martes, 5 de enero de 2021

El rey Gaspar y la arquitectura

Érase un rey de la India llamado Gundosforo. Soñaba con tener un palacio nunca visto. Envió a su mensajero, Abades, recorrer el orbe en busca de un arquitecto capaz de semejante proeza. Abades llegó a Arabia y se dirigió hacia el foro de la ciudad. Allí encontró a Jesús quien le respondió que conocía a tal ingenioso arquitecto. Mandó llamar al apóstol Tomás y lo presentó a Abades. Mas, Tomás se resistía tanto a partir a la India que Jesús lo convirtió en un esclavo suyo y lo entregó a Abades. Al día siguiente partían. Apenas llegaron ante el rey Gundosforo, éste inquirió sobre las habilidades constructivas y proyectuales de Tomás. Éste le garantizó, y así se lo mostró en un plano trazado con una caña en la tierra., que nadie habrá visto el nuevo palacio. Gundosforo creyó a Tomás, le entregó oro, plata y gemas para la obra, y partió a la guerra. Cuando regresó, veinte años más tarde, pidió ver de inmediato lo que nadie habría visto. Tomás lo condujo en lo alto de una loma y tendió el brazo. Allí delante se hallaba el palacio. Gundosforo miraba y no veía nada. Tampoco los materiales preciosos. Ordenó apresar a Tomás y que fuera ejecutado al alba. Mas, aquella noche, el príncipe Gad, hermano del rey, falleció. Su alma ascendió a los cielos. A medida que subía, el cielo se aclaraba. Un creciente resplandor inundaba el cielo. El alma llegó ante el portal de un palacio celestial hecho de luz que apenas se vislumbraba pues sus muros cegaban. Entendió que Tomás había logrado construir lo invisible; suplicó a los ángeles que le dejaran retornar a la tierra para en sueños advertir al rey de su cruel error. Cuando Gundosforo despertó pidió que liberaran a Tomás...

Ya intuimos quien era Gundosforo; otros lo llamaban Gaspar. El presente que había llevado a Jesús era incienso, un presente invisible, efluvios que ascienden a los cielos.

(También sabemos que Tomás, en arameo, significaba gemelo. Tomás tenía un gemelo. Jesús estaba muy unido a Tomás...)

 

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