miércoles, 24 de diciembre de 2025

Lux

 Solemos utilizar indistintamente las palabras convento y monasterio, por ejemplo en temas o lecciones de historia de la arquitectura, como la arquitectura medieval en occidente. Son o parecen términos  sinónimos.

Es cierto que monasterio designa más bien una construcción aislada en el campo, mientras que convento suele referirse a una construcción urbana, insertada en la trama aunque de difícil acceso al público, o de acceso vetado. 

Pero, más allá de una distinta ubicación, convento y monasterio son palabras que evocan espacios acotados y vueltos sobre sí mismos, vagamente misteriosos por la reclusión en la que se hallan voluntariamente sus moradores.

El imaginario que ambas palabras despiertan, sin embargo, es muy distinto.

Un monasterio acoge a monjes. Las monjas, en cambio, se recluyen en conventos. Sin espacios marcados por el sexo o el género.

Esta no es la diferencia principal.

Los monasterios acogen a monjes, es decir, a monachoi: un monachos, en griego, es un solitario: una persona que voluntariamente se aparta de la comunidad. Se trata de un ermitaño, una figura que rehuye el contacto. Una persona arisca. 

El adjetivo griego monos se traduce por simple, solo, unico. Un monasterio se dibuja así como una comunidad de seres que rehusan la vida en común, un espacio de personas encerradas en si mismas.Nada comparten. Son seres singulares que nada tienen que ver con los demás, que no se relacionan, porque no establecen vínculos, no hallan nada que los una a los demás solitarios. Son un mundo propio y viven en su mundo, vueltos sobre si mismos. No ven ni necesitan ver a los demás, cuya compañía rechazan. No comparten una misma visión del mundo, ni tratan de comunicarla, ni imponerla.

Un convento, es cambio, es un espacio radicalmente distinto. El verbo latino convenire -de donde deriva la palabra moderna convento-, como cualquier término compuesto a partir del prefijo o del radical con-, se opone a la soledad y la soledad y la reclusión: convenire significa, literalmente, venir juntos; convivir. Un convento es el espacio de acogida de una comunidad. Su establecimiento requiere convenios, acuerdos. Acordar requiere establecer lazos y compartir valores. El diálogo es necesario. La singularidad, el desmarcarse de los demás, el aislarse, no tienen cabida. 

Se trata de un modo de ser y de vida conveniente, que solo es posible si el individuo tiene la capacidad de adaptación, la voluntad de romper las barreras que le impiden acercarse a los demás. 

El convento se presenta así como un modelo de vida en común; una comunidad modélica que acepta la convivencia y rechaza la exclusión. Un convento es, o debería ser, un lugar de intercambio, donde se comparten valores y se intercambian bienes y principios, donde la apertura y no la cerrazón debe regir la vida comunitaria. Nadie debe destacar, como si poseyera lo que los demás no tienen, ni pueden acceder a dicho bien. Una comunidad de lazos y afectos que se preocupa por los demás antes que por uno mismo. 

Dos modelos de estar en el mundo. Entre la estrella fugaz y la constelación. Dos concepciones de la vida en la tierra.

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