Bronces latinos: mujeres veladas, Museo de la Villa Giulia, Roma
Foto: Tocho, enero de 2018
Bronces y terracotas griegos y helenísticos, Museo del Louvre (París)
Contrariamente a lo que ocurría en Etruria e Iberia, la mujer en la Grecia antigua no tenía ningún estatuto. No existía. No formaba parte de la ciudad. No tenía derechos cívicos. Vivía recluida en casa del padre hasta que se esposaba. En este momento, transitaba de la casa del padre a la del esposo (o de los padres del esposo). En esta ocasión, mientras se hallaba al aire libre, a la vista de todo el mundo, debía taparse de pies a la cabeza, cubrirse la testa y esconder el rostro con un velo que solo dejaba a la vista los ojos. Una vez esposada, ya en su casa, podía descubrirse. En tanto que no eran ciudadanas y que la persona se identificaba por el rostro (persona, en latín, significaba rostro o, más precisamente, máscara, un tipo de rostro que definía lo que uno era y el papel que cumplía en la sociedad), su no-adscripción a las normas sociales se significaba por la ausencia de rostro, literalmente escondido.
La vestimenta nupcial era similar a la funeraria. Las difuntas también se tapaban el rostro. En este caso, la conexión nupcial no andaba lejos. Una difunta se esposaba con el dios de la muerte. Dejaba la morada del padre o del primer esposo para partir hacia la última morada, la morada de Hades. De algún modo, la mujer en la Grecia antigua estaba enterrada en vida.
Nota: Todas esas estatuillas se expondrían en la muestra Habitar el Mediterráneo que el Instituto Valenciano de Arte Moderno (IVAM) de Valencia, a partir de finales del próximo mes de noviembre.
Agradecimientos a Françoise Gaultier, conservadora-en-jefe del Departamento de Antigüedades Griegas, Etruscas y Romanas, Museo del louvre (París)
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