lunes, 19 de agosto de 2024

ERIC SATIE (1866-1925): MUSIQUE D’AMEUBLEMENT (MÚSICA DE AMUEBLADO, 1917):




 

La traducción española del título que el compositor francés Éric Satie puso a una serie de obras concebidas durante la primera guerra mundial, Música de mobiliario, no da exactamente cuenta de lo que el título original evoca: la música no es un mueble, sino que amuebla. Forma parte del mobiliario, ciertamente, pero el francés ameublement sugiere ambientación personalizada, una ocupación cómoda del espacio, y el horror del vacío. 
La invasión del espacio doméstico con muebles, telas, papeles pintados, alfombras, cuadros, objetos decorativos (bibelots), libros, fotografías, se lleva a cabo para personalizar el interior de modo que éste nos acoja y refleje lo que somos, o pensamos, a la vez que transmita la imagen de nosotros que queremos dar.
 El ameublement es también una coraza protectora contra la agresion externa, que no es necesariamente física sino verbal, malintencionada: la maleficencia, el mal de ojo. El ameublement nos cubre las espaldas, permite que nos dejemos ir y que dejemos de darle la vuelta a ciertos temas o problemas, es decir, nos libera de estar en alerta y de pensar.
Pocos títulos han asociado tan bien música y bienestar. Música cómoda y acomodaticia, que expresa bien la diferencia entre oír y escuchar. A la música del amueblado no se le presta atención.
Una de las últimas y más novedosas creaciones de Satie, no llamó la atención hasta que John Cage, en los años setenta, y Brian Eno, en los noventa y a principios del siglo XXI la descubrieron o redescubrieron (algunas partituras no habían sido nunca interpretadas en vida del compositor), y las tuvieron -y aún tienen, en el caso de Eno- como música de cabecera.
La “ambientación musical”, el añejo hilo musical, la llamada música de ascensor, hoy música de espera telefónica, beben de la propuesta de Satie. Como bien expresaba, la música de ameublement es a la música lo que el papel pintado al fresco. Ambos motivos son un ruido sordo continuo, sin principio ni final, repetitivo, sencillo, unas imágenes plásticas o sonoras  que no requieren esfuerzo interpretativo, para no sentirse solo y desvalijado. Música de compañía, también podría haberla titulada.
Se oye a lo lejos, como una sintonía radiofónica o televisiva, para impedir que el silencio se nos eche encima, y manifieste el vacío que nos envuelve, o un ruido atronador.

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