lunes, 22 de enero de 2018

La casa y los muertos



Cabezas reconstruidas con yeso y conchas sobre cráneos modelados, 9000 aC, Museo Arqueológico, Amann (Jordania)

Fotos: Tocho, enero de 2018


Los humanos duran menos que sus hogares. Pronto, éstos quedan a merced  de las inclemencias, sin que nadie los cuide, hasta que los hijos sean capaces de  vivir por su cuenta y volver a ocupar las casas.
La relación entre las casas y los humanos es, sin embargo, definitiva, duradera. La casa es capaz de albergar a todos los humanos, del presente y del pasado. Alberga a los muertos. Éstos se entierran justo debajo de la casa.  Convertidos pronto en antepasados, velan sobre las casas -en el sentido amplio de la palabra: el hogar y sus moradores, íntimamente asociados a aquél- desde el reino de los muertos. Aseguran que la tierra no se revolverá en contra de la casa, que los dioses del submundo no tratarán de desembarazarse de las construcciones hincadas profundamente en la tierra, robando espacio a los poderes del mundo inferior.
A fin de mantener en vida a los antepasados, de tenerlos siempre presentes, se decapitaban a los cadáveres, se aguardaba que el cráneo se descarnara, y se restituía el rostro modelándolo con yeso. Quedaba un último y peligroso trabajo, devolver los ojos a la cabeza resucitada. Sin éstos, seguiría siendo el pálido rostro de un muerto. Se insertaban entonces conchas nacaradas en el lugar de los ojos. Las órbitas ya no se mostraban como oquedades vacías. Pero los ojos no podían mirar. Quedaban en blanco. Se asemejaban a la mirada perdida de un ciego. La cabeza volvía a la vida, pero no podía echar el mal de ojo. De este modo, la familia quedaba al cuidado de un antepasado que aplacaba a las divinidades de las profundidades, pero no podía mirar mal a quienes seguían con vida, esperando el momento en que, devueltos a la vida, seguirían, desde el otro mundo, velando por sus hijos, al cuidado ahora del hogar.

Las cabezas modeladas neolíticas del yacimiento de Ain Ghazal en Jordania, preservadas en el pequeño museo arqueológico de Amann,  son únicas en el mundo y constituyen, sin duda, una de las imágenes más poderosas, sobrecogedoras, concebidas y modeladas de todos los tiempos, un testimonio de la concepción del ciclo de la vida que incluye a los muertos convertidos en garantes de las vidas futuras.

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