Miquel Barceló posee una gran tobera del siglo XIX. Le fabrican, como hace decenios o siglos, ladrillos perforados (llamados geros). Antes de que se sequen, y se cuezan en un gran horno de leña, Barceló interviene. Modifica la forma; los abre, los parte, los deforma, convirtiéndolos en animales, en modelos de refugios -o en refugios diminutos, semejantes a osarios o a casas para las almas de los difuntos-, en almenas, en gruesas columnas egipcios coronadas por flores de loto, en santuarios, en bloques de viviendas que deberían construirse con las mismas piezas cerámicas.
Algunas piezas se expondrán el año que viene en el Museo Picasso de París, y otras, como éstas, en una muestra sobre la cerámica y la arquitectura, desde la antigüedad hasta nuestros días, en el Mediterráneo (De Obra. Cerámica y Arquitectura), que el Museo del Diseño de Barcelona prepara para septiembre de 2016
Fotos: Tocho (nunca mejor dicho)
Agradecimientos a Miquel Barceló
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