martes, 5 de marzo de 2013

LAWRENCE WEINER (1942): FOR EVER AND ONE DAY (Para siempre y un día, 2013)




El artista norteamericano Lawrence Weiner, a petición de una fundación privada, ha creado o entregado -por un tiempo- una obra a la ciudad de Barcelona.
Una de las entradas del Mercado de Santa Catalina ha sido escogida para exponerla.

El artista no quería una obra monumental. Le parecía pretencioso o grandilocuente. Así que ha entregado una obra en forma de banco público, o un banco público.

¿En qué consiste?

La obra podría ser una estatua realista o mimética, que reprodujera un banco ya existente, o una "idea" de banco. La escultura, si lo es, se asemeja, después de todo, a los bancos neo-modernistas del paseo de Gracia de Barcelona, cuyo estatuto no plantea dudas: son bancos. Más, si eso fuera cierto, la obra no podría "utilizarse": debería ser contemplada, pero nadie podría sentarse en ella. Existen innumerables estatuas sedentes de bronce o de mármol en jardines públicos, y el público no está autorizado a utilizarse como un banco.
En este caso, sin embargo, no hay barandillas, cuerdas o aviso algunos que adviertan que la obra solo puede ser contemplada, dando lugar a las reflexiones que se considere oportunas. El público, en este caso, es invitado a utilizar la obra como si fuera un banco. ¿Lo es?

Los bancos estás hechos para ser usados. Los usuarios en potencia y los usuarios que descansan en un banco son los mismos. Nada ha cambiado en ellos, o ellos no han cambiado porque se hayan sentado en un banco público. Serán unos enamorados, o estarán cansados, nada más. En todo caso, la única transformación es de orden físico. Si el banco es cómodo, se levantarán descansados.
Sin embargo, Weiner considera que los usuarios no son simples receptores del objeto. No lo usan. Lo crean. Weiner es conocido por estampar frases más o menos inteligibles, partidas por líneas curvas como colas de cerditos en las paredes de los museos. Sostiene que los espectadores tienen que descifrar los mensajes; es decir, tienen que hallar el sentido de las frases o dotarlas de sentido. Las obras no están conclusas, sino que es la lectura de los espectadores que les permite alcanzar lo que el artista busca que sean: frases que digan algo sobre el mundo. Por tanto, el espectador participa de la creación de la obra. Ésta sigue siendo una obra del artista, pero la importancia del espectador no es menor. La obra, compuesta por palabras o frases, alcanza su pleno significado cuando es leída.
Así que la escultura-banco de Weiner no es un "simple" banco. Los usuarios no son usuarios, sino co-creadores de la obra. Sentándose en ella, logran que la obra adquiera su "verdadera dimensión": su "sentido pleno".
Si nadie se sienta en ella, la obra no es nada.
Mas ¿invita a sentarse, es decir, a dotarse de sentido, a transformarse en arte?
Si algo es, es incómoda. Parece un banco, pero no lo es: no solo porque es una obra y no un útil (una de las diferencias básicas es la existencia del título: un banco tiene un nombre genérico -Banco Romántico, por ejemplo-, éste un nombre o título propio), sino porque es un banco que no sirve. La forma y disposición de la base obliga a estirar las piernas; el respaldo  se halla demasiado lejos del borde. Es, en todo caso, un banco muy poco práctico. Winer sostiene que un banco es "un lugar de descanso"; sin duda, pero, ¿cabe descansar en este banco que quiere ser una obra de arte? Sirve para exponerse: las extrañas poses que hay que tomar, apoyándose apenas en el borde, así lo sugieren. Pero, descanso, relajo, poco. Recuerda los extraños objetos de los años ochenta en Barcelona, cuando los bancos no parecían bancos y no había manera de sentarse a descansar durante un rato: parecían obras de arte, esculturas minimalistas.
En este caso, se trata de una escultura que quiere ser un banco, o quiere ser utilizada como si fuera un banco. Mas no invita al uso.
¿Qué ocurre en este caso? ¿Es un banco? Por definición, no. ¿Es una obra? Según el punto de vista del artista, tampoco, ya que solo el uso la convierte en una obra verdadera. Su sola contemplación -cuestionable porque se asemeja a una escultura abstracta anodina, como existen tantas en los parques y las plazas públicos en Europa- es insuficiente para que alcance el estatuto de obra de arte. El uso, tanto el pensar y el obrar del artista, cuando la utilización y la interpretación del espectador, convertido en usuario, hace el arte.
¿Qué es entonces?



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