sábado, 5 de marzo de 2022

Copia de exposición

 La fotografía analógica y digital, al igual que el cine, el vídeo, las imágenes impresas (serigrafías incluidas) y por ordenador, pueden, al revés que la talla directa (salvo las que se tallan a máquina con un programa de ordenador, como tantas estatuas y testas naturalistas) y la pintura, multiplicarse indefinidamente sin mengua de la calidad. Los grabados y las piezas moldeadas, por el contrario, solo pueden reproducirse en un número limitado de ejemplares, a causa del desgaste de las planchas de piedra o metálicas y de los moldes, que afectan a ls calidad de la reproducción.

Aunque no mengüe ls calidad en los primeros ejemplos citados, sí disminuye el precio (que no el valor) a medida que se multiplican los ejemplares. Se llega así a una paradoja: técnicas artistas que permiten la difusión de imágenes se restringen severamente, poniendo coto al número de ejemplares producidos, a fin de mantener un precio elevado dada la rareza de la obra. Habitualmente, las fotografías son ejemplares únicos o solo se imprimen tres ejemplares numerados y firmados, acompañados de un certificado.

Esto no implica que dicha cantidad severamente controlada no pueda ser superada, empero. En efecto, visitas a colecciones permanentes o temporales de fotografía o con fotografías, han acostumbrado a una expresión: copia de exposición. Ésta significa que lo que se expone no es una copia realizada, supervisada o “autentificada” por el artista, sino una copia mecánica realizada para la ocasión. 

Las impresiones “originales” pueden ser frágiles si son antiguas. El papel es quebradizo, y las placas de vidrio se rayan fácilmente, amén de su fragilidad. La luz también afecta a la imagen que se desvanece lentamente o amarillea. De ahí que es cada vez difícil exponer copias llamadas “vintage” ( el inglés, como antes el francés, es de rigor en el vocabulario del arte contemporáneo, si se quiere ser moderno). 

Por este motivo, los negativos o las copias analógicas se digitalizan, y los prestadores o los propios fotógrafos envían por internet archivos digitales que se imprimen en el lugar donde tendrá lugar la exposición. El prestador, por internet, puede controlar ls calidad de la impresión en talleres locales aceptados por el prestador -que puede exigir que la copia se lleve a cabo en un taller fotográfico determinado que puede no estar ubicado en la ciudad donde ls exposición tendrá lugar. 

Ocurre pues que una misma imagen puede exponerse en varias salas a la vez. Será siempre la misma imagen, cuyas copias se  imprimen  en diversos talleres. Las copias así producidas se exponen, empero, con una condición: al concluir la exposición, salvo indicación contraria, las fotografías impresas, llamadas copias de exposición,  deben de ser destruidas, y su destrucción certificada. Es así como, cada año, miles o decenas de miles de imágenes se destruyen en el mundo, imágenes que se han creado con técnicas artísticas nacidas para permitir la difusión ilimitada. Esta contradicción viene marcada, no tanto por la posible merma de la calidad de la imagen reproducida mecánicamente -merma que no se da en las fotografías digitales-, sino en la severa bajada de precio de todo aquello que pierde su condición de ente raro, fuera del alcance de la mayoría.


Agradecimientos a  Marta Arroyo y a Arcadio de Bobes por sus consejos e informaciones  



 

POLANSKI Y EL ARDOR: ATAQUE PREVENTIVO DE LA URSS & AHORA QUE MIS SUEÑOS VAN CAYENDO UNO POR UNO (1983)



 


Del disco Chantaje emocional 


Agradecimientos a Aurelio Santos por el recordatorio de esas perlas 




viernes, 4 de marzo de 2022

MATTHEW SIMMONDS (1963): MAQUETAS DEL PASADO


























 

Matthew Simmonds es un escultor inglés (escocés), especialista en arquitectura medieval, conocido por pequeñas maquetas, representando fragmentos de interiores de edificios antiguos existentes, greco-latinos, góticos y árabes, , siempre excavados en bloques de mármol blanco, con suficiente aperturas que permiten que la luz penetre en el interior y juegue con las columnas talladas.

Entre sus últimas esculturas, destacan unas pocas que representan gabinetes de curiosidades: pequeños nichos con obras de culturas y épocas diversas, entre las que destacan estatuas de orantes sumerios, una de las escasas representaciones modernas de este tipo de figuras que no siempre aparecen en los estudios sobre la historia del arte.

Sus maquetas están más cerca de las iglesias excavadas en la tierra, de Lalibela, en Etiopía, o en Turquía, que de una iglesia convencional. Los templos, fragmentados o no, no se alzan sobre la tierra, sino que están dentro de ésta. Podrían ser ruinas sepultadas -por su ubicación y su fragmentación- pero son obras que no han sufrido. 

