miércoles, 21 de agosto de 2019

Domus et dominus

La palabra casa tiene dos significados: nombra una estructura material, arquitectónica, y al núcleo humano (familia, clan, etc.), estrechamente relacionado con el volumen construido, que mora permanentemente en su interior. En este caso, la casa es sinónimo de linaje.

Casa, en griego, se decía domo; domus, en latín.
Pero domo solo designaba el edificio. Oikos, en cambio, se refería a quienes lo poseían y vivían en él. Oikos compone la palabra economía (oikos-nomos), que significa la ley o norma que regula la vida de una casa, es decir de quienes moran entre las cuatro paredes de una domo.
Domus, que se suele asocial a lo construido, se refiere, en cambio, solo a quienes viven en la casa. La casa entendida como una construcción, se decía aedes. De ahí, las palabras modernas de edículo (pequeña construcción), el  adjetivo edilicio (referido a la construcción), o el sustantivo edificio (aedes-faccio) que significa volumen hecho o construído.

Domus estaba emparentado con dominus. Aunque los radicales sean distintos, los autores latinos solían asociar ambas palabras. El dominus era el señor de la domus, y ésta el espacio en el que se manifestaba el poder del dominus, del padre de familia. La domus era su bien.

Domus está en el origen de dos palabras, también de origen latino: doméstico y domesticar.
Lo domestico es el carácter del espacio interior habitado. Se refiere a las cualidades de éste, no en tanto que construcción, sino que espacio que acoge, modela y expresa las relaciones humanas, teñidas por el ambiente del espacio, espacio, a su vez, marcado por las relaciones de quienes viven en su interior.
La domesticación es un apaciguamiento. Conlleva una transformación, un paso de la animalidad a la civilización, que permite que los animales puedan tener cabida en el espacio doméstico. Los rasgos asociados al espacio exterior, carente de límites, se adaptan, se amoldan a las mesura, a las formas de lo doméstico. Los animales se vuelven sociables. Aprenden a convivir juntos y con los humanos. En principio, la domesticación extiende las virtudes de lo doméstico a lo indómito.

Sin embargo, como comenta agudamente el lingüista Émile Benveniste (Le vocabulaire des institutions indo-européennes, 1: économie, parenté, societé -existe traducción española), la domesticación es una imposición. La domesticidad es la servidumbre: nombra a quienes están entregados al poder del dominus. Se ejerce una fuerza para controlar al animal. La domesticación es una carga que limita los movimientos del animal y le obligan a ceñirse a un determinado modo de vida. La domesticación coarta la libertad. Se doma el animal. Se le reduce a la fuerza.

La domesticación completa, matiza la imagen de los valores de la domus. La domus es el fruto de un acuerdo, de pactos, de rituales (matrimonio, nacimiento, fallecimiento, etc.), de un sometimiento , asumido o sufrido, a lo que la domus, las normas de la casa exigen. Cada casa -real, noble, etc.- (cada familia, cada linaje) tiene sus propias reglas que se tienen que respetar so pena de perder lo que la domus ofrece, volviendo a la intemperie, al estado salvaje o bárbaro. A cambio de protección, se pierde libertad de decisión. La casa es un hogar y una celda, un refugio y un encierro, donde cohabitan seres que se han entregado al poder de la domus, percibido como liberador o castrador.

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