Fotos: Tocho, Sumhuram (Samaram), Omán, diciembre de 2024
Si bien algún viajero europeo por la península arábiga, a mediados del siglo XIX, recorría el desierto pedregoso, partido por vertiginosos tajos, y caudalosas rieras cuando los monzones, cabe la costa del mar Índico. en busca de un célebre puerto comercial descrito en un tratado geográfico griego anónimo del siglo I dC, el Periplo del Mar Eritreo (en verdad el Mar Rojo), escrito posiblemente de un navegante egipcio, no es hasta los años 50 del siglo pasado y, más tarde, entre 1997 y 2003 que, gracias a la UNESCO, Smhrm o Smrm, tal como se escribía en arameo, inciertamente transliterado como Sumhuram o Samaram, fue desenterrado y restaurado.
Se trataba del puerto comercial más importante del mundo. Durante ochocientos años, entre los siglos III AC y V dC, Sumhuram fue la ciudad de la que partían un mínimo de unos ciento veinte barcos anuales hacia China, la relativamente cercana península de la India, Mesopotamia, Egipto, el Mediterráneo oriental -y de allí a todo el Mediterráneo- y reinos del sureste del continente africano cargados de uno de los materiales suntuarios más valiosos: el incienso, tan apreciado como el oro y las piedras preciosas. El negocio de la recogida de la resin, su tratamiento, su transporte y su distribución a medio mundo, del Mediterráneo occidental a la China y al sur de África estaba bajo el control de la ciudad.
El incienso, una resina olorosa, traslúcida, dorada, en ocasiones, como el ámbar, precedente, hoy como ayer, de arbustos de las altas tierras desérticas del sureste de la península arábiga, se utilizaba, bajo la forma de vapor, quemándolo, como perfume en rituales religiosos y políticos, amén de sus propiedades medicinales. Se consideraba el constituyente más valioso, raro y apreciado en ofrendas ceremoniales.
Sumhuram era una ciudad fortificada, dotada de templos, almacenes, depósitos y barrios residenciales, ubicada en lo alto de un acantilado que aún hoy vierte en una laguna de agua dulce, alimentada por un río que recoge el agua de las cascadas de las montañas circundantes, visibles desde la ciudad, que caen abruptamente cuando los monzones. Una estrecha franja de arena separa la laguna del mar Índico.
El puerto, al pie de la ciudad alta, gozaba de una singular protección natural: dos altísimos diques, paralelos al mar, a lado y lado de la laguna. No cabe esperar un emplazamiento natural más oportuno para un puerto, tan bien defendido como abierto.
Desde alta mar, la ciudad se perfilaba sobre el acantilado que destacaba sobre la línea baja de la costa, de manera parecida al acrópolis ateniense. Algunos templos fuera del recinto amurallado protegían mágicamente el conjunto.
El acceso por tierra se realizaba a través de un núcleo laberíntico defendido por torres, y el intercambio de bienes entre la ciudad y el puerto se producía a través de una estrecha y discreta puerta a la que se accedía por un angosto sendero trazado en la pared vertical rocosa, prácticamente inatacable.
Anchas calles empedradas, entre altos muros conducían al centro de la ciudad donde se emplazaba el templo principal, que debería dominar el perfil de la ciudad, y una construcción al aire libre, de uso incierto, aunque posiblemente cultual, semejante a un pozo dotado de lo que podría ser un estanque, quizá al servicio del templo.
Sumhuram era una ciudad donde la economía se daba de la mano del poder real y de la religión. El nombre de la urbe significa Su nombre está en lo alto: el nombre de la divinidad principal de la ciudad, y seguramente de un poderoso rey que quizá fundara la ciudad en el siglo III aC.
En cualquier caso, el intenso tráfico marítimo entre el Mediterráneo, el Mar Rojo, el océano Índico y el mar de China, en la antigüedad, que a veces olvidamos en Europa occidental, pese a la importancia política que tuvo para el imperio romano y posteriormente el imperio bizantino, y las relaciones con reinos e imperios de Extremo Oriente, se organizó desde un puerto central, Sumhuram, cuyo tráfico controlaban los Nabateos, ubicados en el desierto arábigo, que también negociaban con los Ptolomeos en Egipto, y Roma, republicana y luego imperial.
Sumhuram ofrece una visión más compleja y completa de la historia antigua, de las relaciones comerciales y políticas fuera del ámbito mediterráneo que solemos percibir como un todo desligado de una red de relaciones entre Eurasia y África.
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