Son construcciones insólitas, que solo poseen un espacio, una imagen interior, como si les hubiera dado la vuelta y exhibieran sus interioridades. No tienen fachadas. El exterior es la piedra devastada pero bruta. Se asemejan a nidos, a cobijos, cuidados y luminosos, a catacumbas (libres de connotaciones funerarias), a cuevas abiertas por la mano del hombre, a espacios mágicos -reales, e imposibles, sin embargo, a la vez- que se descubren a medida que uno se adentra en la tierra. Son interiores sepultados, ganados por el avance de la materia, en los que la brutalidad o naturalidad de la piedra acoge en su interior a la obra humana, permitiendo la armoniosa cohabitación de ambos mundos. Frágiles obras a merced de la materia opaca.    

jueves, 3 de marzo de 2022

SAHIM OMAR KALIFA (1980): IRAQ INVISIBLE BEAUTY (LA BELLEZA INVISIBLE DE IRAQ, 2022: TRAILER)

 

El documental, en postproducción, se estrenará el 20 de mayo de este año

El documental está dedicado a la obra del fotógrafo iraquí Latif Al-Ani, recién fallecido, cuya obra se extiende en los años cincuenta y sesenta del siglo pasado, a quien La Virreina. Centre de la Imatge, de Barcelona, dedicará una exposición a partir del 6 de abril de este año.

Véase, por ejemplo, este enlace sobre este cineasta.

GONZALO BALLESTER (1982): AL-MADINA (LA CIUDAD, 2010: TRAILER)

Tráiler Al-Madina (La Ciudad) from Gonzalo Ballester on Vimeo.

miércoles, 2 de marzo de 2022

Diálogo

 Narciso era un joven hermoso que no era consciente de su belleza. Nunca la había contemplado. Tampoco se daba cuenta de la turbación que suscitaba su presencia. Andaba despreocupadamente, sin fijarse en los demás ni en sus reacciones, entre admirativas y vergonzosas. No dejaba a nadie, fuere hombre o mujer, indiferente. Sin embargo, ninguna mirada, ningún gesto, ninguna palabra le detenían. Se movía como si estuviera ciego. La ninfa Eco fue la última de sus víctimas, rendida ante el encanto de Narciso. Desesperada ante la indiferencia del joven, que no parecía escucharla ni le respondía, la voz, cada vez más quejumbrosa de Eco se fue apagando. Eco deambulaba como un alma en pena, desesperada porque no lograba despertar la atención de Narciso. Poco a poco, languideciendo, se convirtió en una caricatura de sí misma, incapaz de expresarse ni de comunicarse, pudiendo tan solo repetir mecánicamente, y con una voz cada vez más queda hasta volverse inaudible, las últimas palabras que había pronunciado, que sonaban, patéticamente, como la respuesta incomprensible de Narciso, mudo, a sus intentos de establecer un diálogo.

Un diálogo solo se establece cuando dos personas deciden entablar una conversación. La palabra diálogo tiene un origen griego. Dialogos, en griego, es una palabra compuesta por la partícula adverbial dia, y la palabra logos, que significa palabra fundada y cierta, digna por tanto de ser tenida en cuenta. 

