin distinción de culturas ni épocas-, precolombinas -en los Estados Unidos-, y polinesias, entre otras, han marcado el fauvismo, el expresionismo y el cubismo, entre otros estilos. Entre estas artes primitivas, se hallaban tanto artes occidentales "balbuceantes" -como el arte románico- cuanto "exóticas". También la retratística romano-egipcia de El Fayum, considerada decadente con respecto tanto al arte clásico cuanto al faraónico, influyó, junto con el bizantino, en la Nueva Objetividad alemana de los años treinta.
Sin embargo, es menos conocida la influencia del arte sumerio, como destaca Jean Evans. Su descubrimiento es relativamente tardío. La cultura sumeria no se descubre hasta finales del siglo XIX. La estatuaria, procedecente sobre todo del valle de la Diyala, se halla a mediados de los años veinte -antes, las efigies del rey neo-sumerio Gudea ya habías sido desenterradas en Lagash (sur de Iraq) y transportadas al museo del Louvre a principios del siglo XX, pero aún no eran apreciadas.
Estas obras gozaron de una apreciación tardía. Fueron tachadas de primitivas, torpes, solo dignas de formar parte de un museo etnográfico, puesto que documentaban el aspecto bruto de los sumerios: cara ancha, ojos desorbitados, gruesa y larga nariz, aspecto masivo. Muy lejos de la idealidad de los héroes griegos, cuyos cuerpos humanos fueron dignos de encarnar a los dioses cuando se manifestaban a los ojos de los hombres.
Quienes ayudaron a mirar con otros ojos a la estatuaria sumeria fueron escultores como Moore y Giacometti, fascinados por ésta desde principios de los años treinta, tras visitas a museos como el Museo Británico o el Louvre. Dibujos y esculturas reflejan lo que debieron a la composición, al sistema compositivo y a la técnica escultórica sumerios. Es cierto que apreciaron estas obras como si fueran obras de arte -aisladas, independientes, como si hubieran estado labradas para gustar- y no fetiches que sustituían a donantes en los templos, pero también fueron los primeros que apreciaron sus formas -y no desoyeron lo que éstas portaban.
Esta fascinación por el arte sumerio reapareció en los años cincuenta. En los Estados Unidos, esta vez. y cambió la historia del arte occidental. Tras una visita el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York, el pintor holandés Willem de Kooning, impactado por la visión de los ojos desorbitados de una estatua femenina sumeria, elaboraría el mítico cuadro Woman I. Ya nada sería igual.

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