jueves, 14 de enero de 2021

Ética, estética y política: el vocabulario de la arquitectura en la antigüedad

1.-  ¿Sabemos cómo se decía, en la Grecia antigua, restauración (de un monumento)?

Therapia.

Esta palabra significaba cuidado, “cura”, en catalán, y era propio del vocabulario religioso y médico (como hoy). 

Un edificio merecía todas las atenciones, como un ser vivo, tras la toma de una ciudad. Se tenía que velar por él.


2.- El adjetivo corrupto, hoy, nos remite inevitablemente a la política.
En latín, también, si atendemos al origen de la palabra política: de polis, ciudad o mejor dicho comunidad.

Corruptus, en latin, era un término arquitectónico: designaba la acción de las aguas que socavan los muros; rompen los muros y las uniones. Estos acaban cayendo; los ciudadanos quedan a la intemperie e indefensos. La corrupción les priva de protección. Ya nada les cuida. Se quiebran los ligámenes.


3.- Vejar es humillar, ningunear, mancillar el buen nombre, hacer caer a alguien.

Vejar, en latín, es otro verbo arquitectónico. 
Vexatus es como queda un edificio azotado por el viento: se desmorona, se desmonta, pierde la techumbre, queda expuesto, con su contenido, sus secretos, su intimidad a la vista de todos, ridiculizado. 
Un edificio vejado por el viento (¡el viento! Impalpable: un enemigo contra el que no se puede luchar porque no se sabe de dónde viene, como el rumor y la maledicencia), es un edificio que queda, de golpe, desnudo, indefenso. Súbitamente, se muestra frágil, habiendo perdido su seguridad: es un edificio inseguro, que ya no nos protege (es un peligro, incluso), que se tiene que abandonar, del que hay que huir, un edificio que queda solo , que se siente solo. 
La vejación es física pero también moral. Al socavar los cimiento, destruye todo lo que sustenta la construcción y la dota de una imagen altiva, entera. Ridiculizado, cae.


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