El Ayuntamiento de Barcelona acaba de retirar una escultura de bronce exenta expuesta en un espacio público que forma parte de las colecciones públicas. ¿El motivo? Los graves daños sufridos por la obra, manchada y derribada.
Una acción semejante daría lugar a un juicio y a una costosa indemnización, amén de incapacitar la administración responsable para organizar exposiciones y obtener préstamos. La seguridad exigible no se cumplió.
¿Por qué? ¿Qué ocurrió?
La obra ha sido atacada porque representa a un dictador, el General Franco. Se trata de una estatua ecuestre naturalista de gran tamaño, de cierta entidad -aunque completamente desfasada con respeto al arte de los años 60- obra de un conocido escultor catalán, realizada hace decenas de años. Se trataba de un encargo público. La obra, expuesta al aire libre en su momento, fue retirada y guardada en los almacenes municipales hace unos años.
El daño sufrido por la obra no es consecuencia de su cualidad, sino del tema que representa. Dicha actitud no es nueva. La historia antigua y reciente cuenta numerosos ejemplos de iconoclastia (o derribo de imágenes por su contenido), desde el derribo de una escultura similar que representa a un presidente autonómico catalán que se ha revelado corrupto, hasta la condena de una efigie real en posición indecorosa expuesta en el Museo de Arte Contemporáneo de Barcelona -que provocó un justo escándalo precisamente porque no se valoró la imagen como una obra de arte (por mediocre que fuera), una actitud contraria a la que ha afectado la estatua ecuestre- , por no citar las voladuras de estatuas religiosas por extremistas islámicos en diversas partes del mundo.
En verdad, las condenas artísticas -que no desembocan necesariamente en un ataque físico, sino en la retirada de la obra- son habituales en el mundo del arte. Aún colean las críticas que representaciones religiosas cristianas hechas con excrementos o hundidas en fluidos corporales recibieron. También en estos casos, el juicio no se dirigía a la obra sino al tema, si bien cabe plantearse si el tema se puede separar de su plasmación plástica.
¿Significa eso que no todo puede ser representado? o que ¿la obra de arte no da lugar a un juicio desinteresado y distinta sino que activa reacciones pasionales, como si fuera lo que en principio no es, un fetiche mágico? La teoría del arte occidental, desde el siglo XVIII, que ha intentado segregar el arte de la magia y la religión ¿se revela improcedente o ilusa? Una obra de arte -inerte- ¿puede despertar reacciones violentas -que quizá el tema o la persona representada no causaría? ¿Confundimos imagen y modelo?
¿Es posible separarlos, y enjuiciar obras estéticamente admirables de su contenido? Seguramente sí es posible: nadie se escandaliza de la mortuoria o sádica iconografía cristiana, como tampoco nadie lacera cuadros o películas que representan escenas sangrientas, ni derriba pirámides pese a ser monumentos desaforados en honor de un mortal inmortalizado -o al menos, casi nadie? De hecho, cualquier juicio político o ético ante unas pirámides egipcias -o cualquier monumento, pese a que un teórico de las artes expusiera con razón que todo monumento está manchado de sangre, pues exalta la inhumanidad o la inmortalidad por encima o en detrimento de la humana, mortal condición-, es considerado una falta de gusto o una manifestación de ignorancia. Destruir un cuadro que representa a Judas o a los soldados que torturaron a Cristo, es inconcebible o da lugar a arrestos y condenas penitenciarias. El arte se admira desde lejos pese a lo que representa. Esta verdad, cuestionable pero imperante, se aplica tanto ante una obra que se burla de un monarca como de otra que lo exalta. Se debe valorar la representación, no a lo representado.
¿Qué ocurre en el caso de la estatua ecuestre de Barcelona?
