jueves, 19 de septiembre de 2019
Démeter
Foto: Tocho, septiembre de 2019
La novelista canadiense, que escribía en francés, Marguerite Yourcenar, señaló que el tiempo es el gran escultor.
Esta afirmación es particularmente cierta referida a la gran estatua de mármol que representa a la diosa griega de las cosechas, Démeter. Esta obra, del siglo IV aC, procedente del santuario de la diosa en Cnido (hoy Turquía), hallada a mitad del siglo XIX, fue compuesta en dos partes separadas: el cuerpo togado (cubierto por un peplo o una túnica), sentado en un trono, y la testa velada.
El tiempo fracturó miembros -antebrazos, pies-, rebajó el volumen del cuerpo y arrugó el peplo, pero no alteró la fina, casi traslúcida traducción del quieto rostro. Hoy, la estatua (o la diosa) aparece aún más serena -y distante, ensimismada, tras haber perdido a su hija Perséfone, raptada por Hades, el dios del inframundo-.
La efigie de Démeter, de Cnido, es sin duda, la obra maestra del arte helenístico y la mejor obra del Museo Británico de Londres.
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