lunes, 4 de septiembre de 2017

"Góndolas" sumerias en Venecia













Fotos color: Tocho, agosto de 2017

La segunda guerra del golfo de 2003 seguida de la invasión de Iraq y de la caída de la dictadura del presidente Saddam Hussein (hasta su apresamiento y ejecución) acarreó los asesinatos y atentados terroristas que aún se suceden casi diariamente, así como la devastación de museos, archivos y yacimientos arqueológicos iraquíes, sobre todo del Museo Nacional de Iraq en Bagdad -aunque las pérdidas fueron menores de las que en un primer momento se pensó.
Desde entonces, Iraq no ha permitido el préstamo de ninguna obra arqueológica, pese  diversos intentos de instituciones como Caixaforum (que estuvo a punto de firmar el acuerdo) en 2012, o el Museo del Louvre. La quiebra de una empresa privada danesa -algunos han hablado de un engaño o un fraude- que iba a organizar una exposición sobre marfiles neo-asirios procedentes de Bagdad acrecentó la suspicacia de las autoridades iraquíes acerca de la suerte que correrían las obras prestadas a países occidentales. Temían la reacción de la prensa ante lo que podría parecer la entrega del patrimonio a quienes lo habían destruido directa o indirectamente.

En medio de pabellones nacionales incomprensibles, patéticos o grotescos en la presente Bienal de Arte de Venecia, el pequeño pabellón de Iraq, en el centro de la ciudad es una joya: el mejor pabellón, quizá el único con sentido.
En una sala gótica -una librería-, unas sencillas vitrinas bajas muestran obras contemporáneas que se refieren poética y comprensiblemente a la pérdida y, por vez primera desde 1992 y desde luego de 2003, una selección de unas cuarenta obras arqueológicas mesopotámicas, desde la cultura neolítica de Tel Halaf y época sumeria del cuarto y tercer milenios, hasta finales del mundo babilónico bajo el imperio helenístico Seleucida. Son obras que fueron robadas y llevadas a diversos países casi siempre occidentales, y que han sido devueltas recientemente. Entre éstas, destacan maquetas de barcas de terracota que establecen un evocador paralelismo entre las ciudades acuáticas sumerias construidas en las marismas del delta del Tigris y el Eúfrates, y Venecia: ciudades que fueron construidas como espacios de refugio, y que hoy se hunden, si no han desaparecido desde hace tiempo.

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