La ciudad mesopotámica, sumeria, en particular, apenas se conoce. Solo se han excavado extensamente las partes más altas, puesto que se suponía que contendrían templos y palacios, fuentes de obras de arte capaces de enriquecer colecciones de museos. Por el contrario, las ciudades bajas, al pie de los montículos consagrados a recintos templarios, no han sido aún estudiadas. Tan solo se conocen algunos pocos barrios, incompletos, de Ur y de Kish. Tampoco se han documentado estructuras urbanas situadas fuera del perímetro de las murallas, pueblos y santuarios extra-urbanos. En verdad, la estructura urbana, la red de calles y canales, el tejido urbano sumerio son prácticamente desconocidos. En concreto, la trama urbana de la primera y mayor ciudad de la antigüedad anterior a Roma, Uruk, no ha sido excavada.
Es por este motivo que las especulaciones sobre los orígenes de la ciudad mesopotámica, que es como decir de posiblemente las primeras ciudades mundiales, son indemostrables.
Sin embargo, el antropólogo y asiriólogo norteamericano Norman Yoffee, en una reciente reunión, comentaba que el origen de la ciudad sumeria quizá no fuera distinto del de las ciudades maya, egipcia o griega, por citar tres culturas distintas y distantes (aunque es posible que hubieran existido relaciones entre Grecia y Egipto antes de los faraones helenísticos, los Ptolomeos, a partir del siglo IV aC). En efecto, aunque la comparación entre culturas tan diversas es arriesgado pues puede obviar la influencia de la geografía y la cultura local en las formas culturales, parece que las ciudades, quizá en todas las culturas antiguas, no se originaron tanto por motivos económicos o políticos (la ciudad como centro de intercambio o de dominio, como control del territorio o como expresión del poder, casi siempre real), cuanto religiosos.
Del mismo modo que se ha podido demostrar que las ciudades coloniales griegas, en el sur de Italia (la Magna Grecia), fundadas ex-novo a partir del s. VIII ac, se planificaban a partir de los caminos procesionales que unían recintos sagrados previamente construidos -o recintos sagrados, griegos, y autóctonos-, Yoffee emite la hipótesis que la trama tan irregular de la ciudad sumeria -hasta donde puede llegar el conocimiento de dicha red-, provendría de los caminos y los canales naturales que las procesiones que unían distintos templos seguían. Se sabe, en efecto, a través de los textos, que las estatuas de culto eran sacadas de los templos y paseadas de recinto en recinto, por tierra o en barca, dando lugar a ceremonias que pautaban o regulaban la vida humana y cósmica. Sin estos paseos rituales, la vida seguramente habría retornado al caos, se pensaba.
Por eso, es posible que la ciudad, en cualquier cultura no sea sino el escenario de procesiones, determinadas con anterioridad. La ciudad actuaría como un telón de fondo, dando empaque a procesiones que sellaban la relación entre mortales e inmortales. La trama urbana, al menos en los ejes principales, fijaría o anclaría en la tierra, los pasos de hombrss y dioses, y sellaría la relación entre mortales e inmortales. La necesidad de regular, confirmar y renovar la necesaria alianza entre el cielo y la tierra estaría en el origen del urbanismo. Cualquier viandante, entonces, circulando por las calles,. repetiría los pasos procesionales, y repetiría el pacto sellado cuando los primeros encuentros. La ciudad, así, garantizaría, no tanto el buen funcionamiento del cosmos, sino las buenas relaciones entre humanos y divinidades. La trama urbana certificaría los honores y el respeto que los humanos sentían hacia sus dioses, y mostraría que éstos aceptaban las honras recibidas. Las calles serían los conductos que vehicularían las comunicaciones entre lo alto y la tierra.
La existencia de vías procesionales, que organizaban la trama urbana, está bien documentada en época neo-babilónica (s. VII aC), así como en determinadas épocas en muchas culturas. No está demostrada, sin embargo, en épocas lejanas mesopotámicas, como en la cultura sumeria. Sin embargo, textos que narran procesiones existen desde muy antiguo. Algunos mapas antiguos de ciudades mesopotámicos, sobre tablillas, podrían representan estas vías procesionales. Cabe pensar, entonces, que la importancia de las procesiones, de la danza coral, en suma, en el trazado de la trama urbana, en Mesopotamia, no es descabellada, y que la razón de ser de la ciudad residía en que facilitaba y aseguraba el permanente contacto entre el cielo y la tierra, inscrito profundamente en las vías procesionales vertebradoras de la compleja trama urbana, sometida al siempre cambiante humor, al capricho, imprevisible, de las divinidades.
Suscribirse a:
Enviar comentarios (Atom)
No hay comentarios:
Publicar un comentario