jueves, 27 de diciembre de 2012

(Triste cuento de navidad): dinero blanco, dinero negro

Érase una vez una joven, de buena familia, que tanto gastaba en drogas duras que perdió hasta la potestad de sus hijos.
Un día, un abogado, apuesto, libre y cristiano, le ofreció todo el dinero que necesitara a cambio de la presidencia de una pequeña empresa. Nada tenía que perder.
Su marido, del que estaba separada, pero que velaba por ella, y que mantenía excelentes relaciones industriales y políticas  puesto que sabía qué hacer para obtener encargos públicos, descubrió lo que ocurría: bien que conocía la existencia de empresas  ficticias, que permitían blanquear o desviar dinero que recibían partidos políticos, a cuya cabeza se nombraban enfermos terminales, necesitados de ingentes sumas diarias de dinero, que firmaban lo que fuera y no vivían el tiempo suficiente para darse cuenta y causar problemas.
Movió hilos. La joven recibió de palacio un billete de ida a un país lejano. Partiría al día siguiente. Estuvo una decena de años fuera. Tiempo tuvo hasta para rehabilitarse.
Apenas regresó a su ciudad natal, un conocido realizó llamadas pertinentes. Los partidos que gobernaban no eran los mismos, lo que no constituyó obstáculo alguno para que entrara a formar parte de la cabeza del palacio general.
Enfermó; se jubiló. Pero siguió manteniendo el sueldo completo. Y la boca cerrada.

Cuento imaginario, blanco como la "nieve"; la realidad no debería nunca superarlo.

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