sábado, 20 de diciembre de 2025

Miedo

 Me costaba creer que víctimas o supuestas víctimas de acosos, sexuales, laborales, psicológicos, tardaran años o decenas de años en denunciar los abusos o la violencia, cuando los casos habían prescrito. ¿Por qué no habían reaccionado en su momento? ¿Qué buscaban ahora?

Y, de pronto, lo he entendido.

Las víctimas tienen miedo; algo más que miedo. No temen por su vida física -aunque se han dado agresiones que la suerte ha evitado que acaben en muertes o minusvalias-, sí por su futuro. Que de pronto ya no tengan futuro.

Los acosadores tienen puestos de trabajo fijo. Son profesiones conocidos y reconocidos. Su red de contactos se extiende por todo el país. Presumen de su fuerza. De ellos depende la suerte profesional y emocional de sus víctimas.

Una víctima es una persona ninguneada, violentada, sometida a la fuerza, sin posibilidad de responder, por la fuerza que se imprime y el terror que se siente. Personas que, de pronto, caprichosamente, sin que sepan porque -y no lo pueden saber, porque no existe ninguna razón fuera de la ocurrencia (una ocurrencia que no cesa) del abusador- dejan de ser personas, convertidas en juguetes, peones al servicio de los deseos o caprichos de los verdugos. 

No pueden denunciar, porque temen perder lo poco que tienen. Posiblemente se las crea, pero la verdad que se abrirá tras la denuncia, será a costa de la estabilidad, la seguridad, la vida laboral y emocional de la víctima, de su porvenir.

La víctima se siente indefensa. El abusador o el acosador cuenta con una muralla de silencios. Silencios que nadie se atreve a quebrar. La víctima vive encogida, no levanta la voz, y se consume por dentro. Sus lágrimas son despreciadas como muestra de su inferioridad. Y son bienvenidas como expresión del poder absoluto del acosador que logra así doblar voluntades, resistencias y cuerpos. 

La víctima trata de congraciarse con el abusador, recibiendo el desprecio y el hielo en respuesta. El silencio. O el insulto, la amenaza.

Y solo le cabe esperar, durante años, que el abusador se retire. Cuando a la víctima ya lo le queden fuerzas ni ánimos.

Mas, ¿en qué medio o entorno violento ocurren esas situaciones denigrantes? En lo que se considera “el templo del saber”, el medio académico, la universidad, el departamento. En los cuarteles del saber.


No hay comentarios:

Publicar un comentario