jueves, 12 de septiembre de 2019

El origen del hogar

Los esponsales son, tradicionalmente, el origen de una nueva casa. Una vez el ritual de matrimonio concluido, los antiguos prometidos, parten -o se instalan, casi siempre, en la casa del padre de la novia. Así ocurría en Grecia y en Roma, en la antigüedad, y así acontece aún hoy en algunas culturas.
¿Por qué prometidos? Se prometieron fidelidad y asistencia mutua, sin duda, pero cabe preguntarse si éstas son las razones del nombre que reciben quienes se van a esposar.

Los esponsales (la ceremonia de noviazgo, que no de matrimonio, al menos en Roma, en verdad) se decían sponsalis. Esta palabra está relacionada con el sustantivo sponsio (promesa, garantía) y con el verbo spondeo. Directamente, poco tienen que ver con el matrimonio, pero sí dan cuenta de la razón de éste.
Spondeo significa prometer, dar la palabra, garantizar. El verbo pertenece al vocabulario tanto religioso cuanto jurídico. Un juramento, en la antigüedad, implicaba algo más que una palabra ante los dioses -quienes podían tomar la justicia por la mano si las garantías ofrecidas no eran suficientes, o se faltaba a la palabra dada. Dicho juramento implicaba, además, poner la mano sobre un objeto sacralizado (hoy, a menudo, un libro "sagrado"). Este contacto ponía a quien juraba en conexión con los dioses quienes velaban por lo que se afirmaba. Quien juraba debía responder con su propia persona (responder, en efecto, significa comprometerse en cuerpo y alma con lo que se dice). Debía ofrecer lo más valioso, aquéllo que en caso de pérdida -por incumplimiento de la promesa-, entrañaba una pérdida real o moral insuperable. Quien juraba ponía pues su hija en la balanza.
Un juramento de matrimonio es un compromiso. Dos clanes van a unirse. Las diferencias, las desconfianza deben abolirse. El acuerdo se sella entre varones: el "prometido" y el padre de la joven. La joven compromete a ambos bandos: al padre a entregarla y al joven a aceptarla. El padre entrega pues a la esposa. Ésta garantiza que el juramento perdurará. La conclusión del acuerdo conlleva un sacrificio: la entrega de un bien. Éste se efectúa ante "notario": los propios dioses, que certifican que la entrega cumple con todos los requisitos, y les place. La esposa es el símbolo del de lo que está en juego: un acuerdo "de palabra". La esposa, que pasa de la casa del padre a la casa del esposo, es el bien sobre el que descansa la palabra dada -es una ofrenda, una libación ante los dioses-, que da fe de la fundación de un nuevo hogar

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