Sin embargo, dia, en griego, marca una nítida separación. Describe la distancia casi abismal entre dos puntos. Lejos de apuntar a una unión, destaca por el contrario el desagarro (otro de los significados de dia), un vacío que la palabra pretende colmar o, mejor dicho, por donde transita la palabra. Porque dicha partícula destaca que la palabra no pertenece a nadie. Ha sido ya enunciada, y viaja por el vacío, tratando de alcanzar al receptor. Éste aún no la ha recibido y, por tanto, no la ha interpretado ni la ha hecho suya. El logos lanzado, es un logos libre. Desconocemos si alcanzará su objetivo: llegar hasta el dialogante, ni si cumplirá con el objetivo: establecer un contacto más o menos duradero, que acerque las posiciones de ambos dialogantes. En tanto que palabra que vuela, mientras vuela, el logos viajero mantiene ambas partes en tensión, a la expectativa. La reacción aún no se ha producido. Quien escucha no se ha manifestado aún. Ambos dialogantes están a la espera, de lo que se le ha enviado, y de la respuesta, de una palabra voladora en sentido contrario. En el diálogo no cabe la manipulación, ni la mentira. La palabra ha escapado al control de quien la ha enunciado, y no ha podido ser acallada por el receptor si éste da la callada por respuesta, o da la espalda a la palabra que transita, y se pierde. La palabra que viaje mide la distancia y las diferencias entre los dialogantes, que tienen que acercan posiciones, y por tanto, abandonar su hieratismo y su rigidez doctrinaria, para logran que la palabra le alcance y le llene, antes de corresponder con otra palabra. Escuchar es tan importante como hablar, saber escuchar y saber hablar. El diálogo invita a la apertura de miras, a abrirse y a exponerse. El diálogo puede producir desequilibrios, socavar confianzas en uno mismo, hacer tambalear férreas creencias. La cerrazón cede ante la llegada de la palabra, debe ceder para que la palabra le alcance. Ésta es una flecha que puede doler pero nunca herir; el dolor que se siente ante lo que no queríamos escuchar, un dolor que se escurre, liberador. El diálogo no se compone de lemas ni de proclamas, de frases hechas, ni de dogmas, a los que no se les puede dar la vuelta, que no se pueden devolver, no porque no se aceptan sino para corresponder con una palabra alada semejante, digna de la recibida. En un verdadero diálogo no se comulga con ruedas de molino. Un diálogo es un juego, un juego con las palabras, con palabras poéticas, que permiten juegos de palabras, palabras con doble sentido -o múltiples sentido-, que cabe volver a lanzar con mucho cuidado; palabras frágiles, en las que la ironía se trenza con la tristeza, que cuentan verdades a través del velo de la ficción, a las que cabe prestar atención, so pena de que caigan en el vacío, o no se logran alcanzar.

   

Dies cinerum (miércoles de ceniza)

 "Vino palabra de Jehová por segunda vez a Jonás, diciendo: Levántate y ve a Nínive, aquella gran ciudad, y proclama en ella el mensaje que yo te diré. 

Y se levantó Jonás, y fue a Nínive conforme a la palabra de Jehová. Y era Nínive ciudad grande en extremo, de tres días de camino. 

Y comenzó Jonás a entrar por la ciudad, camino de un día, y predicaba diciendo: De aquí a cuarenta días Nínive será destruida. 

Y los hombres de Nínive creyeron a Dios, y proclamaron ayuno, y se vistieron de cilicio desde el mayor hasta el menor de ellos.

Y llegó la noticia hasta el rey de Nínive, y se levantó de su silla, se despojó de su vestido, y se cubrió de cilicio y se sentó sobre ceniza. 

E hizo proclamar y anunciar en Nínive, por mandato del rey y de sus grandes, diciendo: Hombres y animales, bueyes y ovejas, no gusten cosa alguna; no se les dé alimento, ni beban agua; sino cúbranse de cilicio hombres y animales, y clamen a Dios fuertemente; y conviértase cada uno de su mal camino, de la rapiña que hay en sus manos. 

¿Quién sabe si se volverá y se arrepentirá Dios, y se apartará del ardor de su ira, y no pereceremos?

Y vio Dios lo que hicieron, que se convirtieron de su mal camino; y se arrepintió del mal que había dicho que les haría, y no lo hizo." (Jonás, 3: 2-10)


El ritual cristiano del miércoles de ceniza, que hoy acontece, remonta a Mesopotamia, según cuenta Jonás; en concreto, a la conversión del rey asirio instalado en la ciudad de Nínive, a punto de ser destruida por orden de Yahvé. La ceniza detuvo el fuego.

Miércoles que, desde finales de la antigüedad, reviviendo la historia del rey asirio, abre un periodo de cuarenta días de penitencia -ayuno y abstinencia- antes de entrada triunfal del hijo divino en la ciudad de Jerusalén -la única entrada de un cortejo, venido de fuera, en la ciudad que no es rechazado, pese a trastocar la vida cotidiana, gracias al anuncio de un tiempo renovado-, y de su proclamación como rey del mundo.

Las palmas que el año anterior se agitaron para celebrar la llegada del hijo divino -un acontecimiento único que se repite cada año como si fuera la primera vez (el mito logra la proeza de repetirse idéntico a sí mismo cada año, siendo al mismo tiempo único y no una mera repetición)- se queman y se reducen a cenizas. Éstas cubren las cabezas de lo ciudadanos, que vuelven al polvo anticipadamente. No pueden purificarse. La ceniza dificulta la respiración. Una negra nube, que evoca la grisura y la opacidad de la muerte que llueve desde las alturas, envuelve y enluta la ciudad.  Los ciudadanos se mortifican. La hambruna ronda. La luz se diluye. El mundo se vuelve gris. Hasta el retorno del resplandor, y el nuevo agitar febril de las palmas.

Hoy, miércoles 2 de marzo de 2022, la cruz de ceniza se vuelve, en un país, al menos, un signo aún más siniestro.