Retrato de Ka-aper, Saqqara, 2500 aC, Museo, El Cairo
Cabeza sumeria, época Gudea, 2100 ac, Museo del Louvre, París
Cabeza sumeria, s. XXII aC, Oriental Institute, Chicago
Cara de Sesostris III, 1900-1800 aC, Museo Metropolitano de Arte, Nueva York
Cabeza Nok, Jemaa, s. VI aC, Museo, Lagos
Retrato etrusco, Sarcófago de Vescovo, s. III aC, Museo, Chiusi
Retrato, El Fayum, s. I dC, Museo del Louvre, París
Retrato, El Fayum, s. I dC, Museo, Stuttgart
Retrato, El Fayum, s. II dC, Museo Pushkin, Moscú
Retrato Romano-Republicano, s. I aC, Museo de Arte Romano, Mérida
Retrato romano sobre vidrio, s. I aC, Museo Arqueológico Nacional, Nápoles
Retrato de guerrero, cultura Moche, s. I dC, Museo de Arqueología, Lima
Retrato del rey Pakkal II, Palenque, cultura Maya, s. VII dC, Museo de Antropología, México
Luohan Tamrabhadra, China, s. X dC, Museo Guimet, París
Retrato del rey Jayarman VII, s. XII dC, Anghor Thom, Museo Nacional de Camboya, Phnom Penh
¿Retratos?
Figuras antropomórficas naturalistas en las que, habituados a la imagen mimética, creemos encontrarnos ante una persona.
Pero no son retratos, tal como se definen los retratos en Occidente desde el siglo XV. No representan a un individuo, sino a un cargo: un rey, un gobernante....
Este cargo recae, temporalmente, en un humano. Pero es el cargo el que determina que dicha persona, conformada según el cargo, sea figurada. Su vida personal, su historia no cuenta; solo su vida pública.
Casi ningún "retrato" antiguo ha sido realizado en vida. La mayoría reproducen su máscara mortuoria. Retrato de una máscara, no de un rostro. Algunos, incluso, se ejecutaron años o siglos tras el fallecimiento de la persona.
Los retratos del Fayum podrían constituir una excepción: fueron pintados en vida del modelo. Pero son efigies con una función funeraria. Reemplazan el rostro embalsamado. La mirada, desorbitada, no es la de una persona viva, sino de una figura resucitada que mira desde el mas allá.
Los conocidos retratos del faraón Sesostris III inciden, sin embargo, en rasgos propios, humanos: arrugas, mejillas caídas, mirada triste (o así nos parece). Mas estos signos de la ancianidad denotan la superioridad del monarca, que no solo vive más tiempo que sus súbditos, sino que desafía el tiempo, que todo y que deja una honda huella en el rostro -pero después de todo, también los dioses evolucionan, nacen y crecen-, parece que no puede con él, como si el faraón hubiera alcanzado una cierta inmortalidad -o intemporalidad, como si el tiempo ya no le afectara.
Y, sin embargo, de esos falsos retratos, emana una singular impresión de humanidad: parecen mirar cara a cara al destino, y nos indican cómo comportarnos ante los envites.
Grácias!
ResponderEliminarTe escribo una reflexión que me ha surgido después de leer el texto. Se llama... En busca de de la inmortalidad.
Los retratos del Fayum,
concebido por un alma evolucionada en las artes,
concebido en un momento de conciencia plena,
el cual coincide con el momento retratado.
Parece tener como una limitación la mirada,
el momento.
Pero a la vez mucha más potente,
reencarnándose en un momento entero compartido.
Los otros retratos,
concebidos por un alma evolucionada en las artes,
concebidos en un momento de conciencia plena,
el cual no coincide con el momento retratado.
el artista debe crear una imagen
llena de simbologias que representan momentos,
crear la intemporalidad en el retrato
y por tanto,
de la reencarnación.
Muchas gracias por el texto
EliminarLos ojos bien abiertos, la mirada fija -pese a la inmovilidad de la pintura, intuimos que esos ojos nunca parpadean- son, en efecto, una características de los retratos de El Fayum