martes, 28 de julio de 2020

El origen de la imagen occidental del Próximo Oriente antiguo: Antonio Basoli (1774-1848)



Babilonia, 1840



El templo de Salomón, 1810




Decorados para la ópera de Giacomo Meyerbeer (1791-1864)  y el Abad Pietro Metastasio (1698-1782): Semiramide riconosciuta, 1819




Vistas interiores de Babilonia, c. 1820



Henry Layard: vista del palacio de Nínive, 1848


Antonio Basoli, al que ya hemos dedicado una entrada,  fue un pintor y escenógrafo de teatro y ópera boloñés de finales del siglo XVIII y principios del XIX, amén de profesor de dibujo en la Academia de Bellas Artes de Bolonia, conocido por haber sido uno de los primeros artistas, antes que John Martin (1789-1854), en componer una imagen de ciudades y arquitecturas del Próximo Oriente antiguo, marcadas por la desmesura imperial romano-oriental tal como la retrató Piranesi, y que influyó decisivamente en las primeras "reconstrucciones" arqueológicas de palacios asirios -las primeras construcciones monumentales de Mesopotamia excavadas -y explotadas- por arqueólogos occidentales antes de la primera mitad del siglo XIX. 

Como se puede apreciar,  Basoli compuso la arquitectura mesopotámica, antes de las primeras misiones arqueológicas, a partir de formas egipcias y persas, ya conocidas, y romanas.

El templo de Salomón, que Basoli dibujó, con un zigurat -que nunca existió en Jerusalén- se asemeja a la ciudad de Babilonia  que pintaría años más tarde -quizá una alusión bíblica a la degenerada Jerusalén terrenal, comparada precisamente con la Gran Prostituta, La Babilonia denostada-.

La "mítica" imagen de un palacio neo-asirio que el diplomático y arqueólogo aficionado anglo-francés Layard publicó tras sus excavaciones en Nínive (cabe la moderna Mosul, destruida por el Estado Islámico entre 2015 y 2017) está basada, en verdad, en el célebre cuadro de John Martín dedicado a Pandemonio, el palacio del Ángel Caído descrito por John Milton (1608-1674) en El Paraíso perdido (1667), y, directa o indirectamente, en la obra de Basoli que pudo también influir en Martin.

La imagen que aún tenemos del esplendor y la desmesura mesopotámicos se fraguó, en parte, gracias a las visiones dantescas de Basoli,

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