lunes, 24 de diciembre de 2012

Nuevos tiempos (según el Protoevangelio de Santiago)

La búsqueda urgente de una parturienta, tras haber resguardado a María, casi una niña, en una cueva, en una zona desierta, que emprende un casi anciano José, camino de Belén, se enmarca en medio de una escena maravillosa: la súbita suspensión del tiempo:

"Y yo, José, avanzaba, y he aquí que dejaba de avanzar. Y lanzaba mis miradas al aire, y veía el aire lleno de terror. Y las elevaba hacia el cielo, y lo veía inmóvil, y los pájaros detenidos. Y las bajé hacia la tierra, y vi una artesa, y obreros con las manos en ella, y los que estaban amasando no amasaban. Y los que llevaban la masa a su boca no la llevaban, sino que tenían los ojos puestos en la altura. Y unos carneros conducidos a pastar no marchaban, sino que permanecían quietos, y el pastor levantaba la mano para pegarles con su vara, y la mano quedaba suspensa en el vacío. Y contemplaba la corriente del río, y las bocas de los cabritos se mantenían a ras de agua y sin beber. Y, en un instante, todo volvió a su anterior movimiento y a su ordinario curso". (Protoevangelio de Santiago, 18, 2)

El Protoevangelio atribuido al apóstol Santiago, hermano de Jesús, es un texto, quizá de un autor egipcio, de la primera mitad del siglo II que, pese a no haber sido incluido en los textos canónicos, ha determinado una gran parte de la iconografía de la Natividad, así como el motivo de la virginidad de María.

Así como los dolores de parto, y la inspección ginecológica de María para certificar que dio a luz siendo virgen, son narrados según cómo acontecen, el nacimiento de Jesús es contado de manera simbólica. José, como un esposo atribulado ante el próximo alumbramiento, camina en medio de la naturaleza cuando, al levantar la vista, descubre una escena inaudita: el movimiento -y el tiempo- han sido congelados: como en los cuentos populares -se trata de un motivo obtenido de un cuento oriental, ciertamente-, se diría que un hada madrina o un ángel hubieran alzado una varita mágica, inmovilizando cuanto acontecía. Los pastores que comían al borde del camino quedan con la mano detenida, el gesto congelado, como si se hubieran transformado en estatuas de sal, las ovejas, inclinadas sobre el curso del arroyo, no beben, e incluso los mismos pájaros, en pleno vuelo, se han convertido en un quieto motivo bajo la bóveda celestial, sin que la suspensión del vuelo, les hubiera hecho caer al suelo. Por unos momentos, toda la vida se detiene, hasta que, pasado el ángel, emprende de nuevo, purificada.

Lo que Santiago describe constituye una revolución en la concepción del tiempo. Hasta entonces, las sociedades antiguas consideraban que el paso del tiempo dibujaba un círculo, una espiral, o dos circunferencias: habría habido un tiempo antes del tiempo, y un segundo tiempo, ya humano. En ambos casos, tras el ciclo anual, durante el que el tiempo evolucionaba y decaía, como si se apagara para siempre, el tiempo retornaba al punto de origen, y la vida rebrotaba como en el origen. Cada año era la repetición del anterior -aunque a veces manifestara un cierto desajuste con el primer ciclo, como si de un reloj que no funcionara de manera acompasada se tratara-, e, incluso, podía acontecer que el nuevo año no repitiera solo el anterior, sino el primero y primordial.
Santiago, por el contrario, cuenta que el nacimiento de Jesús no causa una renovación temporal, como los nacimientos de otras divinidades soteriológicas (Mitra, Osiris, Dionisos, etc.). No se trata de que las manecillas vuelvan al punto de partida y, por tanto, la naturaleza se disponga a brotar como la primera vez, sino que lo que ocurre es que el tiempo se detiene un tiempo, para volver a correr, yendo, pues, a mejor. No se vuelve al origen. El origen ya no es el modelo, o la meta; sino que tan solo es el inicio; la meta se halla delante, no detrás; la meta es el futuro. El tiempo reemprende desde el punto en que se ha detenido; y reemprende para evolucionar. Ya no cabe vuelta atrás. El tiempo se representa mediante una flecha que avanza en línea recta. La detención de la flecha anuncia -y es consecuencia- de la venida de un salvador, que   corrige el rumbo de la flecha y la lanza más fuerte, o más recta, más rectamente. 
Esta detención temporal del tiempo en una imagen que recuerda la muerte, ciertamente: la muerte que el invierno causa, como en cualquier concepción tradicional del tiempo. Pero la comparación es engañosa: el tiempo no muere, sino que se adormece, para recobrar fuerzas, y proseguir con ánimos renovados, con más ansias y mejores proyectos. La flecha del tiempo no es la manecilla de un reloj, sino una verdadera flecha disparada hacia el futuro. Siguiéndola, se avanza en línea recta, hacia el horizonte, no se dan vueltas vertiginosas.  
A partir de este texto, la concepción del mundo ya no será la misma. La noción de progreso se impone. Los tiempos mejores son los tiempos venideros, no los tiempos pasados. La divinidad es una luz que guía hacia adelante. El hogar está a lo lejos, no a las espaldas.
Y esta concepción ya no tiene vuelta de hoja. Desde entonces, en Occidente, y sin duda en Oriente, la esperanza en tiempos mejores es ineludible.  El tiempo recobra aliento y prosigue la tarea emprendida cuando los inicios del tiempo. La tarea finalizará cuando llegue el tiempo; es decir, cuando el nuevo alumbramiento: será entonces cuando el tiempo vuelva a detenerse -para siempre.

El hermoso cuento oriental que el supuesto hermano de Jesús escribió cambió la historia; o creó la historia; una historia que nos empeñamos en concluir, sin saber que el fin solo acontece cuando pasa un ángel, cuando soñamos, cuando imaginamos -y nos abstraemos del mundo, como si, de pronto, para nosotros, el tiempo se detuviera, ya no contara, ya no contaran las horas.

4 comentarios:

  1. Bonita narración.. Pequeño gran momento de quietud: caen suavemente grandes copos de nieve, de repente el tiempo se detiene, abro mis manos para acoger a estas estrellitas del cielo, escucho el silencio..

    ResponderEliminar
  2. Muchas gracias por el comentario.
    Se trata, en efecto, de un hermoso cuento que describe, y comunica, un instante maravilloso semejante a la suspensión del tiempo, cuando el ruido se amortigua, que la nieve causa.
    Los evangelios son una buena prolongación de los espléndidos relatos mesopotámicos

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Muchas gracias también por compartir. Es así, Mesopotamia, tierra entre ríos, sitio clave de nuestra historia más reciente y reflejada en la biblia. Sus historias/relatos a veces me hacen soñar, en cómo vivían sus gentes, que creían en realidad, a que temían.. solo observar y comprender. Los cuentos, las narraciones nos transmiten mensajes tanto para mayores como para pequeños. El conocimiento es libre; está al alcance de todos y sirve como herramienta que ayuda a despertar nuestro saber: escuchar y sentir las palabras como cobran vida en nuestro interior nos hace inspirar, soñar, crear. Por fin el arte, la espiritualidad y la ciencia trabajan de nuevo juntos complementándose sin perder cada cual su esencia, su lenguaje.

      Eliminar
  3. Los mitos, las leyendas tienen la capacidad de contar verdades haciendo al mismo tiempo soñar: no las deforman ni las alteran o edulcoran sino que saben comunicarlas de manera que sean aceptadas, despertando la curiosidad, azuzando la imaginación
    Gracias por el comentario

    ResponderEliminar