Cañas y (mucho) barro
Imagínese que usted es un director o directora de un centro privado de arte moderno, a merced de los gustos de sus propietarios. Usted, que ha dirigido anteriormente otro centro de arte privado que le dio cierto prestigio, ansia dirigir un verdadero museo de arte público, una institución. Intentó en su día obtener el puesto pero no lo consiguió y se tuvo que contentar con lo que hoy tiene. Pero usted contempla cada día como este centro que se le escapó va viento en popa, mientras el relativo crédito que usted dispuso se apaga.
¿Qué hacer? Por las buenas, usted tiene escasas posibilidades de hacerse con la dirección de este centro, cuyo director actual recibe todos los parabienes.
Podría, como la zorra de la fábula, declarar a todo el que quisiera escucharle que las uvas a las que no llega, fuera de su alcance, están verdes.
Pero estamos en un país con una larga tradición de nombramientos y despidos de directores de museos legalmente nombrados y que no han cometido falta alguna a cargo de políticos y en favor de sus protegidos.
Así que lo mejor que puede hacer es cortejar el consejero de cultura de turno.
Y he aquí que, un día, la fruta está madura. El consejero decide destituir el director por un vago error administrativo que la propia administración habría cometido. Lo lógico sería que la la administración subsanara el defecto de forma. Pero en el país de las maravillas existe un método más expeditivo: la destitución, la convocatoria de un nuevo concurso para el nombramiento de un nuevo director cuyo nombramiento ya está decididos.
Sorpresa, murmuraciones, críticas en voz baja en el medio del arte nacional . ¿Cómo hacerlas en voz alta si las dos o tres personas que tienen la sartén por el mango del arte moderno en España están de acuerdo en despedir a quien molesta -molesta porque obtuvo un puesto de modo intachable- y en nombrar a un o una fiel correveidile?
Y he aquí que, como desde hace ochenta años (de paz), las buenas costumbres se mantienen en España. Se echan directores y se ponen peones. Porque sí.
Luego, a fin de lavar la imagen -si es que ha quedado empañada- ,usted organiza una gran exposición de arte contemporáneo para denunciar a los soberanos y el ejercicio del poder y aquí paz y después gloria. Quiere quedar como un señor o una señora. Pero queda , en verdad, como lo que es.
Levante significa: allí donde el sol se levanta; la etimología a veces se equivoca; Levante puede ser donde la luz se apaga (a fin de que los trapicheos no queden expuestos).
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