martes, 16 de enero de 2018

ALBERT RENGER-PATZSCH (1897-1966): FÁBRICAS Y MONOLITOS






















Si no hubiera sido por el fotógrafo alemán Renger-Patzsch, toda la impávida corriente de series fotográficas en blanco y negro -o en blanco y grises-  alemanas dedicadas a construcciones industriales, a partir de los años setenta, no habría existido, y la fotografía seguiría siendo considerada la hermana pobre de la pintura, la técnica útil para quienes no eran verdaderos artistas.

Renger-Patzsch fue quizá el primer fotógrafo que compuso sin pensar emular la pintura. Buscó temas impropios del "gran arte", fábricas en vez de iglesias o palacios, y periferias, que no centros. Espacios vacíos, pero no desolados, porque no se diría que hubieran necesitado haber sido habitados. Fábricas y chimeneas se asemejaban más a monolitos prehistóricos, tótems  en absoluto subordinados a los humanos, edificios masivos de los que apenas se intuye que encierran espacios interiores. arquitecturas presentadas como esculturas abstractas o geométricas, fotografías que, paradójicamente, influyeron en un estilo pictórico, la llamada Nueva objetividad, caracterizada por pintar a menudo entornos urbanos o fabriles con el detallismo y la frialdad...fotográfica. La fotografía se había convertido en un medio que generaba y mostraba su propio mundo.
Una exposición antológica, en 2017 y este inicio de 2018, en Madrid y ahora en París aún, ha rescatado este fotógrafo un tanto olvidado. Pocas veces la dureza de la arquitectura, pero también su necesaria falta de condescendencia -como si arquitectura fuera un ser vivo, curiosamente mostrado como un organismo casi cristalino- ha sido mostrada con tanta nobleza -y seguramente tanta ternura, pese a la aparente adustez.

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