La producción artística de Picasso es ingente. Innumerables, agotadoras exposiciones -de éxito seguro- han cercado, desde su fallecimiento, todos los temas, estilos y géneros que trató: retratos, paisajes, naturalezas muertas, desnudos, temas mitológicos greco-latinos, quizá mesopotámicos incluso, mediterráneos, temas animalísticos, formas clásicas; obras de juventud, simbolismo, cubismo, neo-clasicismo, surrealismo, expresionismo, nueva figuración; pintura, escultura, dibujo, grabado, cerámica, juguetes, gastronomía, poesía y teatro....
Y exposiciones sobre Picasso y.... (poner casi todo)
Parece que ningún tipo de arte, mayor, menor, decorativo, se le escapó -quizá la música y la arquitectura: artes hermanas-, y todos han sido escudriñados y expuestos.
¿Todos?
Sorprende descubrir aún facetas casi inéditas de la obra de Picasso. Por ejemplo, la joyería, un tema tan íntimo que Picasso incluso prohibió que se la incluyera en las últimas muestras retrospectivas.
Las primeras joyas fueron piezas únicas, regalos para amigas y amantes ya en los años treinta, cuando Picasso tenía más de cincuenta años. Entre éstas, los broches y los anillos que pintó, que grabó o que engarzó -piedras, cantos de río, ensartados- para Dora Maar, piezas de las que solo se supo a la muerte de ésta.
Mas tarde, probó con la impresión de joyas en cerámica. Algunas se reprodujeron, también en terracota. Otras, por fin, se reprodujeron en oro y plata. En algún caso, Picaso, ya muy mayor, dejó que el joyero decidiera.
La mayor parte de las joyas son broches y colgantes: relieves o incluso estatuillas en miniatura; algunas -piezas únicas, son diminutas pinturas enmarcadas.
Algunas galerías han mostrado joyas producidas en series limitadas. Las joyas de Dora Maar se conocieron cuando se vendieron en subasta. Posiblemente nunca se han mostrado en su casi totalidad.
Una próxima exposición, de aquí a unos meses, en el Museo Picasso de Barcelona, en medio del vendaval de la pandemia, abordará este tema escasamente estudiado y desvelara obras diminutas, con una iconografía reconocible, muchas de las cuales fueron, al menos en los inicios, fugaces testimonios de sus relaciones más íntimas.
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