La obra estaba almacenada en los depósitos municipales que se suponen responden a normas de seguridad internacionales. La estatua se halló fragmentada, si bien estaba entera cuando se depositó en las reservas. Había perdido una parte. Se expuso, sin embargo, tal como se encontró. Esta decisión sorprende. Ninguna institución pública o cultural expone bienes gravemente dañados sin restauración. El ayuntamiento dedica unos fondos para la restauración de obras de arte que sufren el paso del tiempo, incluso obras mediocres. No ha sido así en este caso. ¿Por desidia o voluntariamente?
Las medidas de seguridad, los controles que aplican museos e instituciones son máximos: las obras se fotografían cuando se embalan y se desembalan, viajan acompañadas, se analizan con luz ultravioleta antes de ser expuestas a fin de detectar cualquier incidencia, por mínima que sea. El menor fragmento, a veces tan solo polvo, se recoge cuidadosamente. En ocasiones, se reintegran diminutas partículas si se logra averiguar de dónde proceden. Ninguna escultura se expone sin estos controles. En este caso, sin embargo, la obra, rota en los depósitos municipales, se expuso: nadie la retiró, como habría sido de recibo, tras haber alertado de inmediato la compañía de seguros, La alarma sobre las condiciones de almacenamiento habría sido máximas. La institución, posiblemente, habría visto su prestigio mermado, y las posibilidades de organizar una nueva exposición, muy disminuidas. Una rotura de una pieza en una exposición en Barcelona en 1997, por causas absolutamente ajenas a la institución organizadora, dio pie a un grave incidente diplomático entre Francia y España que amenazó cualquier posible préstamo de una institución pública francesa a España. El acuerdo costó dos años de negociaciones.
Se puede deducir, por tanto, que la obra, seguramente intencionadamente rota o mutilada -fuera la parte perdida movible o no-, fue también expuesta intencionadamente fragmentada, porque el daño que la obra presenta afectaría, se cree, al personaje figurado. El maltrato sufrido por la obra se aplica al retratado. En este caso, la obra no es considerada como una obra de arte sino como un fetiche mágico cuya mutilación alcanza a quien representa o sustituye. Por tanto, cualquier daño que la obra sufra acrecienta su sentido, pues dicho daño no se dirige a la obra sino al personaje. Pintarla y derribarla entra, así, dentro de la lógica que rige la función de los fetiches. Quemar la estatua en la hoguera -ya que el personaje figurado no puede ser físicamente ajusticiado- hubiera tenido pleno sentido.
Estas creencias en el poder mágico de las imágenes rige en culturas "tradicionales", "primitivas", o imbuidas de sacralidad. España -y aun menos Barcelona- no parecía formar parte de tales sociedades, hasta hoy. Es el retorno de los brujos. Según como se enjuicie las imágenes -ya sea como obras de arte, ya sea como fetiches- el trato que reciban será distinto. Bien harían los museos de Barcelona en cerrar puertas ante la vuelta del temor por el poder de los fetiches.
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Apreciado:
ResponderEliminarNo hay peor cosa que tener una idea, una sóla idea. Eso da pie a no enfrentarse cono lo que hay delante, o sea, con lo que se percibe.
¿Y qué se percibe ?. Pues una obra de arte, que guste o no, fue creada por Josep Viladomat, discípulo de Arnau (el de el hogar de mármol del hotel Español).
Una obra de arte tan bien diseñada en su scorzo y en sus proporciones no tenía que morir destrozada al símil de los Budas a manos de los Talibanes.
Decir también, que el mismo autor, tiene otra obra llamada La República, que fue destronada de su lugar cuando vino al que ahora han descabalgado.
¿Cómo podremos decir a nueetros nietos que romper una obra está mal si nos han tomado nota por todos los medios de comunicación?
¿ Con qué moral y bajo que Ley he de recriminar que no se orinen bajo la Dama del Paragüas, si han visto que la Ley te la puedes pasar por el forro rompiendo una escultura y llenando de mierda (sic) una plaza quedando totalmente impune el acto.
Pensamos con la boca, dijo Tzara, y actuamos como simios, digo yo.
