En la cultura mesopotámica, sin embargo, las artes edilicias suplían las deficiencias del dios del cielo siempre que estuvieran en manos y en boca del dios de la arquitectura. La labor humana, pese a la ayuda de la divinidad, no podía competir con el trabajo del dios de la arquitectura. La técnica suplía la creación divina siempre que fuera un dios el que la ejerciera.
Los artesanos -pintores, escultores, ceramistas, herreros, carpinteros, arquitectos- griegos tenían distintos patronos divinos. Sus saberes les habían sido comunicado por dioses y héroes. Los modelos que seguían para pintar, esculpir y edificar tenían un origen sobrenatural. Los artesanos arcaicos eran considerados unos magos, y los poetas, incluso en épocas clásica y helenística, estaban favorecidos por los dioses quienes les dictaban lo que tenían que contar y cómo tenían que componer los versos. Eran vistos como los portavoces del cielo. Suplicaban la ayuda de las musas y éstas accedían. El poema era, así pues, una creación divina y no humana.
Pero lo cierto es que la suerte de los artesanos, en Grecia al menos, no era deseable. Incluso cuando eran juzgados como magos o portavoces celestiales, se pensaba que eran unas marionetas que los dioses utilizaban. Por otra parte, el que no fueran responsables de sus actos ni de sus obras decía poco en su favor.
Este desprecio por el artista no impedía que las artes fueran bien vistas.
Así, Aristóteles sostenía que "en algunos casos el arte completa lo que la naturaleza no puede llevar a cabo" (Física, II, 199a, 17-18), Arte traduce la palabra griega que Aristóteles reiteradamente emplea: tejné. Esta palabra no significa técnica; no designa un conjunto de saberes y procedimientos que concluyen con la fabricación de un objeto, sino que significa descubrimiento. Algo está en frente de nosotros que no vemos y la técnica lo expone a la luz. La técnica tiene como fin llevar a término, materializar, lo que se halla en estado latente (en "potencia").
La técnica es un proceder similar al que usa la naturaleza. Es tan válido y eficaz. Así, Aristóteles escribe que "si una casa (oikos, que designa la casa en relación a sus ocupantes. una casa vivida) hubiese sido generada por la naturaleza, habría sido generada tal como lo está ahora por el arte. Y si las cosas por naturaleza (physis) fuesen generadas no solo por la naturaleza sino también por el arte, serían generadas tales como lo están ahora por la naturaleza" (199a, 14-15).
La arquitectura rivaliza con la naturaleza en la creación de cosas. Incluso mejora o concluye lo que ésta es incapaz de realizar, lo que deja a medio "hacer". El arte no se opone a la naturaleza sino que está a su servicio.
La arquitectura aparece así, no como un medio para generar formar sino para desvelarlas. Del mismo modo que Miguel Ángel, dos mil años más tarde, sostendrá que el trabajo del escultor consiste en desenterrar formas o seres encerrados en la materia hasta liberarlos y descubrirlos, Aristóteles pensaba que la arquitectura es el arte de mostrar lo que se encuentra en el espacio. Espacios habitables, lugares que el arquitecto acaba por conformar. Las casas no se idean y se construyen fuera de un lugar. No se conciben en abstracto y se emplazan a continuación, sino que las casas son la forma habitable que un lugar ya posee. El arquitecto solo acaba por conformar lo que el lugar ya ofrece: un espacio donde asentarse y vivir. Así, las casas se construyen con los materiales del lugar, las piedras, la arcilla, la madera propia de un espacio. La arquitectura consiste en una reorganización, una reordenación de los materiales propios de un sitio de modo que la casa, el hábitat que quizá aun no se perciba, la protección y la acogida inherentes a un lugar se hagan patentes. La arquitectura da una forma visible y definitiva a lo que el espacio encierra. Ayuda a que el espacio se ponga al servicio del hombre, y que éste reconozca que aquel lugar que la arquitectura designa y conforma sea el lugar apropiado para él, sea su casa.
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