jueves, 23 de mayo de 2019

Historia y decadencia....




El arte se volvió grandilocuente, oscuro o infantil; enigmático u obvio. Las figuras, cada vez más deformadas, hinchadas o grotescas, ensimismadas, levantando la mirada al cielo, cada vez más descomunales, contaban historias, durante decenas de páginas, frescos o relieves inabarcables, que solo algunos eruditos conocían.
Los efectos teatrales se multiplicaban. Se buscaba asombrar, impresionar, intentando que los efectos luminosos y sonoros, las dificultades técnicas escondieran la pobreza o la simpleza de las ideas, las propuestas. El arte era un circo. Se favorecían las naumaquias, las luchas circenses que no acaban nunca, los efectos sanguinarios. Se contentaba el gusto por lo absurdo, la fascinación por lo nunca visto -aunque tras una primera visión nada quedara, nada debía quedar para que la sed inextinguible de novedades perdurara. Lo sencillo debía mostrarse de manera retorcida o buscada. Los espectáculos eran colosales, las historias pesadas, rebuscadas, los efectos suplían la narración, lo maravilloso suplantaba la lógica. Cualquier obra de arte debía convertirse en una espectáculo teatral que debía superar, en luces, fuegos y sombras, a un anterior. La novedad primaba sobre la profundidad. Los efectos debían ser al mismo tiempo fáciles e imprevisibles. Los artistas querían sorprender, desorientar, seducir, cuando, siglos antes, habían intentado ilustrar a través de obras mesuradas y serenas, sin un deus ex machina final que supliera la lógica de la trama ni la consistencia de los personajes.
Se invertían ingentes sumas de dinero en los espectáculos. Éstos podían durar semanas. Algunas de las fiestas que conmemoraban la llegada de un nuevo emperador necesitaban de miles de figurantes y animales salvajes. Las luchas coreografiadas, casi siempre a muerte, eran un pozo sin fondo por el que se perdían fortunas y personas innombrables. Las ceremonias eran cortinas de humo que escondían la ruina física, económica y moral del imperio, a punto de derrumbarse, en medio de una fiesta perpetua. Gritos, luces deslumbrantes seguidas de la oscuridad, sonidos extraños y ensordecedores, relatos inveromísimiles, incomprensibles, la oscuridad en las historias y en las puestas en escena constituyendo el núcleo de las obras: los elementos narrativos y escenográficos que los últimos artistas romanos, muy bien pagados, manejaban, distraían y turbaban, a fin que nadie se diera cuenta de lo que se avecinaba -o, más bien, porque todo el mundo era consciente de lo que iba a ocurrir. Estábamos ya en el siglo quinto después de Cristo, y al Imperio Romano Oriental le quedaban pocos años de vida.
Sí, estoy resumiendo la célebre Historia y decadencia del Imperio Romano que Edward Gibbon escribió en el siglo XVIII. No, no me refiero a lo que se muestra en la presente Bienal de Arte de Venecia.

4 comentarios:

  1. Respuestas
    1. ¿Se refiere al arte actual?
      En este caso, no estaría en desacuerdo con usted

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  2. A ese exactamente me refiero: al más publicitado de todos los que se hacen

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    1. La bienal de arte de Venecia de este año es una significativa muestra de abstrusas muestras de pompas de jabón (con excepciones como el pabellón de Lituania): o no se entienden, o tienen significados insignificantes
      Un atento saludo

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