Salut
Totalmente de acuerdo. Y la reacción primaria o destinada a azuzar bajas pasiones es aún más incomprensible e improcedente viniendo de un departamento cultural institucional destinado a velar por el patrimonio público, nos guste o no lo que representa. Parecía que las retiradas y destrucciones de monumentos como el del doctor Robert -indefendible pese a su mediocridad- eran cosa del pasado. El retorno de los brujos.
EliminarInteresante reflexión en la que parece complicado disociar el arte de la ideología. Cuando la iconografía que ha sido creada desde esa premisa, una ideología concreta e invasora todavía está vigente es difícil que no se sienta como una provocación. Todavía no, todavía está todo demasiado reciente. Todavía no hemos contabilizado los muertos. Éstos siguen en el anonimato y exponemos la imagen del dictador?.
ResponderEliminar¿Que clase de mensaje es éste? ¿que lectura tenemos que darle? Si el mensaje era de provocación la exposición ha sido todo un éxito.
Me parece mas lesivo el efecto que proyecta hacia el arte la imagen del dictador, justo por eso, por el daño irreversible que la dictadura ha causado al Arte.
No entiendo como se puede hacer una exposición de las imágenes de la dictadura que hace dos días, prácticamente ayer, se han ido retirando lentamente, demasiado lentamente, de los espacios públicos. No le encuentro sentido a la función que perseguía dicha exposición.
Creo que el arte provoca sensaciones y en este caso han sido tan intensas que han tenido una respuesta lógica. Se ha llevado a cabo toda una intervención artística donde va impresa la pasión del arte reinvindicativo.
Puede que a los artistas exiliados, encarcelados y asesinados por la dictadura les fuese indiferente que esas imágenes permanezcan almacenadas pero tener que sufrirlas de nuevo en los espacios públicos les resultaría doloroso al igual que a sus descendientes o a los que admiramos sus obras todavía nos reaviva el dolor del daño que han causado.
No conozco la calidad que posee la obra en cuestión pero sabemos que la intención de esos encargos y su colocación a lo largo de toda la geografía marcada por la dictura no era precisamente la artística.
Disculpa la extensión, Un saludo
Perdón, Sra María, pero si por un casual, y dentro de su reflexión, alguien piensa que ha ganado la cultura, está equivocado.
ResponderEliminarDecir también que no coincibo que ninguna obra de Kandinsky o de Josep Albert -Escuela de Bauhaus, la tengan que romper o destrozar, eso a pesar de su utilización en las chekas de Barcelona (checa de la calle Vallmajor) (2), como método de tortura psicotécnica, en donde se conseguía marear y obsesionar al torturado, adentrándose (1) deliberadamente en las regiones inexploradas del inconsciente humano. Pura y simplemente cuestión psicológica.Y aquí el arte sirvió como técnica de maldad.
(1) De lo espiritual en el Arte. Kandisnky. Ed. Labor
(2) Checa de la calle Vallmajor. 1.940, 23 octubre. Le ruego clique en esta entrada:
http://totbarcelona.blogspot.com.es/search?q=himmler
Quedará sorprendida. Y aún así, no quiero se destroze nada que signifique arte, o que se asuma por tal.
Salut.
Buenos días
ResponderEliminarNo quisiera crear ningún conflicto.
Creo que es difícil distinguir entre el artista y su obra. Yo mismo tengo dificultades con la obra de Le Corbusier quien se puso al servicio del gobierno de Vichy en la Francia ocupada.
Pero creo que deberíamos distinguir al artista -sus creencias y su manera de ser o de actual- y su obra.
El conocido retrato de Stalin que Picasso realizó es bueno pese a quien representa, del mismo modo que la obra de Celine es mayúscula pese al autor, seguramente detestable. Aunque cuesta distinguir a Foucault y sus prácticas, de sus textos -que quizá se expliquen por su comportamiento-, deberían ser aquéllos apreciados o juzgados independientemente de su vida.
