Una canción lenta, melódica, sosegada; una interpretación emotiva, "sentida" -al borde del amaneramiento-; un discreto acompañamiento musical; una puesta en escena sobria -y efectiva: el cantante en medio del público; un cantante de voz afinada y cuya presencia destacan ojos bien abiertos. La canción que que la televisión portuguesa presentaba a Eurovisión ha ganado, casi con el alivio, al parecer, de los comentaristas.
Canción buena, sin duda, y desmarcada del resto -tanto por su factura como por su interpretación.
¿Una gran canción?
Se inspira, lo reconocen la compositora y el cantante, de temas añejos de jazz y de bossa nova. Sigue unas pautas conocidas, y no desentona con canciones del pasado. ¿Las iguala?
Una canción, como toda obra de arte, está a caballo entre el pasado y el presente; actualiza el pasado; trae el pasado, lo vivifica, con formas del presente; lo hace presente. Este gesto, en parte violento -arranca una obra del pasado que para llegar al presente, necesita del vehículo de una nueva forma -que modifica el contenido-. Sin ésta, la obra del pasado que inspira, que se toma del modelo, no se anima. Pertenece al pasado, está íntimamente ligada a un tiempo pretérito. Expuesta tal cual, se asemeja a un organismo muerto. Una obra necesita siempre de una interpretación -de un artista, del público. Esta interpretación, inevitablemente, parte de experiencias presentes. No se puede ver el pasado con los ojos del pasado. Éstos están definitivamente cerrados.
La canción eurovisiva portuguesa remite directamente a modelos (a canciones) de otro tiempo. Este gesto, esta decisión, puede ser contemporánea: revelar la fragilidad del presente, su negación, una voluntario dar la espalda al presente, para buscar en el pasado consuelo o inspiración. La exposición del pasado es una crítica del presente. Pero esta crítica tiene que ejercitarse con las armas -las formas- del presente, precisamente para que el pasado se ancle en el presente y pueda juzgarlo o iluminarlo.
La canción portuguesa, por agradable -por notable- que sea (que lo es), quizá no lo logre -ni lo intente-. Caería, entonces, en una imitación o una parodia involuntaria, un intento de reanimar, sin el soplo del presente, unas formas extinguidas.
No se puede mirar al presente -ni menos al futuro- viendo solo al pasado. Esta actitud era la que los pueblos del próximo Oriente antiguo, mantenían con su pasado (mítico): avanzaban de espaldas. Miraban siempre al pasado. Éste les alentaba. Notaban con angustia cómo se alejaban de él, como lo acababan perdiendo. El futuro no existía. Solo representaba la degradación, el olvido del pasado, siempre memorable.
Quizá sea éste el sentido de la canción portuguesa.
Mas ¿tiene sentido?
...aunque no puedo evitar volver a escucharla. Play it again....
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