martes, 27 de octubre de 2009
La arquitectura y la ciudad según Cyprien Gaillard
El video-artista francés Cyprien Gaillard (1980-) vive y trabaja en Berlín. Busca "lo moderno que ya está en ruinas".
lunes, 26 de octubre de 2009
Adiós al palacio del Rey-Apolo
Luis XIV como Apolo -en un ballet protagonizado por el rey-.
"Hijo mío, pronto seréis rey; no me imitéis en el gusto que he tenido por los edificios, ni en el que tenido por la guerra (...); intentad aliviar a vuestro pueblo".
Éstas fueron, según Saint-Simon, las hermosas y patéticas últimas palabras de Luis XIV a su hijo, el delfín (el príncipe heredero).
Luis XIV reconocía lo que otorgaba y manifestaba la grandeza a los dioses: la imposición de la voluntad soberana a través de la guerra, la construcción del mundo (la arquitectura) y el cuidado y la guía de los súbditos o los fieles. Reconocía que la arquitectura era una prerrogativa divina, de la que, en el lecho e muerte, asumiendo su condición mortal, adjuraba.
Se le conocía como el Rey-Sol. Este nombre o este sobrenombre, a través del cual el rey se igualaba con el astro-rey, venía de su absoluta identificación con el dios Apolo. Ya vimos en un texto anterior que la fusión entre Apolo y el Sol no se produjo hasta la cultura helenística, si bien para Homero, pese a que Apolo y Helios eran divinidades distintas, la luz era una emanación apolínea.
Como Apolo (al menos como el Apolo romano), Luis XIV era el protector de las artes (función que, en la grecia arcáica y clásica asumía más bien Atenea, tejedora y carpintera -la Minerva romana). Dispensaba la justicia. Iluminaba al pueblo. Y lo edificaba.
La asunción de las virtudes de Apolo por parte del Rey-Sol se inscribía y se desarrollaba en el espacio. Toda su obra (arquitectónica) manifestaba su equiparación con las funciones de Apolo, el dios ordenador del mundo. El palacio y los jardines de Versalles estaban bajo la entera advocación de Apolo (y de su hermana gemela, Diana -Ártemis, en Grecia): la efigie irradiante de Apolo coronoba puertas y ventanas. Distintas estancias palaciegas (el Salón de Apolo, por ejemplo) y distintos jardines (el estanque de Apolo, presidido por la estatua del dios que domina todos les elementos, incluso los acuáticos, confundido con Poseidón; la gruta de Apolo) estaban dedicados a Apolo y Diana. Al igual que el santuario apolíneo de Delfos (que, literalmente, significa vagina: engendrador o dispensador de vida), que constituía el centro (el ombligo, el onfalo) el mundo, el dormitorio de Luis XIV era considerado el centro de Francia, es decir de todo el mundo ilustrado. Los despertares al rey, al que solo los iniciados eran invitados a asistir temblorosos, eran signos celestiales que anunciaban los tiempos venideros. El humor y los primeros gestos matutinos del monarca, como los de la divinidad, debían ser interpretados, pues señalaban lo que iba a acontecer.
El palacio, con una geometría perfecta, instauraba el orden en el mundo desde un centro (vital, luminoso), mundo que se iba civilizando a medida que se acercaba al palacio -o que el palacio se adentreaba en la naturaleza, inicialmente selvática, como los bosques en la lejanía-. Del palacio, las estatuas y los jardines ordenados emanaba la gracia apolínea que debía metamorfosear la naturaleza selvática y las mentes y los cuerpos incivilizados. El orden reinaba gracias a la presencia y la irradiación de Versailles, que no era sino la extensión, la geometrización (perfecta) del cuerpo divino del rey.
Esta capacidad transformadora del universo se realizaba a través de la edificación. Luis XIV, como Apolo, era el supremo arquitecto. Ideaba y mandaba construir. Su gusto, infallible y universal -es decir, personal pero (o entonces) aplicable a todo el orbe- garantizaba la bondad de sus acciones.