Por otra parte, si tuviéramos que tener en cuenta las ideas de los artistas para juzgar su obra, nos hallaríamos ante la imposibilidad de valorar la mayor parte del arte antiguo ya que desconocemos casi todo de los autores y, desde luego, de sus ideas. Por otra parte, autores creyentes han escrito poemas religiosos mediocres mientras que Baudelaire supo mostrar la luz como pocos autores lo lograron. Se ha dicho a menudo que Cumbres Borrascosas fue escrita por una novelista que nunca supo o pudo saber de lo que describe con tanta precisión y certidumbre.
Las testas de apóstoles de Oteiza evocan misterio y aspiración, pero desconozco las creencias del artista. Posiblemente no fuera creyente. Y seguramente no era necesario que lo fuera para expresar la mezcla de angustia y aspiración que las figuras míticas de los apóstoles encierran.
Es cierto que la exhibición de obras de artistas alineados con poderes miserables suscita cuanto menos irritación, como cuesta asumir la obra de Drieu de la Rochelle, o las pinturas del último Derain, pero deberemos, un día al menos, valorar la creación humana como una visión del mundo que nos puede enriquecer o turbar, y no solo como la expresión directa de ideas -reprobables o detestables-, ideas que, al ser plasmadas por el arte, pueden ser aleccionadoras pese al horror que puedan suscitar o encerrar. Aristóteles comentaba el extraño poder del arte que lograba que escenas o situaciones insoportables en la realidad, fueran fascinantes cuando el arte las representaba. La muerte dejaba de ser horrísona.
Supongo que ha faltado reflexión -o, mejor dicho, ha faltado saber expresar dicha reflexión que sin duda ha existido- en la acción del ayuntamiento.
Aunque no debe de ser fácil moverse por aguas tan pantanosas. Si bien responsables culturales o políticos deberían saber cómo lograrlo, mostrando lo que no se ve o se puede o se quiere mostrar. La luz -que no ciega- siempre es bienvenida, creo
Muchas gracias por todas las reflexiones.
Mi comentario no lleva ninguna intención de polémica, es un tema delicado complejo por la cercanía de vivencias que todavía no están superadas.
ResponderEliminarDe acuerdo que el artista no es su obra y no he aludido a ninguno justo por eso. Otra cosa es lo que había detrás de esos encargos, una intención clara de ponderar al dictador públicamente con esas estatuas, con una ideología y una estética determinada.
Llegará un día en que las futuras generaciones podrán apreciarlas objetivamente pero de momento representan el símbolo del fascismo que ha estado "adornando" nuestras calles y plazas hasta hace dos días. Una vez nos vemos libres de esa simbología para alivio de mucha ciudadanía vienen y la sacan de nuevo para que la admiremos?...bueno, no se, estoy escribiendo un poco a ciegas porque no tengo la suficiente información sobre la exposición. No conozco la intención de la misma y me ha chocado bastante, no me ha causado extrañeza la reacción de la gente ya que era previsible que algo así sucediese. No estoy a favor de la destrucción de ninguna obra arte pero en este caso creo que es mas prudente conservarlas o exponerlas, porqué no, en otro lugar que no sea en espacios públicos donde cumplían una función específica.
Gracias a ambos por la información. Saludos
La seguridad de las obras es la máxima preocupación de montadores y prestadores de una exposición. Vitrinas, peanas, sistemas de sujeción deben cumplir con normas internacionales a veces muy duras. Se pueden necesitar alarmas de todo tipo -que miden movimientos, impactos, etc.-, vigilancia policial, cámaras, además de barreras. En el caso de la exposición de bronces, los niveles de humedad deben estar controlados lo que exige la ubicación de geles de sílice, por ejemplo.
EliminarEstos sistemas de protección se pactan, se certifican, se verifican. Cualquier incumplimiento puede acarrear la retirada de la pieza, la clausura de la muestra incluso.
En el caso presente, la dejadez municipal es sorprendente, inexplicable, inaudita. Tendrá consecuencias graves para futuras exposiciones. En tanto que prestador, visto lo acaecido, no prestaría ciertas obras o no prestaría en absoluto a exposiciones municipales.
