"Circunstancias personales me han traído a Atenas, coincidiendo con la jornada electoral de supuesto infarto europeo, seguida de presunto alivio ídem, y presidida por la coacción y el miedo provocados hasta el final por los administradores del poder económico y por sus voceros.
Por suerte, ajena a titulares clónicos y a consignas ciegamente admitidas por quienes deberían pensar y pensarse antes de acatar y someterse, he repensado Grecia —la que tanto nos dio— en compañía de Pedro Olalla. El helenista asturiano, afincado en la capital griega, siempre alza la voz para recordarnos que sólo en el reforzamiento de la ciudadanía —eso que nació aquí, hace tantos años— hallaremos la fuerza para resistir los dictados de los poderes económicos que nos sojuzgan a través del manejo de la deuda que ellos mismos nos ayudaron a crear. Sólo más democracia evitará el premeditado desmantelamiento de la democracia. Pedro tiene blog y legiones de seguidores en Youtube, y acaba de sacar un nuevo libro imprescindible,Historia menor de Grecia (Acantilado).
Recorrí con Olalla el Ágora, y penetré lentamente con él, a la sombra de olivos y laureles, y entre el perfume dulzón y engañoso de las adelfas —laureles amargos, se llaman, en griego: un potencial veneno—, en el proceso que condujo a la creación de la democracia y de la noción de individuo responsable y con derechos ciudadanos. El ayer y el hoy se fundían, con sencillez y claridad. Cómo hemos podido renunciar a tantas parcelas de libertad, y cómo hemos permitido que nos gobiernen los lacayos de quienes nos han convertido en sus clientes entrampados.
Tal vez fuera la luz, la luz de Atenas —de aquella que nos fundó—, lo que me anudó el pecho ayer, cuando volví los ojos hacia este sumidero de mediocres sumisos en que hemos devenido.
Volver a empezar, más que nunca".
(Maruja Torres, "En Atenas", El País, 21 de junio de 2012)
Solo los varones libres nacidos en Atenas tenían derecho de participar en la vida política de la ciudad- estado: mujeres, niños y extranjeros, en toda Grecia, no tenían derechos. Numerosos esclavos trabajaban para mantener un estado, siempre en guerra (una de las fuentes en esclavos), que mutó en Imperio a principios del s. IV aC. El número de esclavos posiblemente triplicara al de ciudadanos en Atenas. Aquéllos eran bienes, tratados como una mercancía.
Creía en la autoctonía, una ideología que defendía el enraizamiento de los atenienses en la tierra del Ática -tierra que, por tanto, rechazaba a todos los que no eran atenienses "de pura cepa", que no habían nacido de las entrañas de la tierra-, y su existencia previa a los dioses, por lo que se despreciaba a todos los que no eran nativos.
El Partenón era un templo descomunal, de gusto oriental (el modelo es jónico), construido en el siglo V aC, con vistas a impresionar a todos los estados griegos que no aceptaran subordinarse a Atenas, y a lanzar un aviso a los Persas.
La iconografía de los relieves de las metopas mostraba la superioridad de los dioses atenienses, y la asociación entre extranjeros y monstruos (Amazonas, Centauros, etc.), con los que luchaban los dioses griegos de figura enteramente humana, y a los que aplastaban.
La democracia ateniense poco tenía que ver con las modernas democracias.
La democracia, entre efluvios de olivos y laureles, que Maruja Torres canta es una invención del siglo XIX, el siglo de los nacionalistas excluyentes europeos, y del naciente colonialismo.
No hay comentarios:
Publicar un comentario