Pero, al final de su vida, renunció a su voluntad de conformar el mundo.
¿Cuántos arquitectos, poco antes de bajar la mano ycerrar los ojos visionarios, han condenado la implacable tiranía de su obra, la inquebrantable voluntad de conformar, de organizar el mundo a su imagen?
George Rousse: arte y arquitectura
domingo, 25 de octubre de 2009
Noman McLaren: Neighbours (1952)
El célebre corto de animación Vecinos. De obligada visión por urbanistas, arquitectos -y políticos.
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Arte y Política
1.- Vuelta a la normalidad:
Ha sorprendido o indignado (no mucho) que CiU exija subvenciones públicas para el Orfeó Catalá. ¿Por qué? ¿No es plenamente lógico? Si las subvenciones públicas del Orfeó terminaban en la Fundación Trías Fargas, la cual las utilizaba, no para promover actividades culturales, sino la más sana o rentable actividad de campaña electoral del candidato de CiU a las elecciones municipales o autonómicas, ante la proximidad de nuevas elecciones, ¿no es lógico que CiU necesite fondos y que, por tanto, quiera que la bolsa del Orfeó vuelva a estar llena? ¿No querríamos todos lo mismo?
2.- Arte y política:
El arte contemporáneo tiene que tener una vertiente política e incidir en la vida pública. No se puede contentar con distraer. Los "gestores" de Guantánamo bien lo sabían. Por eso torturaban poniendo a todo trapo canciones de Neil Daimond, John Taylor, Metállica, Marilyn Manson o el himno norteamericano, Born to run. No sé porqué se olvidaron de Barbra Streisand o Whitney Houston. No tenían gusto (es decir, formación política).
Dada la cada vez mayor importancia de la cultura "latina" en la vida norteamericana, es decir, mundial, ¿con qué canciones "hispanas" se podrían machacar a los presos? El tema se va a plantear pronto.
¡Alguna sugerencia?
Mi grano de arena: La Oreja de van Gogh; la Quinta Estación; el Sueño de Morfeo; Efecto Mariposa. O los himnos del Real Madrid y del Barça; o los nacional y autonómicos. Oé, oé, oé.
Seguro que no quedaría un terrorista vivo, o que entrarían directos en un convento con voto de silencio. Hasta se podría solucionar la falta de vocaciones.
HIMNO A MURCIA
¡Murcia!, la Patria bella
de la Huerta sultana;
novia rica y lozana
siempre llena de azahar.
De tu cielo esplendente
el dosel se despliega,
desde el mar a la vega,
desde la vega al mar.
Reina de la matronas,
demuestras la hidalguía
de tu blasón,
pues llevas en tu escudo
entre siete coronas
un corazón.
Desde tu torre cristiana
que baña su cruz de oro
en la luz de la mañana,
parece el sol un rey moro
que requiebra a su sultana.
Y entre una senda de flores
que va tejiendo el estío,
murmurando sus amores
perezoso cruza el río.
Cuna florida del sol
joya del suelo español.
SOLISTA
Vega, divino tesoro,
entre tus verdes maizales
vibra como arpa de oro
el manto de tus trigales.
En tus naranjos se llena
un incensario de azahar
para la Virgen morena
que hizo en la sierra su altar.
Parranda sonadora
siempre henchida de gozo;
copla madrugadora
que suena retadora
en los celos del mozo.
Oyendo la armonía
que tu guitarra guarda
toda la vida mía
a la sombra estaría
de tu torre gallarda.
De tu torre gigante
que a los cielos asoma
y en un tapiz fragante
duerme como paloma
Murcia joya del rico suelo español,
soñado paraíso, cuna del sol.
¡Murcia!, la patria bella,
de la Huerta sultana,
novia rica y lozana
siempre llena de azahar.
Rico tesoro, bella ciudad
Sagrario de la Santa fecundidad
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