La reacción del público tampoco es procedente. La obra puede molestar, sin duda. Pero ésto es una de las funciones del arte moderno: provocar, no reacciones físicas sino mentales. Tiene que dar qué pensar. Una reacción física primaria significa un fracaso. Su destrucción implica que no se ha sabido interpretar. Cualquier obra puede molestar. Como no creyente, todo el arte religioso me puede sublevar. Pero esto implica el fin del arte si es presto atención a mis sentimientos heridos.
La imprecisión municipal, sin embargo, ante lonqye podía ocurrir, es injustificable. Los herederos del artista pueden reclamar mucho. La destrucción intencionada de un bronce de tamaño natural no tiene precedentes salvo las destrucciones del ISIL y de los talibanes.
La obra era mediocre, sin duda, pero la limpieza étnicamente del arte no está justificada.
Yo creo que si lo que querían era que ocurriera lo que ha ocurrido (no me cabe la menor duda) podían haber hecho una réplica .Siguiendo la lógica de algunos ,también se podría plantear la destrucción del arte románico como reflejo de unas estructuras feudales y del poder de la iglesia...Bueno,eso ya ocurrió aquí el siglo pasado
ResponderEliminarSoy una "maría"distinta
En efecto, las creencias de cada persona puede llevar a la condena de expresiones plásticas o verbales de otras creencias. Dictaduras no deberían existir y sus apologías no deberían tolerarse, pero la libertad de expresión debería ser máxima. Después de todo Platón defendía la destrucción del arte. Si se aplicara su máxima, las primeras obras que se hubieran tenido que destruir eran sus hermosisimos diálogos, verdaderas obras de teatro, nuy superiores a muchas tragedias
EliminarPodría pensarse que es catártico (y lo es ) atacar la estatua de Franco ,como ha ocurrido con la de tantos dictadores ,pero,como dije,para eso es suficiente una copia .Claro,no tendría el carisma de haber sido la misma que estuvo encargada y se expuso en los tiempos de la dictadura.Guste o no la escultura,es parte de la Historia y hay que conservarla.porque si hacemos distinciones ideológicas cada ministerio,ayuntamiento o cada director de museo podría manejar la Historia a su gusto.Pero esta es lo que es aunque no nos guste
ResponderEliminarSi no se conservan testimonios del pasado, si borramos las huellas, nunca podremos reflexionar. A finales de la antigüedad, un ingente número de estatuas que representaban a dioses y héroes paganos fueron destruidas por los primeros cristianos. Una parte decisiva del pasado se perdió, que hubiera explicado incluso la aparición o importancia del cristianismo.
EliminarAunque,en este caso creo que más que curar lo que ha conseguido es enfermar los ánimos y sacar lo peor de muchos.
ResponderEliminarSi no somos capaces de pensar, si reaccionamos directamente atacando a lo que consideramos atenta contra nuestras creencias o convicciones, damos pie a cualquier reacción violenta o destructiva. Si no nos comportemos como espectadores y matamos obras y actores, el arte deja de tener sentido. Y el arte es lo que nos hace humanos.
EliminarEs cierto que la estatua en cuestión era una apología de un dictador y de un sistema político detestable (por expresarlo de manera contenida). Pero el arte es a menudo (o ¿siempre?) la petrificación, la manifestación para la eternidad de un poder laico o sagrado. Queda siempre la ironía, la burla lúcida de un Aristósfanes, un Voltaire, un Flaubert, un expresionista alemán, la plasmacion descarnada u objetiva que deja al rey desnudo, sin duda. Si leemos con cuidado la descripción de la estatua destruida que el escultural detalló, descubrimos que la aparente exaltación ridiculizaba en verdad, de manera inteligente y demoledora, al dictador. Nunca podremos apreciar esta sutileza hoy. En verdad, el gran arte parece exaltar lo que soterradanente rebaja -o humaniza, alundirnfo a las miserias humanas cuando parece que esconde la humanidad, como en los mejores retratos de Tiziano obde Velazquez, al menos en la tradición occidental.